Dinamarca parece ser una muestra de que se puede construir un Estado del Bienestar estable y ser un país de los más prósperos del mundo.
En términos simplistas, podemos definir un Estado del Bienestar como un sistema económico en el que el Estado asume la responsabilidad y la prestación de un gran número de servicios, como educación o sanidad.
No en vano son los elogios que recibe el país nórdico por parte de la mayoría de los políticos de izquierda de todas las latitudes. No sorprende que líderes de economías en desarrollo, como los de América Latina, y los mismos candidatos Hillary Clinton y Bernie Sanders en 2016, lo pusieron como ejemplo a seguir.
El mismo presidente Andrés Manuel López Obrador ha reiterado en distintos foros su admiración por el sistema de salud de dicho país, mencionando que la intención final de sus políticas públicas en la materia va encaminada a parecerse al del país europeo.
Dinamarca era un país esencialmente rico a mediados del siglo XX. A finales de la década de los 50, su PIB per cápita representaba el 80% del estadounidense. El de México era el 25%. Entre 1950 y 1970, Dinamarca llevó a cabo la mayor parte de sus reformas a su economía para darle un peso preponderante al Estado
Estado del bienestar se logra cuando la economía crece
Establecer un sistema de bienestar es más fácil hacerlo cuando la economía crece.
El Estado se convirtió así en una gran empresa. El 32% de los empleados trabajan para su propio país, una cifra alta ya que la población es menor a seis millones de personas. No está muy claro si esta decisión le ha permitido a Dinamarca mantenerse como un país próspero, pero sí ha contribuido a que sus habitantes sean considerados los más felices del mundo.
Es uno de los países menos corruptos y con los impuestos más altos. De acuerdo con Transparencia Internacional, es el número uno de la lista, siendo la nación con menor percepción de corrupción a nivel global.
En términos de impuestos, para los trabajadores, la tasa impositiva en promedio se ubica en 48%. El IVA es de 25%, y no hay excepciones para productos de primera necesidad como alimentos y medicinas.
La recaudación fiscal es muy alta, rondando el 45% del PIB, por encima de todos los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Como se puede ver, las prestaciones que ofrece el Estado tienen un alto costo para los contribuyentes. La diferencia, es que al interior del país existe la percepción de que el Estado gasta bien.
El éxito del país no es sólo por el tema del fuerte Estado del bienestar. Las reformas implementadas a lo largo de las últimas décadas implican mejoras en la efectividad del sistema de impartición de justicia, educación de excelencia con sesgo hacia la innovación, la apertura al comercio internacional, excelente ambiente para hacer negocios y la flexibilidad laboral.
Sobre este último punto, Dinamarca es también un modelo para seguir con su política de flexiseguridad laboral. Básicamente combinan la flexibilidad laboral, que es necesaria en un mundo globalizado que cambia continuamente, con la seguridad de los trabajadores. Esto es, permite a las empresas despedir/contratar de forma más rápida, ajustar la jornada laboral, modificar el salario, las prestaciones en épocas de crisis o bonanza.
Libertad laboral
A cambio, el gobierno se encarga de temas de seguridad pagándole un salario, aunque esté desempleado, buscándole fuentes de trabajo, capacitándolo en otras funciones, reeducarlo. Lo anterior ayuda a mantener niveles muy bajos de tasa de desempleo.
Se trata de un tema espinoso, ya que en cualquier otro país enfrentaría inevitablemente a empresarios y sindicatos, algo que la mayoría de los políticos en el mundo busca evitar.
Lo anterior en conjunto ha hecho que Dinamarca ocupe el lugar número 10 en el índice de Libertad Económica. México el 67.
Sin duda, Dinamarca es un modelo inspirador. Son muchos los factores que lo hacen posible, entre ellos el humano, económico y social. Pero no hay que confundirnos. Dinamarca no es, en absoluto, el paraíso socialista que vende la izquierda, sino un modelo relativamente liberal, pese al elevado papel del Estado.
A menudo, quienes quieren incorporar el “modelo danés” solo piensan en los impuestos altos, pero no la dominante libertad económica que tienen en otros aspectos.
Además, no tiene sentido pretender una permuta hacia el modelo danés a otras partes del mundo, sobre todo porque este debate es recurrente en países que parten de un grado de riqueza mucho menor que el que tenía Dinamarca cuando empezaron a introducir el Estado del Bienestar.