El presidente Andrés Manuel López Obrador confirmó que el próximo 9 de noviembre asistirá a la sede de la Organización de las Naciones Unidas porque México asumió ya la presidencia del Consejo de Seguridad y pues que mejor lugar para amplificar su mensaje y plataforma sobre la corrupción y la desigualdad, lo que a su parecer es el principal problema del mundo y tiene algo de razón.
La corrupción es efectivamente uno de los peores males que azotan a la humanidad, es una amenaza para la democracia, para los derechos humanos, para el desarrollo y para la supervivencia misma ya que la corrupción impacta a las mismas instituciones encargadas de salvaguardar todo lo mencionado.
El presidente tiene razón, en un estado corrupto el vivir con dignidad resulta casi un artículo de lujo, ya que el acceso a los caminos pavimentados, al agua, a la comida, a los hospitales, a las escuelas, a los trabajos bien remunerados y a la vivienda digna no están necesariamente a la mano de todos.
¿Cómo ir en contra de la aseveración del presidente si sabemos que la corrupción permite que el poderío de los carteles penetre todavía más en la economía, en la cultura, en la sociedad y que incluso influya en las elecciones?
El presidente tiene razón, la corrupción es una de las principales amenazas a nuestra sociedad pero hay un problema… no solo no ha logrado erradicarla durante la primera mitad de su mandato, sino que su administración ha tenido que enfrentar no pocos escándalos por corrupción y sus acciones emprendidas, bien a bien, se han reducido al adelgazamiento de las estructuras burocráticas, a la cancelación de programas sociales y a los discursos.
Los escándalos de su propia administración ya son numerosos, podemos citar el escándalo por el desaseado proceso contra Lozoya en el marco de la investigación de Odebrecht, los vídeos de su hermano, la entrevista que ayer dió al Wall Street Journal, Ricardo Anaya, en dónde ya se proclama perseguido político, los funcionarios que han sido colocados en posiciones clave sin tener los conocimientos esenciales, las evidencias de que los carteles operaron en favor del partido del presidente en las elecciones pasadas en estados como Sinaloa, Michoacán y Guerrero.
También, los casos de Bartlett, Sandoval-Ackerman, Salgado, Lomelí y Guevara, la cancelación del aeropuerto de Texcoco sin haber podido demostrar ninguno de los supuestos actos de corrupción que dieron pie a su construcción, el uso de su mayoría en el poder legislativo para crear leyes a modo que permitan ser utilizadas como un arma de control político y, por supuesto, la liberación de Ovidio Guzmán en octubre de 2019.
Todos los estudios realizados para medir el índice de corrupción en México y el cumplimiento del estado de derecho (como la del World Justice Project) han dado resultados negativos y en este punto creo que eso ya nadie le sorprende. Es tan endeble nuestro sistema anticorrupción que en días pasados fui testigo de la manipulación vulgar en la elección de integrantes del comité de participación ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción.
Es tan frágil que la exsecretaria de Turismo de la Ciudad de México fue cesada no por necesariamente cometer un acto de corrupción per se, sino por dar un mensaje erróneo al electorado, por haber afectado a su jefa, la jefa de gobierno de la CDMX.
El presidente tiene razón, la corrupción es un cáncer; más nos vale entender que, por lo que resta de este sexenio, no tendremos resultados comprobables, pero tendremos muchos discursos en materia de combate a la corrupción.
Seguramente mañana veremos a un presidente dando un discurso contra la corrupción sustentado en los famosos otros datos y, aunque estos no resisten el escrutinio más elemental, son la radiografía del combate a la corrupción en México. Nos guste o no.
Una cosa es cierta, coincido con el presidente… la corrupción es el principal problema.
Salvador Mejía es Licenciado en Derecho por la UNAM y Maestro en Anticorrupción por la Universidad Panamericana
Este texto es una columna de opinión. Su contenido es responsabilidad del autor y no representa necesariamente la postura de EL CEO.