Reunidos en un castillo en una montaña de Alemania el pasado noviembre para un retiro nocturno que terminó con una degustación de whisky, las autoridades rebeldes del Banco Central Europeo (BCE) y Christine Lagarde, su nueva presidenta confirmada, hicieron un pacto.

Lagarde se comprometió a pasar más tiempo escuchando, y no a tomar decisiones antes de que las autoridades monetarias hubieran participado en el debate, algo de lo que a menudo se acusaba a su predecesor Mario Draghi.

A cambio, pidió disciplina al Consejo de Gobierno, el principal órgano de decisión del BCE, que está formado por los jefes de los bancos centrales nacionales de los 19 países de la zona euro y seis miembros del Comité Ejecutivo, entre los que se encuentra la propia Lagarde.

También pidió que los gobernadores dejen de criticar las decisiones tomadas y que mantuvieran las disputas internas fuera de los medios de comunicación, según dijeron 11 fuentes.

Una mirada a sus primeros tres meses en el cargo sugiere que Lagarde hace cambios sutiles, pero significativos, en el BCE.

 El cambio es cultural pero bastante profundo. La cultura de la institución influye en la forma en que tomamos las decisiones, por lo que tiene un impacto en la política,

dijo una de las fuentes que habló bajo el anonimato.

El BCE y Lagarde se negaron a hacer comentarios. Draghi no respondió a una solicitud de comentarios.

Los cambios con Lagarde

Las reuniones ahora comienzan varias horas antes, lo que deja más tiempo para la deliberación y da tiempo a las autoridades para hablar.

En gran medida, Lagarde preside el debate, habla relativamente poco y mantiene sus puntos de vista en silencio para fomentar un debate abierto, según las fuentes.

“Cuando los gobernadores hablan, ella escucha. Puede que esto no parezca algo importante, pero Mario estaba a menudo con el teléfono o el iPad”, dijo una segunda fuente.

Madame Lagarde le dice a la gente que guarde los celulares,

agregó.

Las propuestas para las reuniones se entregan a los gobernadores hasta con una semana de antelación, no solo horas antes por temor a filtraciones, añadieron algunas fuentes.

Otra señal del clima de paz es que los miembros del Consejo de Gobierno han aceptado en gran medida la petición de Lagarde de no discutir públicamente la esencia de la amplia reforma de la política monetaria del BCE.

Compañeros de Lagarde dicen que su encanto y accesibilidad contrastan con el estilo más distante de Draghi. Ella utiliza los ascensores de personal dentro de la torre del BCE, pregunta los nombres de la gente y charla gustosamente con sus colegas.

Sin embargo, la exministra de finanzas francesa es una despiadada controladora de los tiempos, hace que las reuniones no duren más de lo establecido, se respete la agenda y recuerda a menudo a los asistentes que presenten mensajes breves y al grano.

En una reunión (de la Junta Europea de Riesgo Sistémico), cuando a un ponente se le acabó el tiempo y pidió indulgencia, ella dijo que lo sentía, que teníamos que seguir adelante, y se acabó,

dijo una tercera fuente.

Lagarde, la mujer de inteligencia política

El economista jefe del BCE, Philip Lane, aún dirige los debates sobre la política monetaria, y recibe el tiempo necesario de Lagarde, quien carece de la experiencia en política monetaria de sus predecesores. 

“Christine conoce sus limitaciones en materia de política monetaria y sabe que debe presidir el debate y no dominarlo. Ella es más presidencial”, dijo una cuarta fuente.

 Excolegas del FMI la describen como una dura negociadora cuya fortaleza reside en la construcción de consensos.

Considerada más hábil políticamente que Draghi, se dice que Lagarde está en términos cordiales con la jefa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la canciller alemana, Angela Merkel.

Escucharon a Draghi durante la crisis, pero no tanto cuando las cosas iban bien. Se lleva bien con Von der Leyen y en esencia se puede decir que tiene una línea abierta con ella. Mario nunca tuvo esto con (los antiguos jefes de la Comisión) Barroso o Juncker,

indicó una quinta fuente.

“El número de llamadas telefónicas no aumentó repentinamente” entre Lagarde y Merkel, dijo otra fuente en Berlín, aunque ambas se conocen desde hace más de una década y tienen en común su posición conservadora en política.

La revisión estratégica que Lagarde lanzó el mes pasado podría ser transformadora para el BCE, retocar el objetivo de inflación actual -“por debajo pero cerca del 2%”- y mostrar una mayor tolerancia a las desviaciones, pese al riesgo de irritar a las autoridades alemanes de línea dura, detractoras de una política monetaria excesivamente expansiva.

Sin embargo, el deseo de la nueva presidenta del BCE de que el banco asuma un papel más importante en la lucha contra el cambio climático podría plantear desafíos tempranos para Lagarde, quien bromeó en una reunión el año pasado que era difícil llenar “los zapatos grandes (de Draghi)… pero yo tengo tacones altos”.