La primera caravana de centroamericanos que partió de Honduras hacia Estados Unidos hace más de 20 días ahora se encuentra en la Ciudad de México y se refugia temporalmente en el estadio Jesús Martínez ‘Palillo’.

Los otros miles de migrantes están en el Estado de Puebla y otros más están rezagados en Chiapas.

Más de 1,000 centroamericanos, muchos de ellos huyendo de la violencia de las pandillas y de las dificultades económicas en sus países de origen, descansan en el estadio donde el gobierno los proveyó de asistencia médica y alimentos. Los primeros migrantes llegaron a la capital el sábado alrededor de las 5 de la tarde gracias al ‘aventón’ que les dio un particular, pero la mayor parte llegó al siguiente día.

En vísperas de las elecciones legislativas de mañana en Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha advertido repetidamente sobre el avance de la caravana y ha ordenado a miles de tropas dirigirse a la frontera mexicana, donde se ha colocado alambre de púas este fin de semana.

CIviles armados estadounidenses -unas 100 personas parte del grupo Minuteman de Texas- anunciaron que se dirigirán a la frontera para detener a los migrantes que traten de ingresar y esperan que se les unan milicias de otros estados, como Oregon e Indiana.

Alertan sobre desaparecidos

El pasado viernes, el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, ofreció transportar en autobuses a los más de 5,000 migrantes hacia la capital del país; sin embargo, el mandatario canceló la ayuda argumentado la falta de agua en la capital.

Ante ello, los migrantes decidieron seguir a pie hasta Ciudad Isla, Veracruz, situación que provocó que la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos se pronunciara en contra de estas decisiones.

“Esta cancelación está teniendo como resultado la fragmentación de la Caravana, cuya unidad era su principal fuente de protección, una gran parte de las personas de la Caravana están no localizadas”, declaró desde su cuenta de Twitter.

El sueño no se apaga

“La mentalidad de todos nosotros es llegar a Estados Unidos, cumplir el sueño americano; primero confiando siempre en Dios que lo vamos a lograr pase lo que pase”, dijo Mauricio Mancilla, quien viajó con su hijo de seis años desde San Pedro Sula.

“Si venimos desde un país que la delincuencia y la pobreza nos tiene del cuello no tenemos miedo a nada ya”, enfatizó.

“Es un éxodo”, dijo Alejandro Solalinde, sacerdote católico y activista de derechos de los migrantes. “Es inédito”, destacó.

El gobierno de Estados Unidos ha presionado a México para que detenga el avance de los migrantes y el presidente Enrique Peña Nieto ha ofrecido documentos de identidad temporales y trabajos si se registran para obtener asilo en Chiapas y Oaxaca.

El Gobierno de México informó el sábado que estaba procesando cerca de 2,800 solicitudes de asilo y que alrededor de 1,100 centroamericanos habían sido deportados.

En la basílica de Guadalupe, un grupo de voluntarios llamaban con megáfonos a los migrantes, ofreciéndoles viajes en autobús hacia el estadio.

César Gómez, un guatemalteco de 20 años, dijo que se unió a la caravana para evitar los peligros de viajar solo y pagar miles de dólares a los contrabandistas de personas.

“Es un gran oportunidad irme”, dijo Gómez mientras esperaba que lo llevaran. “Primero es tratar de cruzar a los Estados Unidos, si no, puedo quedarme en México”, estimó.

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