Usted y yo podemos pensar diferente al grado de considerarnos antagónicos, pero estoy seguro de que existirán algunas cuestiones en las cuales coincidiremos y, muy probablemente, una de ellas será que creemos que el poco o mucho dinero que tenemos en un banco, se encuentra seguro.

Sin embargo, las crisis financieras siguen ocurriendo, por lo que para entender el escándalo del Silicon Valley Bank es necesario responder una pregunta elemental: ¿qué debe ocurrir para que quiebre un banco? A mi parecer son cuatro los factores que pueden generar esto: fraudes internos y externos, una inadecuada gestión del riesgo, un deficiente proceso de supervisión por parte de los reguladores y/o una crisis externa.

Salvo la variable de una crisis externa, como lo podría ser una invasión militar, en los demás supuestos el común denominador es que las personas que trabajan en los bancos o en el gobierno no hacen correctamente su chamba por lo que, para ser honestos, hay que decir que los bancos no quiebran, las personas que los manejan los quiebran y eso fue lo que ocurrió con Silicon Valley Bank.

En concreto ¿qué salió mal? Todo, absolutamente todo.

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El banco que fue fundado en California en 1983, se benefició del surgimiento de la industria de la tecnología y todo pintaba bien hasta que abrió sus puertas a empresas emergentes, o startups, las cuales levantaron millones de dólares abusando del apetito del mercado por consumir casi cualquier cosa que suene a soluciones tecnológicas que simplifiquen nuestra vida digital. Hasta aquí todo era un cuento de hadas, ya que en una época en la que se glorifica a los negocios fintech por el mero hecho de ser fintech, un banco recibió con los brazos abiertos a los emprendedores que creían poder emular a Steve Jobs y crear imperios desde el garage de sus casas.

Para ser honestos podríamos decir que Silicon Valley Bank siguió al pie de la letra el nuevo business plan de la mayor parte de los bancos: captar la mayor cantidad de clientes lo más rápido posible y sin que el riesgo importe mucho que digamos. El banco se transformó para atender las necesidades de estos nuevos clientes pero sobrepasó la línea de no retorno al abrir cuentas de banco a empresas sin historial crediticio, visualizando que el riesgo quedaría cubierto meramente con el éxito que se auguraba a esas empresas así como a la constante inyección de capital… y casi le atinan, ya que durante la pandemia por Covid-19, Silicon Valley Bank disfrutó de una parte del boom de las apps que satisfizo nuestras necesidades en cuarentena.

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Sin embargo, los millones de dólares levantados por esos empresarios no fueron suficientes para mantener a flote sus startups ya que entre la caída del valor de las acciones de las empresas de tecnología, el aumento de las tasas de interés y que ya no lograron seguir levantando capitales (efectivamente, igual que en un esquema Ponzi), se vieron sin liquidez y optaron por retirar su dinero del Silicon Valley Bank y este no pudo aguantar el golpe, ya que durante los últimos años el banco dejó de comportarse como un banco y comenzó a operar como un fondo de inversión al apostarle a los bonos de renta fija y tuvo que venderlos con pérdidas millonarias para poder hacerle frente a sus obligaciones.

Un querido amigo, director de análisis económico de conocido banco, resumió la situación con elegancia y precisión:

“¿No tenían a una persona que pensara? Tienes inflación altísima ¿y no pensaban que iba a subir la tasa de interés? Perdieron 1800 millones en la venta de bonos. Y luego rumores en la semana por financiamiento. Los ahorradores retiraron la lana …”.

La era dorada de los negocios tecnológicos tarde o temprano tenía que terminar y los unicornios comenzaron a extinguirse.

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