“Virgencita, plis cuida todo lo que guardo aquí de toda mano ajena”.
Esta es la súplica que se puede leer en el frente de una pequeña caja de cartón que en su interior guarda un bolígrafo, un juego de separadores y un cuaderno en el que se lee otro rezo para que el portador nunca olvide lo que en este escribirá.
El diseño exterior de la caja está decorado con figuras geométricas rosas, moradas, azules, anaranjadas y verdes, todas en brillantes tonos pastel. Al centro resalta un broche con la imagen caricaturizada de la virgen de Guadalupe, a quien están dirigidas las plegarias.
Este artículo es parte de la línea ‘Virgencita plis’, de la marca que impulsó Distroller, una compañía que desde hace 10 años vende productos infantiles con la virgen mexicana como estandarte mercadológico.
“Una cosa es ser católico y otra es ser fiel a la virgen de Guadalupe. Esa es la principal característica de ‘Virgencita Plis’, además de la combinación de colores tan folclóricos y mexicanos que utilizan en los productos”, dice Lourdes López, licenciada en Mercadotecnia por la Universidad Latinoamericana.
En México, alrededor de 84 millones de personas mayores a cinco años son católicas, según el último registro del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), cifra que auguraba el éxito de una marca que se desarrolló a raíz de uno de los principales símbolos de fe de México.
Ícono cultural
Distroller registró ‘Virgencita Plis’ en 2008 y desde entonces posee los derechos para fabricar productos como ropa, joyería, velas, cuadernos y otros artículos de papelería, sombrillas, bolsos, carteras, muebles, utensilios de cocina, zapatos, juguetes y otros con el sello de la marca, según el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI).
El catálogo de artículos con la imagen de la virgen mexicana incluye cerca de 500 productos que actualmente se venden a través de cadenas como Walmart, Palacio de Hierro y Liverpool, además de contar con 76 tiendas en México, tres en Estados Unidos, siete en España, cuatro en Perú, dos en Panamá y cuatro en Chile.
Además, la empresa planea abrir cinco tiendas en Colombia y también ampliar su presencia en Estados Unidos, junto con otras cinco, dice su director, Daryn Fillis.
Esta cadena de distribución está pensada para satisfacer la demanda de la línea en el continente americano, donde radica casi la mitad de la población que es fiel al catolicismo.
De los 1,285 millones que existen en el mundo, el 49% se encuentran en el continente americano, de acuerdo con el Anuario Pontificio 2017 elaborado por el Vaticano.
Sin embargo, ser un ‘guadalupano’ en México no solo es una cuestión de religión, sino de identificación cultural o incluso racial, dice Maurilio Suárez, docente en el departamento teológico de la Universidad La Salle.
“La virgen de Guadalupe es un ícono que identifica a México en cualquier parte del mundo y en un país en el que somos mayormente católicos. Esta figura es bastante importante, inclusive para los no creyentes. He llegado a escuchar gente que dice: ‘no soy católico pero soy guadalupano’. Trasciende la religión”, dice el catedrático.
Esto contribuye a que cada año se registre un crecimiento en las ventas de ‘Virgencita Plis’, cuyos precios varían entre los 79 y los 1,299 pesos, según la página de internet de la compañía.
La principal fortaleza de la marca, reitera Lourdes López, es el ‘milagro’ que aportan los diseños a partir de la imagen sagrada.
“La virgen es un símbolo muy especial por ser madre de Jesucristo y su aparición en México es muy significativa. Los indígenas eran tratados como animales por los conquistadores españoles. La aparición de una virgen con rasgos indígenas redignifica al nativo de las tierras mexicanas de que sean reconocidos como personas. Por eso tiene un significado tan poderoso”, complementa Suárez.
La ‘madrina’ de Distroller
Con la línea ‘Virgencita plis’, Distroller aprovechó el significado cultural de una imagen que se considera sagrada y cuya leyenda cuenta que durante el primer tercio del siglo XVI se apareció al menos cuatro veces en el cerro del Tepeyac, ubicado al norte de la Ciudad de México.
En ese sitio se encuentra la Basílica de Guadalupe, un templo construido en honor a la virgen mexicana, en donde cada 12 de diciembre se reúnen millones de feligreses -nacionales y extranjeros- para conmemorar su día.
En 2017 se registró una asistencia de 7.2 millones al santuario durante la celebración, informó la Secretaría de Seguridad Pública capitalina.
“La virgen es como la madrina de Distroller, porque fue la primera marca e impulsó al resto. Con ella la gente se identifica mucho, es un ícono que cae muy bien a la mayoría y lo que hizo ‘Virgencita Plis’ fue volver menos formal la manera de pedirle sus favores”, dice Amparo Serrano, fundadora de Distroller y diseñadora de la línea estrella de la firma.
Amparito, como también es conocida, reconoce que hay personas que cuestionan el uso de un ícono religioso como emblema de una marca con fines lucrativos.
“Hay gente que dice que yo estoy lucrando con la marca. Sí es lucrar en algún aspecto, pero también está la parte de compartir. Cada que tú compras un producto en Distroller, el 10% se destina a alguna fundación de las que apoyamos”, dice la empresaria.
El dilema de lucrar con la fe
La imágenes religiosas son propiedad de la iglesia a la que se encuentran asociadas.
La de la virgen de Guadalupe pertenece a la católica, aunque por tratarse de una organización “sin fines de lucro” está impedida para cobrar regalías a Distroller o a cualquier otra empresa que decida utilizar sus íconos con fines comerciales.
Sin embargo, es imposible registrar la imagen exacta del cuadro de la virgen de Guadalupe que se encuentra en la Basílica, por ejemplo, explica el abogado corporativista Diego Lara.
“Distroller hace una figura casi de caricatura y lo meten como una imagen propia de una marca, pero que no es exactamente la virgen de Guadalupe”, explica el experto.
Las implicaciones de un ícono espiritual en términos comerciales podrían impactar a una compañía si un alto porcentaje de la población considerara que se está lucrando con la fe de las personas, dice Lourdes López, aunque reconoce que hasta ahora el manejo de ‘Virgencita Plis’ y Distroller ha sido respetuoso, lo que contribuye a fortalecer la marca.
“Yo creo que existe una polaridad de opiniones entre la gente sobre el punto de lo moral de utilizar una imagen religiosa con fines lucrativos. Te puedes enfrentar a una población que no le parezca tan agradable hacer una distorsión de una imagen sagrada convertida en la portada de una libreta”, concluye López.