Mi nombre es Salvador Mejía y tengo el honor de escribir en EL CEO sobre temas tan complejos como lavado de dinero, corrupción y política, pero hoy esos temas no son la prioridad. Sé de cierto que en México hemos violentado a las mujeres desde siempre y que esto debe terminar, no tengo la menor duda de que el movimiento #UnDíaSinNosotras será un parteaguas.

Hoy quiero que la pluma de mi esposa (arriesgada empresaria, brillante escritora, amorosa madre e irrepetible compañera de aventuras) sea una herramienta para que usted, Directora de Finanzas, Director Jurídico, CEO, Gerente de Marketing, Contralora, Director de Tecnologías, Compliance Officer, y, por supuesto, un servidor, intentemos entender el riesgo que implica ser mujer en México.

Edward Bulwer-Lytton no estaba errado: “La pluma es mas poderosa que la espada”.

Por su comprensión y solidaridad, mil gracias.

Yo sobreviviente

Por: Marlene Corona Vigoritto

Tras las tragedias de las últimas semanas y las circunstancias de los últimos siglos, llega una hora en la que tener una postura no es opcional, cualquier otra cosa sería un acto de cobardía; el presente nos exige conciencia, acción y contundencia.

Tanto hombres como mujeres estamos desesperados, asustados y rebasados; buscamos qué hacer como pollos sin cabeza corriendo entre las realidades y el absurdo y hacemos muchas estupideces; nos manifestamos por los medios y de las formas equivocadas, reaccionamos con odio y saña, adoptamos nuevas indignaciones olvidables y pasajeras porque necesitamos ser agentes de cambio, pero no tenemos ni la menor idea de cómo se come eso. Los cambios no llegan y las heridas sociales se van llenando de pus.

Ojalá pudiéramos regresar el tiempo y evitar que una niña o mujer fuera violada, acosada o asesinada, pero no podemos, lo que sí podemos es alzar la voz y conquistar espacios.

Mientras vivamos en una sociedad que piensa que ya tenemos muchos privilegios porque podemos ir a escuela o votar y que no necesitamos más (como si el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo o permanecer vivas no fuera importante), no podremos hablar de equidad. Mientras no entendamos que, por no hablar del tema, no desaparece el hecho de que 60% de abusos sexuales infantiles ocurre dentro de la misma familia o en el círculo cercano de las víctimas, no podremos hablar de justicia.

Alguna vez escuché decir a alguien que el mayor miedo de un hombre al entrar a la cárcel era que lo violaran, nosotras vivimos con ese miedo cada minuto de cada día de cada año desde que tenemos conciencia; es como si viviéramos en una eterna prisión.

Por eso hoy levanto la voz y el llanto para decir que quiero seguir viva, que exijo seguir viva. Que garantizar la seguridad de las mujeres y la niñas es trabajo de todos; que la vida no es un privilegio y que la violencia de género no es normal ni tolerable. Que si ellos, no refiriéndome a los hombres, sino a los fallidos gobiernos y a las caducas instituciones, no pueden ni quieren protegernos, entonces lo hagamos nosotras. No podemos rescatar a Fátima, ni devolverle la vida a Ingrid, pero sí podemos cuidarnos unas a otras, crear redes de seguridad y protección, manifestarnos, gritar, escribir, hacer que el mundo arda; porque ningún “Ahorita no” ha salvado a nadie. Porque ésta no es cosa de mujeres, es cosa de todos.

Que la batalla se llene de acciones concretas: desde incluir el tema de la violencia de género como asignatura escolar, definir los tipos de violencia y hacerlos públicos y sumar a los hombres en la lucha, hasta crear una fiscalía especializada en feminicidios y capacitar con perspectiva de género a la policía, ministerios públicos y jueces.

Tengo la fortuna de trabajar rodeada de mujeres maravillosas, capaces, incansables, responsables, amorosas y empáticas, muchas de ellas sobrevivientes de abusos sexuales y violencia de género, y cada vez que nos sentamos a platicar del tema terminamos con los ojos hechos charco, con las manos todas llenas de impotencia y nudos en la garganta que guardan el dolor de siglos.

Hoy que un hombre al que amo y me ama me ha cedido este espacio, quiero usarlo para alzar la voz por ellas y para ellas, decirles que yo voy a cuidarlas, que pueden compartir conmigo sus viajes de las aplicaciones de transporte, dormir en mi casa si tienen miedo a volver a la suya de noche, llamarme si se sienten en peligro, y que yo quiero poder hacer lo mismo con ellas, que las quiero y las quiero vivas. Que si un día no están, voy a buscarlas en cada rincón de cada barrio, que voy a gritar tan fuerte que cualquiera tendrá miedo de hacerles daño, que me volveré una fiera si con eso protejo su integridad y su vida.

Hoy más que nunca debemos cambiar el paradigma; ya no más “Juntas ni difuntas”. El peor enemigo de una mujer es una sociedad que la ha convencido de que su peor enemigo es otra mujer. Somos muchas y somos más si estamos juntas. Estamos en un estado de emergencia, en este momento (mientras usted lee esto) están violando y asesinando sin piedad a una mujer en nuestro país y lo harán con nueve más el día de hoy. Llegó la hora de que gobierno y sociedad hagamos algo porque la miserable muerte no tiene color ni partido.

Qué inútiles hemos sido todos y qué urgente dejar de serlo. Cómo duele la indiferencia, la falta de empatía y la ineptitud de las autoridades. Que ese dolor nos mueva, que nos cale, que la indignación nos traspase hasta que ya no podamos más, pues nosotras, las que hemos sobrevivido, tenemos una responsabilidad histórica con las que hoy ya no pueden gritar.

 

*Salvador Mejía es licenciado en Derecho por la UNAM. Cuenta con estudios de especialización en México y Estados Unidos en Prevención de Lavado de Dinero y Financiamiento al Terrorismo, Anticorrupción, Gobierno Corporativo así como en Inteligencia y Contrainteligencia

Este texto es un blog de opinión. Su contenido es responsabilidad del autor y no representa necesariamente la postura de EL CEO.