No todo lo que brilla es oro

Refrán popular

El oficio de promotor de un fondo de inversión es uno de los más complejos de entre todas las actividades asociadas al sector financiero, pues implica desarrollar una relación sincera, profesional y sobre todo de confianza con todos y cada uno de los clientes a quienes se les ofrece el servicio.

Eso requiere mucho tiempo, muchas vueltas y mucho conocimiento, y es totalmente incompatible con tener a un muchacho mal pagado que desde un call center debe vender 10 tarjetas (o fondos de inversión) al mes para alcanzar su meta de desempeño y que no lo corran.

Desgraciadamente, esta “masificación” de los servicios financieros ha sido la estrategia preferida de los grandes bancos que operan en territorio nacional para sustentar tasas de crecimiento de doble dígito en los últimos años, y dentro de ese grupo destaca muy especialmente el Banco Nacional de México (Banamex).

Porque hubo un tiempo en el que Banamex realmente brillaba con luz propia, pues utilizaba la red de cajeros automáticos más grande del país, así como sus numerosas sucursales estratégicamente ubicadas para ofrecer desde un crédito hasta una Afore a todo aquel que se acercara a sacar dinero o realizar un depósito.

Fondos de inversión

Y por supuesto, utilizó también este exitoso canal de comercialización para colocar sus exclusivos fondos de inversión, bautizados pomposamente como Gold+ luego de que la administradora de fondos del banco fuera vendida a la estadounidense Blackrock en 2018.

Desgraciadamente Blackrock no solo se caracteriza por ser el mayor gestor de activos financieros a nivel mundial sino también, y quizá como sustento de lo anterior, por ofrecer productos caros y mediocres a una enorme audiencia semicautiva, que de preferencia carezca del conocimiento técnico para colocar su dinero en otro instrumento más conveniente. 

Porque los fondos Gold+ cobran comisiones superiores a las de su competencia a cambio de otorgarle a cada uno de sus clientes un perfil demasiado genérico, que casi siempre se reduce a “conservador”, “moderado” o “agresivo”, y con base en eso canalizan sus ahorros hacia alguno de sus portafolios institucionales cuyo desempeño deja mucho que desear.

El resultado es que el cliente erróneamente etiquetado como “conservador” termina perdiendo dinero a pesar de que se le prometió “una inversión completamente segura”, y el “agresivo” acumula unas pérdidas espantosas cada que la bolsa de valores baja de manera significativa. 

Ambos, problemas que pueden resolverse cambiando la cartera a un esquema de Cetes bien administrado, o invirtiendo en un ETF que replique el movimiento agregado del mercado. 

Impacto a usuarios

Pero eso no lo sabe el joven promotor que le contesta el teléfono a los enojados inversionistas, porque él o ella no es un experto en finanzas, sino en ventas, y su pago no depende de optimizar el uso del capital administrado, sino de decir y prometer lo que sea con tal de que el cliente no retire su dinero.

Por situaciones como esta Banamex ha ido erosionando su propia base de usuarios desde hace años, al grado de que el banco entero está ya a la venta.

¿Y quién lo va a terminar comprando?

Pues un empresario mexicano, con mucha sensibilidad social y sobre todo cercano al presidente AMLO y al poder. Porque si algo ha aprendido el país en estos últimos años es que el actual gobierno no premia a los más capaces, ni a quienes puedan generar un cambio positivo, sino que encumbra solamente a aquellos que se muestren mejores para la intriga, el saqueo y la hipocresía.