Elizabeth Holmes fue encontrada culpable de fraudes cometidos con su empresa Theranos, la gran promesa tech en el sector de la salud. Accionistas de Amazon piden que la compañía mejore sus prácticas y condiciones laborales después de que seis trabajadores murieron a causa de un tornado que azotó una de sus bodegas.

El pasado jueves, la hermana de un oficial federal que fue asesinado durante protestas raciales en 2020 demandó a Meta, antes Facebook, por considerar que promueve contenido extremista que propició la muerte de su hermano. 

Son solo tres muestras de que las empresas tecnológicas más grandes del mundo no se encuentran en el mejor de los momentos. El alcance que tienen, su influencia en nuestra vida diaria y los métodos que utilizan para alcanzar sus metas han disparado una serie de alarmas a distintos niveles en todo el mundo.

Gobiernos, organizaciones no gubernamentales, activistas y empresas que son competencia han alzado la voz para exigir que las marcas líderes en tecnología respondan por sus actos y se responsabilicen por sus prácticas comerciales.

Tesla, Google, Facebook, Instagram, Amazon, Twitter, Uber y Microsoft están bajo el escrutinio continuo de personas que exigen respuestas y límites a sus acciones. 

Ni la tan querida marca de culto Apple se salva. Una influencer de Instagram acusó que la estaban siguiendo a través de uno de los lanzamientos más recientes de la empresa, los Air Tags. Son dispositivos del tamaño de un llavero que permiten rastrear y ubicar con precisión un objeto. O en este desafortunado caso, una mujer. 

Cuando la tecnología falla

La tecnología no es infalible. Cualquiera que haya intentado configurar una impresora o microondas en casa sabe que todo puede suceder. Los errores de funcionamiento o aplicaciones inesperadas de un dispositivo, plataforma social o invento tecnológico son de esperarse. La innovación siempre viene con riesgos. 

Sin embargo, estos riesgos y fallas deben de disminuir y estar acompañados de acciones concretas para que no vuelvan a pasar.

Una niña de 10 años iba a insertar una moneda en el tomacorriente de su casa por sugerencia de Alexa, el dispositivo inteligente de Amazon. 

De haber sucedido ¿quién era el responsable de la tragedia? ¿La familia por no supervisar a la pequeña? ¿El vendedor del producto? ¿Jeff Bezos?

Es una realidad evidente que los creadores de las tecnologías que más influyen en nuestra vida no contemplaron muchos escenarios que están sucediendo hoy en día. Tal vez solo buscaban desarrollar respuestas a la necesidad de tener una mejor y más cómoda vida con sus redes sociales, autos que se manejan solos, entrega de alimentos a domicilio y venta de productos que se entregan al siguiente día.

Pero cada pro llegó con un contra: poca privacidad en la información personal, polarización de la sociedad, condiciones de trabajo injustas para los colaboradores, accidentes, fake news, fallas en el funcionamiento de dispositivos y hasta elecciones manipuladas por hackers. 

Aunque gobiernos y autoridades de todos los países han incrementado su vigilancia y consecuente penalización en las prácticas de las big tech (Facebook y Google acaban de ser multados en Europa) no son ellos los que pondrán los límites. 

Eso nos toca a nosotros.

Nuestra responsabilidad como usuarios es exigir productos, apps, gadgets y plataformas más conscientes de su impacto, sustentables y diseñados para el bien común. El dinero no debe ser el principal eje de acción de las compañías ni que Mark Zuckerberg pueda comprarse otra casa en Hawaii o Jeff Bezos tenga los medios para viajar al espacio. 

La tarea es complicada dada la invasión de dispositivos que tenemos en nuestras vidas. El primer paso es examinar tu relación con la tecnología que usas y responder: ¿podría vivir sin ella?

*Omar Flores es fundador de Black Cherry Contenidos y experto en marketing digital y tecnología. Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor.