Los abogados solemos escuchar de nuestros clientes algunas frases que ya son parte de nuestro entendimiento del mundo, por ejemplo “todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos” y justo ahí radica un aspecto esencial del surgimiento orgánico de lo que parece ser la inevitable candidatura de la senadora Xóchitl Gálvez a la Presidencia de la República y que ha encendido todas las alertas en Palacio Nacional.
Supongo que no sería un problema llegar a la conclusión de que Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el todavía presidente de México, odia la ley; sin embargo también podría plantearse el que no necesariamente la odia (porque él ya ha dicho que en su corazón no hay lugar para el odio), sino que le caen gordas únicamente las partes de la ley que no le favorecen o tal vez podríamos decir que nunca ha sabido hacerle frente a las consecuencias legales generadas por sus errores y hay una línea de tiempo que valida esta teoría.
En 2005, siendo Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, no tuvo la capacidad para armar una correcta defensa legal ante la Cámara de Diputados tras negarse, por un errado cálculo político, a dar cumplimiento a una sentencia de amparo dictada en contra del Gobierno del Distrito Federal por la expropiación del predio El Encino, lo que le costó ser desaforado, o perder el empleo en pocas palabras.
Y no le quedó otra opción más que el lanzarse a la calle alegando una persecución política del entonces presidente Vicente Fox (y razones no le faltaban para afirmarlo) librando, por poco, una orden de aprehensión a cargo de la entonces Procuraduría General de la República encabezada por el general Rafael Macedo de la Concha.
En 2012, siendo candidato presidencial, hizo un ridículo monumental cuándo por sus declaraciones alimentadas por la soberbia de haber llegado a tener hasta diez puntos de ventaja sobre Felipe Calderón Hinojosa, perdió la elección y presentó como evidencia ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación un total de 1,623 artículos, incluidos un cerdo, un chivo, tres gallinas y dos patos (vamos, hasta un estudiante de Derecho en su primer día de clases sabe que eso está mal), lo que le costó el perder la elección y no le quedó de otra más que lanzarse a la calle alegando un fraude.
En 2018, ya como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, por fin tuvo la oportunidad de mandar al diablo las instituciones, ya que gracias a que su partido quedó a nada de ganar la mayoría absoluta en el Poder Legislativo, pudo gobernar durante la primera mitad de su administración con toda ligereza y a ratos, en franco desapego a la ley.
Pero al igual que el amor, las mayorías se acaban y después del desastroso resultado que su partido obtuvo durante las elecciones intermedias de 2021, el Presidente tuvo que enfrentarse a las consecuencias de sus actos.
Después de perder la posición de poder que tenía en la Cámara de Diputados, de confrontarse con la Suprema Corte y de perder la mayor parte de los juicios a los que su administración fue sometida, de ser criticado a nivel internacional y de otros tantos reveses, Andrés Manuel se vio arrinconado y optó por radicalizar sus conferencias mañaneras durante las cuales no tuvo mayor empacho en mentir, tergiversar y difamar.
En otras palabras, el presidente aprovechó una posición de poder para obtener un beneficio indebido (y que no fue necesariamente económico) y a eso, damas y caballeros, aquí y en China se le llama corrupción 101.
¿Pero qué tiene que ver esto con la precandidatura de Gálvez?
El desprecio por la ley, junto con el uso de la politische propaganda a cargo de un presidente arrinconado por una administración pública fallida, le permitió a Gálvez ganar un juicio de amparo en contra de la negativa de López Obrador para ejercer su muy constitucional derecho de réplica ante las mentiras expresadas por el presidente en su contra durante su conferencia mañanera.
El juez acaba de otorgarme el derecho de réplica, lo cual me alegra y me da la oportunidad de expresar mis ideas y opiniones. Así que, señor presidente, es hora de fijar una fecha. Estoy preparada para participar en su conferencia de prensa matutina y compartir mi perspectiva con la ciudadanía
indicó Xóchitl Gálvez.
¿Cuál ha sido el costo para el presidente?
A corto plazo, simplemente la creación de una precandidatura que no existía para Xóchitl Gálvez y, a mediano plazo, el convertirse en su principal combustible, ya que la popularidad de la senadora se encuentra alimentada por la negativa a ser recibida y si bien López Obrador todavía no incumple con la sentencia de amparo toda vez que ésta fue impugnada por la Presidencia de la República y es necesario a que un tribunal colegiado resuelva el fondo del asunto, lo más probable es que se confirmará la sentencia y el presidente no tendrá otra opción más que permitirle a la senadora subirse al templete de la conferencia mañanera.
Pero esto implicaría darle el tiro de gracia a la herramienta con la cual todavía el presidente mantiene el control del país, porque nadie duda de que con las capacidades que posee Xóchitl Gálvez para debatir, el presidente saldría muy mal parado.
La soberbia y el desprecio por la ley de López Obrador podría ponerlo en una situación crítica en cuanto la sentencia de amparo sea ratificada, pudiendo volver a colocarse en la misma situación de desacato que enfrentó hace 18 años por El Encino, con la salvedad de que hoy tiene a su servicio al sistema político de México.
Si hacemos un análisis prospectivo de las respuestas que Andrés Manuel López Obrador ha dado a sus problemas legales, lo lógico sería que gritará a los cuatro vientos que la sentencia es legal pero que no es justa y entonces tendrá una nueva bandera que enarbolar en contra del Poder Judicial de cara a las elecciones de 2024.
Lo lógico será que nuevamente dejará a un lado los argumentos jurídicos y optará por el discurso político alegando que no piensa acatar esa sentencia porque como bien lo ha dicho antes, si debe de elegir entre la justicia y el derecho, elegirá a la justicia, aunque por supuesto la justicia terminará por ser lo que el presidente diga que debe de ser.
En 2018 el hartazgo de la sociedad por la corrupción llevó a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República y, en 2024, existe la posibilidad de que el desprecio por la ley del presidente lleve a Xóchitl Gálvez Ruiz a la Presidencia de la República.
“Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos”, podría llegar a escribir en sus memorias el expresidente desde su rancho “La Chingada”.