Turquía le dio una lección al mundo sobre la importancia de tener un banco central autónomo, aunque no de la forma que hubiera querido.
El presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, señalado como un líder autoritario y quien ha estado en el poder desde el 2003, presionó al banco central de su país para mantener artificialmente las tasas de interés bajas, mientras la inflación se salía de control.
“Tenemos muchos instrumentos. Creo que veremos las tasas de interés caer próximamente (…) Estoy seguro que nuestros bancos estatales y privados asumirán la responsabilidad, si es necesario”, dijo Erdoğan en un evento público en Estambul, a mediados de julio. Esa fue una de las múltiples presiones del presidente turco al banco central de su país.
Una tasa de interés baja fomenta la circulación del dinero, los préstamos y la reactivación de una economía. Por el contrario, un aumento en la tasa reduce la liquidez para contener las presiones inflacionarias, pero esto encarece los créditos y limita el crecimiento económico.
Erdoğan obtuvo poderes ampliados a inicios de julio pasado y nombró a su yerno Berat Albayrak como ministro del Tesoro y Finanzas. La lectura de los analistas fue unánime: eran señales claras de que el presidente controlaría la política económica. La independencia del banco central estaba en riesgo.
En julio, la inflación en Turquía aumentó 15.85%, por encima del objetivo del banco central de 5%; solo se necesitaba una chispa para detonar la bomba en la que Erdoğan y su gobierno estaban sentados. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, fue quien la hizo estallar.
Trump autorizó duplicar los aranceles al acero y aluminio turco a 50 y 20%, respectivamente.
Las complicaciones
Las tensiones comerciales con Estados Unidos se sumaron a la alta deuda en dólares de empresas y bancos turcos, reservas internacionales insuficientes, déficit fiscal y de cuenta corriente y, por supuesto, la falta de independencia del banco central turco.
La lira turca se devaluó casi 25% en cuatro días, a mediados de agosto. El pánico y la aversión al riesgo no tardaron en extenderse. Los inversionistas, en su necesidad de refugio, voltearon a activos como el dólar, que se fortaleció frente a la mayoría de monedas del mundo, incluido el peso mexicano.
“Los portafolios globales no se meten mucho en qué tipo de gobierno tienes, se meten en el sentido de que tu economía sea viable y sostenible y de que vayas a honrar los compromisos de las deudas en que están metidos ellos”, dijo Joel Martínez, director general de la firma Visor Financiero.
La palabra “contagio” y Turquía empezaron a volverse sinónimos en los reportes de instituciones y de analistas.
La vulnerabilidad de los mercados emergentes se hizo presente. Incluso, el riesgo de tener concentradas las inversiones es clave para un contagio, de acuerdo con un análisis del Instituto Internacional de Finanzas (IIF).
Una de las monedas más golpeadas entre emergentes fue el peso argentino y las complicaciones turcas solo nublaron más su panorama. Para contrarrestar el efecto turco, el Banco Central de Argentina decidió, en una jornada, aumentar 500 puntos base su tasa de interés para ubicarla en 45%, el 13 de agosto; lo anterior, como una medida para frenar la depreciación de su moneda y estabilizar su inflación.
Los emergentes han mostrado signos de padecer el vaivén dentro del ambiente macroeconómico y, sin duda, la volatilidad arreciará para ellos
Gustavo Fuentes, analista bursátil.
México no se libró del contagio turco. La fortaleza del dólar impactó al peso mexicano y los principales índices mexicanos fueron víctima de la aversión del riesgo del inversionista, siguiendo la tendencia mundial.
Más allá de emergentes
El temor a un contagio no se quedó únicamente en los emergentes. Las acciones del sector financiero europeo resintieron la presión turca. Los títulos de BBVA se hundieron poco más de 10% entre el 10 y el 13 de agosto.
BBVA es el principal accionista de Garanti, el banco de Turquía más grande por valor de mercado y el de mayor importancia en términos de rentabilidad, calidad crediticia y capital. BBVA ha dicho que Garanti es uno de sus pilares de transformación y el mercado turco es uno de los más importantes para el banco español.
El dejar crecer esta crisis puede derivar en problemas financieros “que impactarían al mercado de bonos, sobre todo de Europa, que afectaría a los tenedores de valores de bancos europeos; un efecto dominó”, dijo BlackWall Street Capital, firma de asesoría en inversiones.
El banco central mandó en su momento mensajes a los mercados y aplicó medidas,. por instantes dudosas, para frenar la depreciación de su moneda y controlar su inflación. Hasta el 13 de septiembre, el Banco Central de Turquía elevó en 625 puntos base, a 24%, su tasa de interés.
El banco central turco terminó mandando, entre líneas, dos señales al mercado: la autonomía ha regresado y la injerencia Erdoğan sobre políticas económicas ha cedido… al menos por ahora.