La Ciudad de México es un entorno de riesgo, por un lado a causa de las características del suelo, la falta de aplicación de los reglamentos de construcción, y por la cantidad de inmuebles que sismo tras sismo acumulan daños, alrededor de los cuales la vida cotidiana continúa.
Después del sismo del 19 de septiembre de 2017, más de 12,000 inmuebles unifamiliares y multifamiliares presentaron algún tipo de daño, de acuerdo con la plataforma Reconstrucción CDMX.
Se clasifican en Alto Riesgo de Colapso aquellos inmuebles que tienen daños estructurales que no pueden ser reparados o intervenidos, deben ser demolidos o en su caso, reconstruidos.
Los de Alto Riesgo, aquellos que presentan daños en elementos estructurales que requieren un proyecto inmediato de reforzamiento avalado por un Corresponsable de Seguridad Estructural para restablecer su seguridad, los cuales tampoco son habitables.
Y de Riesgo medio, que presentan daños que no comprometen estructuralmente la seguridad del inmueble y requieren un proyecto de rehabilitación.
“El rubro de vivienda unifamiliar se integra por 11,893 viviendas con daño, de las cuales el 11.67% son de alto riesgo de colapso y el 14.40% de alto riesgo; mientras que para el concepto de vivienda multifamiliar, el total es de 444 edificios, de los cuales el 39.19% son de alto riesgo de colapso y el 23.87% de alto riesgo”, dijo José Antonio López Meza, Ingeniero Civil, especialista en estructuras y miembro de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica.
Ver de frente al miedo
Los inmuebles con riesgo alto no son peligrosos únicamente para quienes les ocuparon, pues también generan inseguridad para las personas que habitan, trabajan o estudian alrededor de ellos.
“A unas calles de donde yo rento hay un edificio de la Secretaría de Salud al que le deben demoler dos pisos, los trabajos comenzaron pero luego al parecer fueron suspendidos. Cuando paso por ahí siento temor e indignación. Yo le digo el edificio del terror y evito pasar cerca de él”, comenta Brenda Sandoval, vecina de la colonia Tránsito en la alcaldía Cuauhtémoc.
“Hay otro que está frente a mi casa al que le faltan varias paredes, algunas cortinas de los locales se dañaron con el sismo y han hecho algunas cosas por ocultar esos daños. Aunque ya me he acostumbrado a él”.
Sandoval vivió el sismo en su casa y recuerdo que al edificio se le caía parte de la cubierta, recuerda cómo se movía.
“Las primeras semanas fue muy difícil volver a casa. Ahora ya no tengo tanto miedo pero cuando la gente me visita se asusta. Sobre todo pienso en la negligencia de dejar el edificio así: los vidrios están rotos y las grietas están expuestas. Generalmente no pienso tanto en el edificio pero todos los días lo miro frente a mi ventana y cuándo ha temblado he llorado por el miedo”, cuenta.
Los inmuebles colindantes a los dañados están de la misma manera en un alto riesgo, aunque este puede variar por diferentes razones, indica el especialista en estructuras, la principal es la falta de separación de colindancias.
El Reglamento de Construcción del Distrito Federal y sus normas Técnicas Complementarias para Diseño por Sismo especifican que debe existir una separación mínima entre colindancias, la cual se obtiene a partir de un cálculo estructural.
“Es común que esta separación sea mínima o inexistente, y eso provoca choques entre los edificios durante los sismos y el daño por supuesto entre los mismos. Sobre todo, cuando los edificios colindantes difieren en altura, es más probable que aumente el daño, ya que la diferencia de alturas provoca un comportamiento dinámico durante los sismos muy diferente y regularmente los más altos se deforman más y chocan a los más bajos” explica el ingeniero.
Es una separación que normalmente no se respeta por diferentes factores, por un lado la separación implica a los desarrolladores un menor margen de construcción, es decir menos espacio comercializable por lo que prefieren ignorarlo; por otro, la falta de capacitación y actualización de los profesionistas estructuristas y arquitectos, así además de las negligencias se suma una mala aplicación de las normas de construcción.
El segundo factor de riesgo es el tiempo que tarda un inmueble en ser demolido. “Entre más tiempo se tarde en demoler los edificios con alto riesgo de colapso, el riesgo para los colindantes es mayor ya que pueden ocurrir nuevos eventos sísmicos. Por la cercanía una falla parcial o total de un inmueble dañado puede llevar a la falla a los vecinos” dice López Meza.
Según el registro de la plataforma reconstrucción.cdmx, de los más de 12,000 inmuebles dañados han sido demolidos 157 unifamiliares y únicamente 15 multifamiliares.
El tercer factor de riesgo se refiere al proceso de intervención de inmuebles dañados, pues la reconstrucción de edificios debe estar acompañada de un nuevo trabajo en cimientos, e decir hacer excavación y proteger colindancias “para evitar la pérdida de la estabilidad de las paredes de la excavación y del apoyo de los edificios colindantes, pero en muchos casos, el trabajo es de baja calidad y existen hundimientos que dañan las bases de los edificios vecinos, y aparecen agrietamientos en muros y losas-pisos” indica José Antonio López Meza.
Apostar por la resiliencia
“La situación del suelo no va cambiar, la parte física natural va seguir, así como la sismicidad. Lo que se tiene que atender es la vulnerabilidad de la población. El sistema de monitoreo tiene buena cobertura y eso ha facilitado entender cómo se desempeñan los movimiento sísmicos” dijo Ricardo Javier Garnica, Técnico Investigador titular, del Instituto de Geografía de la UNAM.
Destaca que si se conocen cuáles son las principales zonas de riesgo debería ser posible establecer puntos críticos y protocolos que eviten las pérdidas humanas en casos de desastre.
Sin embargo Antonio López no desestima la obligación personal de los habitantes de la ciudad, pues considera que entre las cosas que han frenado los procesos es que hay pasividad entre la gente para llevar a cabo la reconstrucción, principalmente por la falta de documentación oficial como la escrituración de los inmuebles y conflictos entre condóminos, además de que pocas personas se han dado a la tarea de asegurar sus viviendas.
Pues a nivel nacional únicamente 26% de la población cuenta con un seguro para la vivienda, según cifras de la Asociación Mexicana de Asociaciones de seguros.
Vivimos en una ciudad de riesgo, pero la gente no quiere ver eso. Prefieren creer que no va temblar más fuerte y olvidar ese evento traumático, cuando más bien tendríamos que pensar que cualquiera de nosotros podemos convertirnos en damnificados por un sismo
, opina el estructurista.