La joven piloto belgo-británica Zara Rutherford fue la primera piloto que completó una vuelta al mundo en solitario, la cual le tomó poco más de cinco meses.

El aterrizaje de Rutherford fue acompañado por una pequeña multitud de periodistas, admiradores y familiares de la joven, en el mismo aeródromo del cual despegó en agosto del año pasado.

“Fue más difícil de lo que imaginaba”, dijo la joven de 19 años al bajar de su monomotor Shark UL en las afueras de Courtrai, en la región flamenca de Bélgica.

En una conferencia de prensa, Rutherford fijo que le resultaba “muy extraño estar de vuelta aquí” y que después de escalas en casi treinta países deseaba descansar. 

Para Rutherford, la enorme extensión helada de Siberia fue la etapa “más aterradora” de su viaje, ya que se trató de un segmento del viaje con distancias abrumadoras entre centros poblados y con temperaturas por debajo de los 30 grados bajo cero.

“A veces hacía cientos y cientos de kilómetros sin ver nada humano. Quiero decir, sin cables de electricidad, sin carreteras, sin gente, y pensé: ‘si el motor se detuviera ahora, tendría un problema realmente grande'”, recordó.

La vuelta al mundo 

Dar la vuelta al mundo en un pequeño avión monomotor -de apenas 325 kilos, obtenido mediante apoyo de patrocinio- significó que debía bordear nubes y limitarse a volar durante el día.

También tuvo frecuentes desvíos o hasta aterrizajes de emergencia, como a inicios de enero a poca distancia de Dubái, para evitar quedar atrapada en la primera tormenta eléctrica que la ciudad había visto en dos años.

En su viaje hubo una larga escala de tres semanas en noviembre pasado en una ciudad costera del este de Rusia, Ayan, de donde no pudo despegar debido al clima, y dependió de los lugareños, que estaban “muy dispuestos a ayudar con todo lo que pudiera necesitar”, recordó.

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