Dos mujeres llegan al poder en un momento crucial para sus países. Liz Truss en Reino Unido y Giorgia Meloni en Italia. Naciones donde en los últimos años lo que menos ha habido es estabilidad política: el pueblo británico ha tenido a cuatro primeros ministros en los últimos siete años; el italiano a cinco.
La nueva primera ministra de Reino Unido se enfrenta a una serie de desafíos económicos. Se avecina una recesión y la relación entre la Unión Europea y el Reino Unido no está en su mejor momento. Sus primeras acciones han sido de tropiezos.
Truss inició con la presentación de un paquete económico con la finalidad principal de apoyar a las familias para enfrentar los altos costos energéticos y reducir impuestos a las empresas para favorecer la inversión.
Los anuncios generaron fuertes dudas, pues las medidas pueden elevar la inflación y romper aún más las cuentas del sector público y externo.
Esto orillaría a mayores subidas de tasas de interés por parte del Banco Central, acrecentando el riesgo de recesión. Los inversionistas financieros tomaron acuse de recibo presionando la libra a su peor nivel en casi 40 años y aumentando la rentabilidad de los bonos soberanos.
Truss podría tener suerte, si la invasión a Ucrania acaba rápido, lo que daría un respiro al tema de energéticos. Si no es así, tendrá que afrontar los temas espinosos y tomar decisiones difíciles.
Elevar la inmigración solucionaría rápido la escasez de trabajadores y los problemas de huelgas; eliminar las restricciones con la Unión Europea ayudaría al comercio exterior.
Sin embargo, ambas acciones van contra la lógica del Brexit y la primera ministra dice estar convencida de que el Brexit es y ha sido positivo para el país.
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El beneficio de la duda para Meloni
Giorgia Meloni llega con el beneficio de la duda a Italia, aunque no necesariamente con un voto de confianza. El mercado no ha observado sobresaltos con el resultado electoral, aunque el triunfo todavía fue más contundente de lo esperado.
La gran duda es si Meloni abrirá un foco de enfrentamiento con Bruselas por la disciplina fiscal. Todavía es temprano para saberlo. Las discusiones se darán a partir de la segunda mitad de octubre.
Italia, al igual que la mayoría de las economías europeas, enfrenta fuertes desafíos y depende de forma importante de los 200,000 millones de ayudas del fondo europeo que restan ser entregados (alrededor del 10% de su PIB), un recurso cuyo desembolso requiere del visto bueno de la Comisión Europea.
Ante ello, los partidos de coalición ganadora han suavizado de forma robusta sus posturas euroescépticas, conscientes de que sería darse un “balazo en el pie” ponerle trabas a la liberación de los recursos.
Una primera señal será la elección del ministro de finanzas. Un perfil proeuropeo y prudente sobre la disciplina fiscal sería la opción que pavimentaría el camino de la tranquilidad.
Ambas mandatarias enfrentan una misma realidad: una recesión económica en puerta. La forma de abordarla será distinta. Aunque el origen de las dos lideresas puede ser anti-Unión Europea, políticas donde se vinculen con el bloque comunitario parece ayudarían a caminar a mejor puerto.
*James Salazar Salinas es subdirector de análisis económico de CI Banco. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor.