Con motivo del 8 y 9 de marzo, EL CEO invita a mujeres empresarias, analistas y líderes en su campo a compartir una reflexión sobre el Día Internacional de la Mujer y el movimiento #UnDíaSinNosotras.

Por: Sara García                                                                                                                  Coordinadora de Publicaciones del CEEY 

Antes de responder a esta pregunta, a la vez tan simple y tan compleja, quisiera poner en estas líneas un par de reflexiones.

Recuerdo una reunión de trabajo. En la sala estábamos dos mujeres y cuatro hombres. Buscábamos colaboradoras a la par que colaboradores para lo que queríamos hacer.

Los colaboradores salieron enseguida: los nombres fluían.

Cuando tocó el turno de emparejar la situación, hubo silencios para pensar en investigadoras. Eso, aunque en sí mismo conlleva un mensaje, no fue lo más grave. Al mencionarlas, lo primero que salía de la boca de los presentes era alguna cualidad física: «la gordita», «la güerita», «la muy alta»… y a la que mejor le fue, le tocó el comparativo: es la «nombre del investigador» en mujer.

Mi compañera y yo nos mirábamos y a pesar de hacer gestos de sorpresa y evidenciar con risas desesperadas lo que escuchábamos, ninguno de ellos se percató de lo sucedido. No hubo dolo. Solo actuaron como siempre, como saben hacerlo.

En el mismo tono, está el colega que cuando nos ve a ciertas compañeras juntas y nos saluda o se despide, nos llama «niñas». Dentro de esas «niñas», una está casada, y dos vivimos solas y nos mantenemos, desde hace muchos años atrás, con nuestros propios recursos. De nuevo, no hay dolo, no hay saña, sino un micromachismo producto de su tiempo: las mujeres somos siempre pequeñas. La superioridad masculina, ante todo.

Lo sabemos: desde hace años, México atraviesa por una situación de violencia que no da tregua. Cada vez son menos quienes no han vivido de cerca un asalto, una balacera, la pérdida de un familiar. Sí, es verdad, a los hombres también los matan. Sin embargo, el problema de los feminicidios y de la violencia de género pertenece a otro rubro, y es de una naturaleza del todo distinta.

A las mujeres nos matan por el hecho mismo de ser mujeres, y no hay discriminación por edad. Detrás de cada feminicidio no hay un cartel de la droga, ni un ajuste de cuentas… en una abrumadora cantidad de casos, detrás del asesinato de una mujer hay una concatenación de eventos violentos que se dan en el hogar, en el trabajo, en la calle y en cada espacio.

Desde que nacemos, estamos envueltas en dinámicas que por siglos han pasado desapercibidas —y partamos del arriesgado supuesto de que fuimos concebidas con absoluto consenso. No tenemos ni dos días de nacidas y ya salimos del hospital con las orejas perforadas, porque las mujeres debemos adornarnos.

Lo que parece tan simple, esconde una serie de supuestos que marcarán nuestras vidas, porque primero, antes que nada, como mujer, debes preocuparte por cómo te ves y por cómo te verán. Importas como accesorio, no como persona. Si los zapatos son incómodos, si ni caminar puedes, si el vestido corta la respiración, aguántate. Lo que interesa es la aprobación del ojo masculino.

El machismo no solo es esa violencia sexual exacerbada que vivimos las mujeres hoy; y no solo se manifiesta en esos gritos y miradas lascivas que padecemos todas a diario. Se trata de un lastre que arrastramos como sociedad, y que requiere de profundas reflexiones en los detalles de la vida cotidiana… porque estos «detalles» afectan y moldean, para mal y para siempre, la vida de todas las mujeres. El otro machismo pasa desapercibido porque no deja rastros físicos: hablo del que vivimos en el ámbito laboral, económico, familiar, emocional, solo por dar algunos ejemplos.

¿Por qué teníamos que despertar hasta este punto? ¿Por qué mujeres como Ingrid o como la pequeña Fátima —que son casos representativos de una infinidad que no sabemos— tenían que cobrar vida después de ser brutalmente asesinadas? Entonces respondo la pregunta inicial: ¿por qué parar el 9? No, no es porque las mujeres queramos un día de descanso. Paramos porque queremos una vida sin todas las violencias a las que nos enfrentamos diario.

Paramos porque queremos igualdad. Paramos porque exigimos libertad. Paramos porque dijimos BASTA.

Sobre la autora:

Sara García Peláez Cruz es representante en México de la Sociedad Internacional de Amigos de Niko Kazantzaki (SIANK). También es coordinadora de Publicaciones del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). 

Este texto es un blog de opinión. Su contenido es responsabilidad del autor y no representa necesariamente la postura de EL CEO.