En nombre de su lucha contra la corrupción, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha emprendido una serie de acusaciones judiciales contra funcionarios de las administraciones pasadas.

Esta vez es turno de Rosario Robles, quien este martes fue vinculada a proceso por el el delito de ejercicio indebido del servicio público.

Los medios de comunicación y la Auditoría Superior de la Federación (ASF) detectaron presuntas irregularidades durante su paso por la ahora extinta Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) en el sexenio de Enrique Peña Nieto.

La ASF detectó en sus administraciones presuntos daños al erario, donde se utilizaron esquemas similares para supuestamente desviar cantidades que en total superan hasta los 10,000 millones de pesos.

Robles se ha defendido y ha dicho que la pueden investigar “hasta por debajo de las piedras”, pues en ningún contrato irregular aparece su firma.

Patadas de ahogado 

Hace unas semanas un juez federal negó frenar indefinidamente la ejecución de cualquier orden de aprehensión en contra de la extitular de Sedesol, quien buscaba blindarse para que la Fiscalía General de la República no la arrestara por el caso de La Estafa Maestra, una investigación periodística que reveló el desvío de recursos a través de contratos con universidades durante su gestión. 

A Robles le regresaron los 69,500 pesos que el juez impuso para la suspensión provisional.

Por la tarde, la exfuncionaria también le escribió una carta al presidente de la Suprema Corte de Justicia, Arturo Zaldívar, donde le pide que el proceso que se ha iniciado contra ella sea apegado a derecho. 

“Tengo la misma casa en propiedad desde 1995, una cuenta personal que acredita cómo he obtenido mis ingresos y que no poseo propiedades o activos que haya adquirido durante estos últimos seis años”, dice la misiva.

Una vida de escándalos

La carrera política de Robles Berlanga ha estado acompañada del escándalo y la polémica.

Eran los últimos años de la década de 1990 y los primeros años del siglo XXI cuando la economista por la Universidad Nacional Autónoma de México se perfilaba como uno de los personajes con más peso dentro del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Su carrera iba en ascenso luego de ser la secretaria de Gobierno durante la jefatura de Cuauhtémoc Cárdenas, quien la dejó en el cargo cuando se aventuró en su tercer intento por convertirse en presidente de México.

Antes de Claudia Sheinbaum, Robles podía presumir que era la única mujer que había ostentado el cargo de jefa de gobierno del Distrito Federal, ahora Ciudad de México.

En esa época parecía que la extitular de la Sedatu apuntaba a encabezar una fuerte corriente del sol azteca, luego de convertirse en su presidenta nacional, pero vino un escándalo que la obligó a renunciar. Fue la primera caída de su carrera política.

Distintas figuras del perredismo como René Bejarano, Gustavo Ponce y Carlos Imaz –entonces esposo de Sheinbaum–  fueron grabados recibiendo sobornos del empresario Carlos Ahumada, con quien Robles mantenía una cercanía. Los implicados la señalaron como responsable de llevarlo a su círculo político. Ante la presión, se retiró también del PRD.

Por años se mantuvo alejada. Parecía que el fin de su carrera política había llegado, hasta que en el 2012, luego de que el PRI recuperara la presidencia con Enrique Peña Nieto, reapareció como titular de la Secretaría de Desarrollo Social, un puesto que tuvo hasta 2015, para luego pasar a la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, su último cargo en el gobierno.

Para Robles podría quedar obsoleta aquella frase que en el 2013 desde Chiapas, ante los primeros señalamientos, el entonces presidente Peña Nieto le dijo: “Rosario no te preocupes, hay que aguantar”.