Hagamos de cuenta que allá afuera existe una empresa que, no obstante su potencial, está teniendo problemas para generar resultados positivos debido a fraudes y robos, a un mercado despiadado, a pésimas condiciones laborales y a un muy, pero muy mediocre desempeño por parte de su alta dirección.

Ahora hagamos de cuenta que al CEO de esa empresa le informan que no pocos de los trabajadores renunciaron para irse a trabajar a otra empresa transnacional en la que les pagan mucho mejor y no tienen que preocuparse por los problemas antes descritos, por lo que este manda llamar al resto de la plantilla laboral para comunicarles, con el pecho hinchado de orgullo, que el aumento en el poder adquisitivo y en la mejora del nivel de vida de las familias de esos extrabajadores a quienes quiere tanto, representa un logro para la empresa a su digno cargo.

Por último, hagamos de cuenta que no es un CEO quien declara eso sino el Presidente de México, y que los trabajadores que renunciaron en realidad son mexicanas y mexicanos que emigraron hacia Estados Unidos huyendo de la pobreza y de la violencia para convertirse en “nuestros paisanos” que a ratos mantienen la economía de muchos gracias a las remesas que envían semana a semana y año tras año, hasta que son capaces de sacar a sus familias de México.

Las remesas enviadas por esos mexicanos (quienes para efectos prácticos han sido expulsados del sistema económico y de la sociedad), alcanzaron el récord histórico de 58,497 millones de dólares en 2022, lo cual implica, conforme a cifras del Banco de México, un aumento del 13.4% respecto a 2021 superando incluso a la inversión extranjera directa. 

Un récord tristemente célebre que el presidente Andrés Manuel López Obrador no tendría que estar presumiendo por dos razones:

  • Las remesas implican, por sí mismas, un fracaso para cualquier país que no se encuentre en guerra, que no sea un estado fallido o que no posea los elementos para generar y conservar empleos.
  • Hay indicios de que el aumento en las remesas podría obedecer a una nueva estrategia de la delincuencia organizada.

Todos sabemos que hay estados como Oaxaca, Puebla, Guerrero, Zacatecas y Michoacán que históricamente concentran el mayor número de migrantes por lo que, en consecuencia, son los que más remesas reciben, ya que allí siguen radicando los familiares de los migrantes. Sin embargo, las cifras para 2022 muestran un aumento en las remesas para estados que no forman parte de este círculo y que, hasta donde sabemos, no han sido analizados por las autoridades. A manera de ejemplo, tenemos a Jalisco con 5,402 millones de dólares (mdd), al Estado de México con 3,515 mdd, a la Ciudad de México con 3,155 mdd y a Morelos con 1,099 mdd; utilizando la terminología financiera podemos decir que estos estados “rompieron su perfil transaccional” por lo que esto no podría ser considerado como un aumento orgánico e, inevitablemente, tendríamos que incluir al análisis la injerencia de factores externos a los migrantes.

Sí, “factores externos” es una forma elegante de referirme a los cárteles. 

De igual forma, existen no pocos reportajes sobre esta posibilidad que seguramente no le han mostrado al presidente, sobre todo el de Saúl Hernández publicado en 2021 en El Sol de México: “Van remesas a municipios controlados por el narco”. El reportaje posee una narrativa de lo más sencilla pero poderosa a más no poder y debería haber encendido los focos rojos de las áreas de inteligencia dentro del gobierno federal generando un reporte de inteligencia que debió ser colocado en el escritorio del presidente.

Este reportaje lo platiqué con varios colegas, Oficiales de Cumplimiento, expertos en crímenes financieros, et al, y en todas las conversaciones se coincidió en que durante la pandemia los métodos de los cárteles sufrieron ajustes para traer los dólares a México, por lo que era viable la teoría de que la delincuencia organizada habría aumentado su oferta a los residentes en estados controlados por ellos para prestarse a cobrar las remesas. 

Espero de todo corazón que Saúl Hernández actualice su investigación ya que sus datos van mucho más allá del contenido de las versiones públicas de las Evaluaciones Nacionales de Riesgos (antilavado) de la Unidad de Inteligencia Financiera la cual, en la versión para 2022, increíblemente colocó a los centros cambiarios en un nivel de riesgo medio y a los transmisores de dinero en un nivel medio-bajo.

 “El modus operandi se repite cada fin de semana. A las puertas de la sucursal de la sindicatura de Costa Rica, al sur de Culiacán, Sinaloa, arriban decenas de personas para hacer fila y cobrar envíos de remesas provenientes de Estados Unidos. Lo que más llama la atención es que muchos son jóvenes, algunos con radios de frecuencia.

Al interior del banco, ubicado sobre avenida Independencia, espera un hombre con una mariconera en la que va recolectando parte del dinero cobrado en cajas”.

Las remesas pueden estar contaminadas por los tentáculos del narco y el presidente debería de saberlo y tomarlo en cuenta.