Es probable que un cambio al trabajo remoto elimine hasta 800,000 millones de dólares del valor de los edificios de oficinas en las principales ciudades del mundo para 2030.
De acuerdo con un estudio realizado por McKinsey en nueve ciudades (Beijing, Houston, Londres, Nueva York, París, Múnich, San Francisco, Shanghái y Tokio) se mostró que la demanda de espacios de oficinas sería 13% más baja en 2030 que antes de la pandemia.
Las ciudades participantes en el estudio son consideradas “superestrellas” son ubicaciones con una aportación significativa al Producto Interno Bruto (PIB) urbano del mundo y al crecimiento del PIB en general.
La encuesta informó que los empleados continuaron pasando menor tiempo laborando en la oficina en comparación a los tiempos previos a la pandemia.
El trabajo remoto ha contribuido a la migración fuera de las principales ciudades, en parte influenciado por los modelos completos de trabajo desde el hogar y la disponibilidad de vivienda más barata en las áreas urbanas.
A raíz de la pandemia de COVID-19, los inquilinos han disminuido sus lugares de trabajo y varias empresas han cambiado de un modelo de trabajo híbrido a uno remoto permanente.
La disminución de la demanda ha llevado a los inquilinos a negociar contratos de arrendamiento más cortos con los propietarios
se menciona en el informe McKinsey
Te puede interesar: Millennials y generación Z buscan equilibrio entre el trabajo y su vida personal; valoran los esquemas híbridos o remotos
Disminuyen los valores de las propiedades
Además del aumento de las tasas de desocupación, las firmas de propiedades comerciales a nivel mundial enfrentan una batalla contra fuertes caídas en la valoración de sus propiedades, debido al aumento de los costos de los préstamos, que ha obligado a los inversionistas a buscar vías más rentables.
El impacto podría ser más fuerte si las instituciones financieras en problemas deciden reducir más rápido el valor de las propiedades que financian o poseen.
El informe McKinsey se da a conocer en un momento en que las economías mundiales se enfrentan a una serie de desafíos macroeconómicos, como la inflación elevada, niveles de tasas de interés altos y temores de una posible recesión económica.