Por María Fernanda Lara Olguín*

Derivado de la pandemia y de la creciente flexibilidad que muchas empresas han adoptado el muy famoso home office, han nacido oportunidades nunca vistas para las y los colaboradores que hoy pueden trabajar y gastar su nómina en un país distinto a aquel en el cual se ubica su fuente de empleo.

La situación de México, su clima privilegiado, riqueza cultural y disponibilidad de recursos naturales, lo han convertido en un país propicio para la migración. Históricamente, ha estado en el centro de movimientos poblacionales masivos por causas políticas, económicas y derivadas de conflictos bélicos.

Desde los flujos de población china durante el Porfiriato, que hacia 1893 congregaron en México a aproximadamente 40,000 ciudadanos de dicho país asiático, hasta la llegada de más de 20,000 españoles en 1939, desplazados por su guerra civil, el fenómeno migratorio no ha tenido cese en nuestro territorio, que además también históricamente ha sido fuente de movilidad poblacional, sobre todo hacia Estados Unidos, territorio que para 2050 sumará una comunidad latina de 100 millones de personas.

Pero en pleno siglo XXI, la migración ha revelado un nuevo rostro, ya no solo es un movimiento forzado por condiciones de extrema necesidad, como el desplazamiento por guerras o persecuciones políticas. Hoy en día, la migración también puede ser materia de elección y placer.

Los llamados nómadas digitales están migrando hacia países paradisíacos como lo es México, con costo de vida mucho menor que en su país de origen y un salario que para las condiciones mexicanas está muy por arriba del promedio. Esto es una situación muy buena que impulsa el consumo y el turismo pero que también ha disparado la gentrificación en muchas zonas del país.

La realidad, la otra cara de la moneda, es que estos nómadas digitales están demostrando un mayor poder adquisitivo que un mexicano promedio no tiene y por tanto provocan un incremento en los costos de alquiler, entretenimiento, ocio, comida y bebida, siendo estos asequibles únicamente para un acotado sector de la población.

Pero ¿Qué pasa con la gran mayoría de habitantes en México que sigue batallando para llegar a fin de mes y poder cubrir las necesidades básicas? O las personas que se ven obligadas a moverse hacia una zona más alejada del centro de la ciudad porque los costos de alquiler ahora son impagables.

Ahora bien, ¿Cómo se explica esta migración hacia un país sobrepoblado y desbordado en temas de inseguridad e injusticia como el nuestro? De acuerdo con datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas, en los últimos veinte años la población inmigrante en territorio mexicano aumentó en un 123%.

Parece que no podría haber un país tan contrastante y surrealista como México, donde por un lado para algunos es el paraíso a bajo costo y, para otros, un constante campo de batalla por el acceso a mejores condiciones de vida.

La pregunta radica en saber si los nómadas digitales son un fenómeno que llegó para quedarse. Nos deberíamos de cuestionar, ¿realmente se beneficia México al ser receptor de dichos nómadas digitales? ¿Es una tendencia que mejora la vida de sus habitantes? ¿Qué pasa con los indicadores crecientes en temas de desempleo, violencia e inflación, y decrecientes en materia de seguridad, inversión y crecimiento?

Aunque es muy pronto para medir beneficios o perjuicios, es ya un hecho que esta nueva forma de vida está tomando mucha relevancia entre los jóvenes adultos de todo el mundo y convirtiéndose en su nueva forma de vivir, invertir, administrar sus finanzas y asumir la vida laboral. Lo que explica al mismo tiempo que este fenómeno esté impactando ya al sistema bursátil, inmobiliario y económico de muchos países.

En definitiva, el ser nómada digital no es solo una moda, es una nueva forma de ser migrante.

*María Fernanda Lara Olguín es profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe.

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