Horario de verano: útil, pero en siglos pasados
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Horario de verano: útil, pero en siglos pasados

Horario de verano: útil, pero en siglos pasados

Medir el impacto del horario de verano no es una tarea fácil. Para que sea un análisis válido, como característica inicial se debe comparar el consumo de energía cuando se aplica en dicho horario con el consumo que se hubiera dado si el cambio no se aplicara.

Según un análisis del economista catalán Xavier Sala I Martin, uno de los estudios más serios es uno realizado en 2008 por investigadores de la Universidad de California en Santa Bárbara. 

El estudio se realizó en el estado de Indiana y radica en cómo se dio libertad a sus condados para que fueran ellos los que decidieran implementar o no el horario de verano.

Como los condados son muy similares en términos de tamaño, proximidad y clima, se pudo comparar el gasto en electricidad entre ciudadanos que vivían en localidades que cambiaron la hora con las comunidades que no. 

El resultado fue todavía más sorpresivo. El cambio de horario no solo no conlleva a un ahorro sino que implica un MAYOR USO DE ENERGÍA. 

Calefacción y refrigeración

La razón parece radicar en que en el mundo, la mayor parte del gasto energético de las familias no proviene de la iluminación sino de la calefacción y refrigeración. 

En particular, durante verano las personas utilizan más el aire acondicionado por las tardes que por las mañanas, por lo que el horario de verano implica un mayor uso de energía de refrigeración, lo cual supera el ahorro lumínico.

Para México hay otra justificación detrás del establecimiento del horario de verano y es la de alinearnos a los horarios de EU, que al ser nuestro principal socio comercial, implicaría reducciones de costos operacionales. 

También, el problema es que no hay un estudio que lo demuestre y seguramente estaremos ante un escenario de posibles beneficios marginales.  

Antecedentes

Se dice que desde 1789 el político e inventor estadounidense Benjamín Franklin propuso una serie de medidas para favorecer el ahorro energético, estando como embajador en París. Su razonamiento fue con base en los hábitos de cómo dormían los franceses.

No está claro qué país inició con su implementación, pero los primeros ejemplos claros de un horario de verano se remontan en Alemania durante la Primera Guerra Mundial con el argumento de ahorrar energía. 

Ante la guerra, se requería un uso eficiente de las fuentes de energía -en esos tiempos el carbón- para destinar la mayor cantidad de recursos hacia actividades bélicas.

Después, en la Segunda Guerra Mundial, este experimento de horario fue replicado por medio centenar de naciones. Sin embargo, una vez concluido el enfrentamiento militar, todos los países regresaron a contar con su horario normal, sin ajustes.

Fue hasta la crisis petrolera de los 70s cuando algunos países optaron por el horario de verano y a partir de ahí se mantuvo.

Actualmente, cerca del 40% de los países del mundo ajustan la hora y más de 140 han aplicado el cambio de horario alguna vez.

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