Hace 213 años nació en Oaxaca Benito Juárez, uno de los personajes más representativos en la historia de México, cuya figura cobró un nuevo auge con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia del país.

No obstante, durante su periodo en la presidencia, comprendida entre 1857 y 1872, Juárez firmó el tratado McLane – Ocampo, un acuerdo poco difundido que beneficiaba los intereses del oaxaqueño, poniendo en entredicho la soberanía del territorio nacional ante los Estados Unidos.

Por ello, para algunos historiadores, el legado del Benemérito de la Américas puede ser considerado como una ‘historia de bronce’, figura empleada para referirse a un personaje idealizado, como se ha catalogado a los niños héroes, Miguel Hidalgo o Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa.

“El término ‘historia de bronce’ es utilizado para referirse a un personaje histórico sobredimensionado. Se utiliza aludiendo a figuras humanas idealizadas que parecen salidas de la literatura fantasiosa”, explica José Luis García, historiador de la UNAM.

El Istmo en venta

Benito Juárez autorizó la firma del tratado McLane-Ocampo en 1859. El acuerdo concedía el paso a perpetuidad de los estadounidenses por el Istmo de Tehuantepec, el área terrestre más angosta entre el Océano Pacífico y el Golfo de México.

La firma de ese tratado, otorgaba el tráfico libre a Estados Unidos por la región donde se encuentran algunas poblaciones como Coatzacoalcos, Minatitlán y Acayucan en el estado de Veracruz, así como Salina Cruz, Juchitán de Zaragoza, Santo Domingo Tehuantepec, Unión Hidalgo y Ciudad Ixtepec en Oaxaca.

A cambio, el gobierno mexicano recibiría un pago de cuatro millones de dólares para financiar la lucha contra los conservadores, quienes pelearon representando los ideales del sector católico en la Guerra de Reforma.

Sin embargo, el tratado no fue ratificado por el Congreso de Estados Unidos, por lo que nunca entró en vigor, aunque dicho país ofreció apoyo material al gobierno juarista, con lo que el estado mexicano logró imponerse ante sus contrincantes.

“La ayuda material recibida por el gobierno de Juárez inclinó la balanza de la guerra en favor de los liberales. Sin la ayuda de Estados Unidos, los liberales hubieran sido derrotados. Aunque lo que ofrecía el presidente en ese entonces (el paso por el Istmo) representó para muchos un atentado en contra de la soberanía nacional y una traición a la patria”, dice el historiador.

La figura de Juárez

Los libros de texto en México relatan la historia de Benito Juárez como la del pastor que nació en Oaxaca, y que por diferentes circunstancias, luego de atravesar cualquier cantidad de adversidades, sale adelante hasta convertirse en presidente de México.

De acuerdo con Lourdes Alvarado, historiadora egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), la creación de una historia de bronce se debe a la necesidad de justificar las acciones de un gobierno o de un personaje.

“Benito Juárez ocupó la presidencia de la República en 1858 y durante los siguientes 14 años fue el principal líder nacional. Su empeño por impulsar las reformas liberales y por defender a toda costa la soberanía de la nación, lo convirtió en una de las figuras más importantes en la historia de México”, dice el libro de Historia de quinto grado de primaria que entrega la Secretaría de Educación Pública, por ejemplo.

De acuerdo con Lourdes Alvarado, la de Juárez es una historia de este tipo gracias a que la facción liberal de aquellos tiempos, requiere un discurso que justifique sus acciones, por lo que se utiliza el recurso de la historia y la interpretación de los hechos para crear una verdad ajustada a sus intereses políticos.

“Se ha puesto mucho a Juárez como esa persona adusta, que siempre se manejó al margen de la ley, que pareciera ser que siempre fue de una sola pieza y nunca tuvo dudas ni errores. Sin embargo, algunas decisiones que tomó parecen influenciadas por el deseo de mantenerse en el poder”, dice la entrevistada.

¿El mejor presidente de la historia?

Como parte de su tercera campaña hacia la presidencia de México, López Obrador, retomó el legado de diversos personajes históricos que han modificado el paradigma político del país en diferentes momentos.

Uno de ellos – además de Miguel Hidalgo y Lázaro Cárdenas – es Benito Juárez, quien encabezó la segunda transformación política, según el presidente.

Con base en esta interpretación histórica, López Obrador ha denominado a su gobierno como la cuarta transformación y ha citado en múltiples ocasiones la figura de Juárez, quien murió en 1872. Inclusive en el logo de su gobierno, el presidente zapoteca es la figura central que sostiene la bandera de México escoltado por José María Morelos, Miguel Hidalgo y los expresidentes Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas.

En un video publicado en su cuenta de Twitter en 2017, cuando aún era el dirigente del partido Movimiento Regeneración Nacional, López Obrador aseguró que Juárez es el mejor presidente en la historia. Y así lo ha seguido considerando desde que está en la presidencia.

En el libro Juárez. su obra y su tiempo, Justo Sierra documenta que, a pesar de no negar sus raíces católicas, Juárez coincidía en la ideología norteamericana de que la religión se debería volver más productiva. Tal vez gracias a esa cercanía que tenía Juárez con el catolicismo, es que López Obrador se identifica con él, dice José Luis García.

“Yo creo que López Obrador comulga con la idea de que la religión juega un papel importante en el desarrollo de las sociedades, pero no debe perder de vista que el legado más importante de Juárez fue separar la figura católica de las decisiones de Estado. Pero más importante aún: no debe olvidar que Juárez, como cualquier gobernante y como ser humano, no actuó con perfección y también tiene sus críticas”, concluye Lourdes Alvarado.