Era viernes, otro viernes de aislamiento social entre ya no sé cuantos, me levanté por café y mecánicamente encendí la radio para sintonizar el noticiero de MVS Noticias, mi casa informativa desde hace ya muchos años, lo primero que escuché fue a Luis Cárdenas decir que el Secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch había sido víctima de un ataque directo.

Inmediatamente busqué mi teléfono y, efectivamente, estaba desbordado de mensajes en los que a las muy tempranas 8:30 horas de ese día ya se estaban compartiendo imágenes, teorías y hasta conclusiones sobre lo ocurrido. Hasta ese momento se hablaba sobre comandos, uso de armas tan letales y poco usuales como fusiles Barret y el FN SCAR-L pero, ante todo, el ambiente estaba dominado por el morbo, la preocupación y por el ansia de obtener información oficial.

A las 09:32 horas del mismo día fue el mismo Omar García Harfuch quien terminó por incendiar la pradera con un tuit en el que responsabilizó al Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) por el ataque; nos quedó claro que esto no fue del agrado ni del Secretario Durazo ni de la Jefa de Gobierno; el Secretario García Harfuch había acaparado la narrativa del evento.

Pasadas las 13 horas comencé a recibir tuits en los que me pedían explicar lo sucedido pero fui enfático: en ese punto solo podíamos reseñar lo evidente: le acababan de cambiar la agenda de seguridad al presidente López Obrador. Cuatro días después y con más información ya es posible analizar el caso con mayor detalle.

¿Fue un atentado? Sí, pero al parecer la intención no era necesariamente la de matar a García Harfuch:

En los partes oficiales se señala como autor intelectual a José Armando Briseño Vaca, (a) El Vaca”, identificado como jefe de sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y originario de Puerto Vallarta, Jalisco. Según los reportes, era el encargado de coordinar los ataques violentos hacia integrantes de grupos rivales además de reclutar y adiestrar sicarios para el CJNG.

El Vaca” trabaja en Tonalá, Jalisco bajo las órdenes de Carlos Andrés Rivera Varela, el Morro, líder regional del cártel. También se le asocia como el responsable de la contratación de los sicarios que perpetraron el doble homicidio contra dos ciudadanos israelíes presuntamente relacionados con la organización criminal en el restaurante Hunan de la Plaza Artz de la Ciudad de México el 24 de julio de 2019.

El perfil que reporta la Fiscalía General de Justicia de la CDMX respecto de este individuo, así como el resto de los detenidos, no corresponde a los perfiles de delincuentes adiestrados en tácticas urbanas para la consolidación de su objetivo a diferencia de los atacantes de Plaza Artz, que en menor número consolidaron el objetivo.

El ataque en realidad fue organizado por una “muchedumbre armada” (término utilizado por personal militar que fue consultado para la redacción de estas líneas) reclutada en la CDMX, Jalisco, Guerrero, Nayarit, Chihuahua y Michoacán. A decir de las autoridades, los atacantes fueron reclutados con tres semanas de anterioridad al evento con una promesa de pago de entre 100,000 y 150,000 pesos por cabeza.

Al parecer, dichas células fueron organizadas sin evidenciar la presencia de un líder preparado, no se advierte una preparación correspondiente a una operación de esta magnitud en un escenario urbano tan complicado como lo es el de la CDMX. Los reportes más recientes apuntan a que los sicarios fueron transportados con las cabezas cubiertas a casas de seguridad en las zonas marginales de la CDMX en donde el CJNG tiene presencia y, a mayor precisión, al parecer ni siquiera sabían contra quien era el ataque.

No hubo un enfrentamiento contra los elementos de la Secretaria de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México no obstante que los sicarios tenían el armamento suficiente para poner en un aprieto a la policía, no hubo bloqueos de calles aledañas para garantizar la fuga.

El costo que hemos calculado para poder ejecutar el atentado ronda los 6 millones de pesos en armas, municiones, chalecos blindados, granadas, radios, contratación de sicarios, casas de seguridad, comida y probablemente cocaína pero, ¿dónde está la tasa de retorno para el CJNG? 

Personal de inteligencia me ha compartido que el caso, visto en su conjunto, carece de lógica. El que un cártel decida realizar un atentado contra un funcionario que está dos escalafones jerárquicos debajo del Presidente va en contra del entendimiento que tenemos sobre la delincuencia organizada en México, por lo que se decantan por la variable de la propaganda.

Un profesional en tácticas urbanas sabe que la efectividad de un fusil Barret calibre 50 radica en que la distancia mínima para su uso va entre los 100 y los 500 metros, por eso es empleado por francotiradores. Su uso en distancias menores a 25 metros reduce la letalidad de esta arma a casi la de un fusil de asalto promedio, su letalidad se encuentra vinculada a la velocidad que alcanza la ojiva a partir de 1,000 metros, ergo, a mayor distancia, mayor el daño.

¿Cómo es que los sicarios no sabían algo tan básico?

Entonces, ¿tan solo se trató de un mensaje o en verdad se buscaba asesinar al Secretario García Harfuch?

Lo que me queda perfectamente claro es que los gobiernos federal y de la Ciudad de México están inmersos en una campaña de símbolos que busca capitalizar en su favor el atentado: la imagen del Secretario García Harfuch está en todos los medios de comunicación y redes sociales; la Jefa de Gobierno se vistió de blanco al momento de dar el anuncio y se hizo acompañar de un militar de alto rango; el Titular de la Unidad de Inteligencia Financiera visitó al Secretario en el hospital y subieron una foto en la que casualmente aparece en un rincón un rifle de asalto y un chaleco blindado.

Así todo parecería que los malos perdieron y que los buenos tienen la siguiente jugada, por ejemplo, el procesar a los 19 detenidos por el ataque contra Omar García Harfuch por terrorismo.

 La importancia de los mensajes.

*Salvador Mejía es licenciado en Derecho por la UNAM. Cuenta con estudios de especialización en México y Estados Unidos en Prevención de Lavado de Dinero y Financiamiento al Terrorismo, Anticorrupción, Gobierno Corporativo así como en Inteligencia y Contrainteligencia

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