Tengo una tía muy querida que se ha caído varias veces dentro de su casa. Es consecuencia de la edad y una discapacidad en una de sus piernas. Vive sola y cada que sufre un accidente le es muy difícil moverse para levantarse o pedir ayuda.

Pensando en cómo proveerle mayor seguridad y auxilio en esos momentos, la familia optó por comprar en un e-commerce una alarma personal de tamaño bolsillo. Es un pequeño dispositivo redondo que al apretarse manda un mensaje S.O.S. a los celulares de cuatro familiares para indicar que el usuario está en problemas.

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Cuando configuramos el dispositivo, mi tía se mostraba maravillada por el aparato que es del tamaño de un portavasos y solo se necesita cargar su batería una vez a la semana. Me contó la historia de la primera vez que su abuelo vio una televisión a color y la incredulidad ante lo que tenía frente a él.  

Y es que en realidad la tecnología es algo maravilloso. Pero los que hemos crecido rodeados de ella ya damos por hecho su existencia, funcionamiento y límites. Hemos perdido la capacidad de asombro.  Peor aún, nuestra atención es dirigida por redes sociales, noticias y medios a desarrollos tech en específico que nos distraen de avances que son fundamentales para tener una mayor calidad de vida.  

Secuestrando nuestro asombro

Nuestra atención está en la tecnología que sirve a nuestras necesidades inmediatas: streaming, social media, smartphones, autos eléctricos y pantallas planas. Y no echamos una mirada a la tecnología que tiene la capacidad de cambiar la calidad de nuestra existencia. 

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Hobbs Rehabilitation es un centro de investigación en Inglaterra dedicado a servicios de fisioterapia y trastornos neurológicos en niños y adultos. Desarrolló un traje de neuromodulación que envía una señal eléctrica a los músculos tensos de una persona. Se cree que puede reducir síntomas relacionados a la parálisis cerebral, derrames, lesiones en la médula espinal y esclerosis múltiple.

En Nueva York, oficiales del estado entregarán 800 robots acompañantes a adultos mayores. Fabricados por la firma israelí Intuition Robotics, estos desarrollos tecnológicos tienen la capacidad de sugerir actividades de bienestar y tener conversaciones con las personas para reducir la sensación de aislamiento que puedan sufrir. 

¿Alguien había oído de estos avances en materia de salud? Estamos más entretenidos con Elon Musk y su compra de Twitter (spoiler alert, no tiene el dinero) o las últimas desgracias de Mark Zuckerberg. Miramos en redes los lanzamientos de cohetes con la misión de comenzar la colonización de Marte o de llevar pasajeros civiles a flotar en el espacio. Y nos maravillamos.

La era de las Big Tech no solo trajo un cambio en sectores económicos, políticos, sociales y ambientales. También influye en los aspectos de la vida que consideramos prioritarios, en las cosas que ponemos atención y en lo que nos quita el aliento.

Cuando pienso que si mi tía se vuelve a caer podrá en menos de dos segundos mandarme una alerta para ir a ayudarla, me siento tranquilo. Así debe ser la tecnología que nos importe y de la que hablemos. Esa tecnología que tal vez no es espectacular ni mueve millones de dólares en la bolsa, pero que transforma la vida que tenemos. 

*Omar Flores es fundador de Black Cherry Contenidos y experto en marketing digital y tecnología. Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor.