“Soy el hombre arancel. Cuando la gente o países vienen para arruinar la gran riqueza de nuestra nación, quiero que paguen por el privilegio de hacerlo”, tuiteó el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a inicios de diciembre pasado.

Su obsesión con los aranceles ya le cobró factura.

Desde su campaña presidencial, Trump se vendió como enemigo del déficit comercial de Estados Unidos, pero con sus políticas proteccionistas se ha dado un balazo en el pie.

En diciembre de 2018, el déficit comercial creció a 59,800 millones de dólares -un máximo de 10 años- desde los 50,300 millones de noviembre. Mientras que en todo el año, el déficit sumó 878,703 millones de dólares frente a los 795,680 millones de un año antes, de acuerdo con cifras del Departamento del Comercio.

La realidad, sin embargo, es que los déficits comerciales no tienen casi nada que ver con los aranceles ni con otras restricciones al comercio. El déficit comercial total siempre es igual a la diferencia entre el gasto en inversión interno y el ahorro interno (tanto privado como público). Es simple contabilidad

escribió el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, en su columna en el diario The New York Times, a inicios de marzo.

Trump en tanto, argumenta que los aranceles siempre serán la mejor forma de maximizar su poderío económico.

En este escenario se ha enfrascado en una guerra comercial con China, país con el que mantiene el mayor déficit comercial y a quien ha impuesto aranceles equivalentes a 250,000 millones de dólares.

Aunque esto no ha servido para revertir el desbalance comercial con el dragón asiático. Al cierre de 2018, el déficit comercial de Estados Unidos con China, sumó 419,162 millones dólares. Esto es 43,586 millones más que en 2017.

Con México, a quien obligó a renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) la situación tampoco es diferente. En 2018, el déficit comercial cerró en 81,517 millones de dólares, la mayor cifra desde que se tiene registro.

Lo anterior pese a sus amenazas de terminar con el TLCAN y a la imposición de aranceles a la industria acerera. En este sentido, los únicos afectados por los aranceles son los consumidores, quienes deben pagar precios finales más elevados.

Los efectos no solo se quedarán en Estados Unidos. La economía mundial también pagará por la obsesión de Trump.  A inicios de marzo dijo que terminará con el trato preferencial para India y Turquía, el cual permite la entrada libre de aranceles a las exportaciones desde estos países por un valor de hasta 5,600 y 1,700 millones de dólares para las mercancías indias y turcas, respectivamente.

Por lo que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, indicó que es poco probable que las nubes comerciales se disipen. “Incluso si Estados Unidos y China concluyen pronto un acuerdo comercial … se pueden implementar otras medidas”

El riesgo evidente es que el daño a los sectores sensibles al comercio se retroalimentará en las ya débiles perspectivas de crecimiento, lo que significa más vientos en contra para los mercados

escribieron en un reporte analistas del Instituto de Finanzas Internacionales.