La primera ministra británica, Theresa May, solicitó otro corto aplazamiento del Brexit a la Unión Europea (UE) que, ante el riesgo de que Reino Unido traslade el caos político de Londres a Bruselas, parece preferir darles más tiempo, pero dejándoles permanentemente abierta la puerta de salida.

En una carta al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, enviada cinco días antes de la enésima cumbre extraordinaria sobre el Brexit, May indicó que Reino Unido desea retrasar de nuevo su salida del bloque.

La retirada estaba inicialmente prevista para el 29 de marzo de 2019, pero ante la imposibilidad de que el Parlamento británico aprobara el acuerdo que May negoció con Bruselas, sus socios europeos le habían concedido un poco más de tiempo, hasta el 12 de abril, para hallar una solución.

Los 27 dejaron claro que cualquier nueva prórroga obligaría a los británicos a participar en las elecciones al Parlamento Europeo, del 23 al 26 de mayo, para designar a sus nuevos eurodiputados casi tres años después del referéndum que en 2016 decidió el Brexit por 52% de votos.

Pese a esto, May, quien negocia actualmente con el líder opositor laborista Jeremy Corbyn en busca de un consenso que saque al país del bloqueo, propuso que la nueva ampliación se “termine el 30 de junio de 2019”.

Downing Street sigue queriendo hallar una salida antes de la constitución de la nueva Eurocámara a principios de julio y poder llevar a cabo la retirada “lo antes posible”, sin agotar el nuevo plazo, aunque ello signifique iniciar una campaña para las elecciones europeas que se interrumpa antes de llegar a término.

‘Tan difíciles como sea posible’

En opinión de la laborista proeuropea Margaret Beckett, es “una buena noticia” que May acepte una nueva prórroga, pero contrarrestada por la “mala noticia” de que lo hace para “mantener vivos su estrategia fallida y su acuerdo de Brexit”.

El Tratado de Retirada que May negoció durante dos años con la UE fue rechazado tres veces por los diputados británicos. Y aunque cada vez la oposición al texto fue menor, la primera ministra, quien llegó incluso a proponer su dimisión para obtener el apoyo de los más recalcitrantes euroescépticos dentro de su partido, se ha quedado sin argumentos para ganar respaldo entre unas decenas de conservadores rebeldes.

Por eso se decidió a tender la mano al opositor Partido Laborista, lo que provocó furiosas reacciones de los más duros defensores del Brexit, a quienes tampoco complace la idea de participar en los comicios europeos.

Un líder de los euroescépticos, Jacob Rees-Mogg, llamó a “ser tan difíciles como nos sea posible” si permanecen en Europa. “Podríamos vetar cualquier aumento del presupuesto europeo, obstruir el supuesto ejército de la UE y bloquear los planes integracionistas (el presidente francés Emmanuel Macron)”, tuiteó.

Casi como respuesta, una fuente de la presidencia francesa consideró “prematuro” que Londres pida otro aplazamiento sin tener un “plan claro”.

Prórroga ‘flexible’

Aunque Francia es la que lo ha dicho más claro, a otros países les preocupaba también que Reino Unido permanezca mucho tiempo con un pie dentro y otro fuera de la UE por las perturbaciones que esto podría tener en el funcionamiento del bloque.

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ya advirtió que si el acuerdo de Brexit no es aprobado antes del 12 de abril, Londres sólo puede optar a una salida brutal o a una larga prórroga que la UE acompañaría de condiciones.

En esta línea, Tusk se disponía a someter a los Estados miembros la posibilidad de una extensión de hasta 12 meses pero “flexible” que dejara la puerta abierta para una salida en cuanto Londres logre aprobar un acuerdo.

En opinión de Anand Menon, profesor de política europea del King’s College, al “pedir una corta ampliación que sabe que no obtendrá” May está buscando “una coartada política” frente a los conservadores euroescépticos.

“La UE puede obligarla a hacer otra cosa pero al menos nadie la acusará de haberse vendido”, afirma.

Con información de Reuters