El partido demócrata de Estados Unidos presentó a principios del año pasado un paquete de leyes que buscan atacar las causas de la crisis climática y al mismo tiempo crear empleos entre poblaciones vulnerables mediante el crecimiento de los sectores de generación limpia y eficiencia energética.

El paquete, llamado “Green New Deal”, ha sido constantemente rechazado por el partido republicano, pero su impacto ha llamado la atención de otros países, que han presentado propuestas similares.

La Unión Europea es una de las pioneras a nivel mundial, pues presentó a finales de 2019 un programa con un presupuesto de 550,000 millones de euros. Se trata del mayor monto asignado al combate al cambio climático en la historia de la Unión. Tras el anuncio, Bruselas dijo que “es un recordatorio de que el presupuesto siempre debe ser consistente con el Acuerdo de París”, y que los países que no acuerden una meta de cero emisiones para 2050 corren el riesgo de perder miles de millones de euros de esta partida presupuestaria.

Apenas hace dos semanas, Ursula Von der Leyer, presidenta de la Comisión Europea, anunció en conferencia de prensa que la Unión establecerá metas aún más agresivas de cara a 2030, para cuando espera reducir el 55% de sus actuales emisiones de carbono.

Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, aprovechó esta semana su informe anual para revelar que la recuperación económica de su país posterior a la pandemia estará ligada al combate a la crisis climática. El líder canadiense ha dicho que la situación económica actual requiere “soluciones drásticas y nuevas”.

El discurso representa un cambio en la política de recuperación de Canadá, que se había estado enfocando en pagos de asistencia social de corto plazo. La nueva estrategia, que ya había sido sugerida por Trudeau, imita el plan europeo y se centra en estímulos económicos de largo plazo para proyectos verdes.

“Mientras luchamos contra el COVID19, no podemos olvidar que el cambio climático continúa siendo uno de los más grandes retos de nuestra época”, dijo Trudeau a la Asamblea General de Naciones Unidas.

Esta semana, China se convirtió también en un sorpresivo miembro del club verde. Xi Jinping, líder chino, sucumbió ante la presión internacional que le pedía que el gigante asiático tomara más acciones para hacerse cargo de su enorme responsabilidad en las emisiones de carbono a nivel mundial.

El gobierno chino, en respuesta, anunció que pretende ser neutral en emisiones de carbono para 2060. En el pasado, Pekín ha argumentado que una economía en vías de desarrollo no debería tener la misma responsabilidad para mitigar emisiones que las economías desarrolladas, pero ahora promete predicar con el ejemplo.

En 2015, China calculó que su pico de emisiones ocurriría en 2030 y los analistas señalan que esta nueva meta podría ser la que mayor efecto tenga en el combate al calentamiento global. La promesa china se une a nuevas acciones entre los grandes contaminantes del mundo, como el plan ruso de reducir 33% de sus emisiones para 2030 y el plan indio de reducirlas en 35%.

El problema de todos los Green New Deals en el mundo es la aplicación práctica: siguiendo el molde estadounidense, la mayoría de ellos establecen metas de inversión, pero no cuentan con un plan de acción cronológico que maximice los resultados deseados.

Sin embargo, el combate a la crisis climática requiere de acción inmediata y la repentina voluntad política podría ser el primer paso para generar un cambio duradero a largo plazo.