La reproducción no autorizada de obras protegidas y el rezago en la legislación de los derechos de autor se han convertido en ‘piedras en el zapato’ de la industria editorial mexicana, pues su existencia evita que los autores obtengan regalías y le pone un freno al sector.

Los derechos de autor son el reconocimiento que hace el Estado en favor de los creadores de las obras literarias y artísticas, que las protege para que los autores gocen de “prerrogativas y privilegios exclusivos de carácter personal y patrimonial”, detalla el artículo 11° de la Ley Federal de Derechos de autor.

Entre estos privilegios se encuentra el derecho de negar o aprobar la reproducción, publicación o edición de su obra, así como el de cobrar regalías por su uso. Sin embargo, la legislación no contempla la reproducción no autorizadas de los libros para uso personal.

“Una de las excepciones que marca la ley para no pagar regalías es la copia privada. Sin embargo, es un perjuicio para el autor, pues no se compra el libro… y los autores viven de sus obras”, explica José Antonio Gebara Saldívar, director del Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor (CeMPro) en entrevista con EL CEO.

Es muy importante compensar al autor

, José Antonio Gebara

Actualmente no existen cifras de cuántos libros se imprimen de este modo en México, aunque se estima que representan una afectación significativa para los creadores.

Piratería, el gran enemigo a vencer

La apropiación ilegal de las obras literarias para reproducción, ya sea con fines comerciales o no, es uno de los principales problemas a los que se enfrenta la industria editorial mexicana.

Se estima que en 2017, al menos 9 millones de personas consumieron libros piratas, de acuerdo con la Encuesta para la Medición de la Piratería en México, elaborada por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y la Coalición por el Acceso Legal a la Cultura.

Esta cifra cobra más relevancia si se toma en cuenta que el año pasado se registró un decrecimiento de la población lectora en México, ya que solo 45 de cada 100 personas mayores a 18 años registraron haber leído libros, revistas o páginas de internet, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

En 2015, 50 de cada 100 mexicanos reportaron haberlo hecho.

Para el caso de los libros, 46.5% de las mujeres declararon haber leído cuando menos uno durante el año. En el caso de los hombres, el porcentaje fue de 43.6%.

El número de lectores que consumen libros piratas en formato físico (44%) y digital (48%), está afectando también las ventas en el sector.

En 2017, la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM) registró la menor venta de libros en los últimos cinco años. Las cifras de 2018 se conocerán tras el cierre del año fiscal.

Para abatir esta situación, CeMPro realiza acciones para atacar la piratería física y digital, así como cabo talleres de concientización para niños, donde se habla sobre la importancia de la propiedad intelectual.

“Si logramos concientizar a los ciudadanos desde temprana edad, podemos lograr que cambien las cosas”, dice Gebara.

Falsas creencias, frenos reales

“El principal obstáculo es el desconocimiento sobre el trámite”, considera Isaac Reyes, director de la firma especializada en marcas y patentes Poliedro Empresarial.

Existen distintas razones por las que un autor no registra su obra, como la creencia de que al hacerlo “alguien se va a robar su trabajo”, la falta de acercamiento con las editoriales y la idea de que, si lo suben a una plataforma en internet, su trabajo quedará protegido y tendrá mayor difusión.

“Ese es un problema, pues si no está registrada la obra y alguien más decide tomarla o ponerla a su nombre, difícilmente se puede comprobar que no es así”, explica Reyes.

La conciencia de la importancia de registrar obras permitió que en 2018 se registrara la mayor alza en el número de registros de obras al menos desde 2012, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor).

¿Un futuro más brillante?

La ratificación del Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC), que sustituiría al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es potencialmente un aliado para reducir esta práctica, considera el experto.

“El T-MEC podría beneficiar el estado de los derechos de autor, pues pone más énfasis en perseguir la piratería y en defender a los creadores originales de las obras”, Isaac Reyes.

El capítulo 20 del T-MEC, que habla sobre los derechos de propiedad intelectual, establece medidas penales a quienes infrinjan los derechos de autor en el entorno digital y abre la posibilidad para que los creadores obliguen a los proveedores de servicios a identificar a los usuarios que hayan montado la obra.

Los proveedores estarían exentos de responsabilidad por las violaciones, siempre y cuando ellos no las controlen, inicien o dirijan, de acuerdo con el texto que todavía no es aprobado por el Congreso estadounidense.

México tendrá un periodo de gracia de tres años para implementar estas  reglas.

Sin embargo, la industria editorial ya busca ajustes y modificaciones que mejoren las condiciones de los derechos de autor en el país. Con ese objetivo, se han mantenido dos reuniones con el diputado Sergio Mayer Bretón, presidente de la comisión de Cultura y Cinematografía.

“El diputado ha estado en la mejor disposición”, dice Gebara, quien espera encontrarse pronto de nuevo con el legislador para abonar a los esfuerzos por respetar las obras de los creadores.

“Mientras más informada esté la sociedad, más se harán respetar las leyes y más crecerá el registro de obras”, considera.