Laura, Arely, Elizabeth y Ana María tienen opiniones distintas sobre las acciones que debió haber tomado el gobierno en el operativo para detener a Ovidio Guzmán López la tarde del jueves en Culiacán. Sin embargo, coinciden en lo fundamental: liberar al capo “era lo que se tenía que hacer” para evitar el recrudecimiento de la violencia en su ciudad.
Como ellas, miles de culiacanenses intentan sobreponerse a la jornada más violenta que ha visto la capital de Sinaloa y recuperarse, junto con sus seres queridos, del miedo y la impotencia que vivieron durante las horas de balaceras y bloqueos entre el Cártel de Sinaloa y el Ejército.
En redes sociales, muchos los habitantes de Culiacán coinciden y critican a quienes, desde fuera, califican las acciones del Gabinete de Seguridad y del presidente Andrés Manuel López Obrador como un fracaso.
Para ellos, la medida fue una forma de salvar la vida y garantizar su seguridad.
No nos vieron como números, nos vieron como seres humanos, como sociedad y por eso nos priorizaron
, dice Elizabeth.
Ella vive cerca de la zona militar de Culiacán. Desde que comenzaron los enfrentamientos por la detención de Guzmán, le advirtieron que integrantes del Cártel de Sinaloa tenían amenazadas a las familias de los soldados.
Temió que en cualquier momento, los narcotraficantes atacaran la zona.
“Estábamos advertidos como sociedad que iban a ir por los familiares de los soldados y elementos de seguridad. El riesgo era que también llegaran a los domicilios de las calles aledañas”, dice.
Por la tarde, supo que varios de sus familiares habían tenido que atravesar cerca de dos balaceras para poder llegar a su domicilio.
“Estábamos acostumbrados a las balaceras y a la violencia porque la ciudad la ha padecido por causa del narcotráfico, pero esto estaba muy por encima de lo que jamás habíamos vivido. La ciudad estaba secuestrada y la llegada de gente que respalda estos grupos no iba a tardar en llegar”, cuenta.
Elizabeth agradece y defiende la decisión del gobierno federal, pues espera que con la liberación del hijo de Joaquín Chapo Guzmán, las cosas vuelvan a su curso habitual en algunos días. Sin embargo, se dice decepcionada por las críticas a la medida emprendida por el gobierno federal.
Qué lamentable que no vean las vidas que se protegieron al tomar una determinación para el cese al fuego. Perder una batalla no significa perder una guerra.
‘Me despedí de mis hijos y de mi hermana’
Ana María no pensó que las cosas se fueran a salir de control esa tarde, pese a que el conductor del Uber donde viajaba le comentó de los rumores sobre un enfrentamiento en el área.
Dos de sus hermanos la esperaban en una marisquería; sus hijos se quedaron en casa de una de sus hermanas.
De pronto, un carro atacó a balazos a los militares que estaban frente al restaurante.
“Fue espantoso. De pronto me vi dentro del baño con otras 20 personas; los clientes que se quedaron afuera casi nos tumban la puerta, pero ya no cabía nadie más”, cuenta.
Ahí, en medio del enfrentamiento, lo único que pensó fue en llamar a sus hijos para despedirse.
No los tenía conmigo y necesitaba decirles que los amo
, recuerda.
Permaneció en el baño poco más de tres horas hasta que dejaron de escucharse los balazos. En ese momento, sus hermanos y ella, junto con los demás clientes y empleados de la marisquería, abandonaron el inmueble.
Regresó con sus hermanos en automóvil a su domicilio. La ciudad lucía abandonada.
Cuando se enteró de la liberación de Ovidio Guzmán, se relajó.
“Fue lo mejor. Estábamos en peligro las familias de los militares y nosotros”.
‘Le dije a mi esposo que regresara con los vidrios abajo’
El esposo de Arely salió de su casa rumbo al Oxxo que administra cerca de las 3 de la tarde.
Minutos más tarde, le llamó para avisarle que había enfrentamientos y pedirle que no saliera a la calle. Él permanecería refugiado en el establecimiento comercial, donde trabaja junto con su madre.
La tienda estaba cerca de la zona de las balaceras; apostados al frente había dos convoyes con gente armada. En la periferia había autos quemados y bloqueos.
Cerca de las seis de la tarde, le avisó a Arely que iba rumbo a su casa.
“Solo le pedí que trajera los vidrios abajo y que su mamá se viniera con él, para que (narcos y militares) vieran que es familia”.
‘Procuro que mi hijo no se entere de nada’
A Laura, los mensajes de WhatsApp que recibió luego de recoger a su hijo en la escuela la salvaron de llegar a una zona de balacera activa.
Ese día pensaba tomar su ruta habitual para realizar sus actividades vespertinas, cuando su teléfono celular comenzó a vibrar con insistencia. Se orilló para ver qué pasaba y entonces supo que estaba cerca de una zona con balacera activa.
Regresó a su casa temprano y, mientras veía angustiada los videos en redes sociales, intentaba mantener a su hijo alejado de las noticias.
La liberación de este muchacho para muchos aquí en Culiacán fue lo mejor que pudo suceder. Se hizo lo que se tenía que hacer, pero no fue lo correcto
, dice.
A las autoridades federales les reclama no haber planeado bien su operativo, mientras que a las locales – en especial al gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz – lo critica haber ‘desaparecido’ en el momento en que la capital del estado vivía una crisis.
“Da mucho coraje ver todo lo que pasó. En Culiacán somos muy fuertes y poco a poco regresaremos a la normalidad, aunque quedaremos con la llamada psicosis, como ha pasado en otras ocasiones”, comenta.