Por primera vez desde la contingencia sanitaria por COVID-19, la economía mexicana se ubicó en fase recesiva durante julio pasado.

Los principales factores de la pérdida de fuerza serían las elevadas tasas de interés, la incertidumbre que sienten los empresarios, la depreciación cambiaria y el pesimismo que envuelve a los mercados bursátiles de Estados Unidos y México.

El Indicador Adelantado, que pretende anticipar los ciclos económicos, se colocó en una fase recesiva, ya que durante julio del 2022 obtuvo 99.91 puntos, situándose después de 19 meses por debajo de su tendencia de largo plazo (100 puntos).

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Además, este índice presentó una disminución de 0.21 puntos respecto a junio, que significó la doceava caída mensual al hilo, de acuerdo con el Sistema de Indicadores Cíclicos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

La importancia del Indicador Adelantado radica en que pretende señalar anticipadamente los puntos de giro del Indicador Coincidente, el cual refleja el estado general de la economía mexicana y su dirección.

En cuanto a su tendencia de largo plazo, representada por una línea horizontal igual a 100 puntos que identifica las fases del ciclo económico, el valor de 99.91 puntos del Indicador Adelantado se ubicó debajo de dicha tendencia, y como su componente cíclico está decreciendo, se interpreta como una fase recesiva.

La etapa de recesión de la economía de Estados Unidos, los altos niveles inflacionarios en el mundo, la invasión rusa en Ucrania, las amenazas de confinamiento en China y disrupciones en las cadenas de suministro merman la dinámica de la actividad económica mexicana.

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Tasa de interés, con el mayor impacto

La evolución del Indicador Adelantado en julio fue consecuencia del desempeño de sus seis componentes que lo conforman, de los cuales cinco se posicionaron en terrenos negativos.

El principal factor de la fase recesiva fue el subíndice de la tasa de interés interbancaria de equilibrio (TIIE), que aumentó 0.33 puntos, pero como su comportamiento es inverso al de la actividad económica, restó al PIB.

Para controlar los elevados niveles inflacionarios, desincentivando el consumo, los mayores en más de dos décadas, el Banco de México decidió ubicar la tasa de política monetaria en 8.50%.

De hecho, el componente de la TIIE presentó 16 meses consecutivos con crecimientos.