La búlgara Kristalina Georgieva, designada el viernes como candidata de la Unión Europea para presidir el Fondo Monetario Internacional (FMI), es una profesional polifacética que suele figurar en las apuestas para ocupar altos cargos internacionales. 

La decisión se dio después de más de 12 horas de conversaciones que pusieron de relieve las divisiones internas del bloque.

La presidenta ejecutiva del Banco Mundial, de 65 años, obtuvo el respaldo de la mayoría de los 28 estados de la UE, derrotando al candidato holandés Jeroen Dijsselbloem, después de dos rondas de votación y largas negociaciones.

“Felicitaciones a Georgieva por ser seleccionada como candidata europea para dirigir el FMI. Ante las crecientes tensiones mundiales, es imperativo defender al FMI como símbolo del multilateralismo”, dijo el presidente de los ministros de finanzas de la zona euro, Mario Centeno.

“Es un honor ser designada candidata para el papel de director general del FMI”, publicó Georgieva en Twitter, tras la decisión.

La actual número 2 del Banco Mundial, quien pedirá una licencia administrativa del Banco Mundial durante el proceso de nominación tras el cual espera suceder a la francesa Christine Lagarde, posee una sólida experiencia en finanzas internacionales y es oriunda de Bulgaria, país de Europa oriental. 

En el Banco Mundial, donde efectuó la mayor parte de su carrera antes de convertirse en directora general, en 2017, ganó experiencia en el sector del medio ambiente al intensificar las acciones en los ámbitos del desarrollo sostenible y de la agricultura, especialmente. 

Esta economista de 65 años, además, ocupó el cargo de comisaria europea encargada de Ayuda Humanitaria entre 2010 y 2014, cuando tuvo que reemplazar a la candidata inicial de Bulgaria. 

Georgieva también fue durante un año, entre 2015 y 2016, vicepresidenta de la Comisión Europea, encargándose del presupuesto y de recursos humanos. 

Allí se forjó una reputación de alta funcionaria enérgica y tenaz, “sabiendo demostrar temple si defiende un dosier que le importa de verdad”, indicó un diplomático durante su primer paso por las instituciones europeas. 

Era una de las personas que se perfilaban como posibles sucesoras del polaco Donald Tusk al frente del nuevo Consejo Europeo, un cargo que acabó obteniendo el belga Charles Michel a principios de julio. 

En 2016, la diplomática, que supo demostrar su capacidad para convencer y formar consenso, se convirtió en una inesperada finalista en las elecciones al puesto de secretario general de la ONU, que finalmente cayó en manos del portugués Antonio Guterres.

A punto de festejar su cumpleaños 66 el 13 de agosto, supera no obstante el límite de 65 fijado por el FMI y tendrá que beneficiarse de una derogación para poder acceder a la dirección de la institución. 

La necesidad del cambio podría debilitar la candidatura europea si suficientes estados miembros del FMI se oponen a la reforma, abriendo la puerta a candidatos de otras latitudes, entre ellos Agustín Carstens, exgobernador de Banco de México y actual jefe del Banco Internacional de Pagos (BIS).

El liderazgo del prestamista multilateral, que tiene su sede en Washington, siempre ha sido de un europeo. La exjefa del FMI, la francesa Christine Lagarde, renunció en julio después de que los líderes de la UE la eligieron para reemplazar a Mario Draghi como presidente del Banco Central Europeo. 

El FMI espera las candidaturas definitivas para finales de septiembre, con miras a concluir el proceso en la primera mitad de octubre. La renuncia de Lagarde es efectiva a partir del 12 de septiembre, por lo que la organización internacional podría operar sin un director al menos un par de semanas.

El alma de la fiesta

Cuando era pequeña, esta mujer amable de cabello corto era descrita como una niña “que no levantaba la cabeza del libro”. 

Su padre, Ivan, era un técnico de construcción de carreteras en la Bulgaria comunista en la que Kirstalina Georgieva nació el 13 de agosto de 1953, año de la muerte de Stalin. 

Ya en su época de estudiante, la niña tranquila se convirtió en “el alma de la fiesta”, en las que acostumbraba a tocar la guitarra, según atestigua Borislav Borisov, un excompañero suyo de universidad, que la describe como la “niña bonita” de todos. 

Habla ruso con fluidez y construyó unas buenas relaciones con Moscú durante sus años como directora para Rusia del Banco Mundial, entre 2004 y 2007.

En 1993 entró en esa institución, tras varios años dedicados a la enseñanza, en centros como el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos. 

En el terreno político, nunca tuvo ningún cargo electo en su país, en el que sus conciudadanos la descubrieron cuando fue nombrada para la Comisión Europea. Está emparentada con la derecha moderada y proeuropea del Partido Popular Europeo (PPE). 

Georgieva está casada y es madre de un hijo.

Con información de AFP y Reuters