En los últimos días Japón comienza a convertirse en un posible foco de alerta entre analistas e inversionistas por el rumbo que podría tomar la política monetaria que está a cargo del banquero central, Haruhiko Kuroda.

Las principales preocupaciones surgen por la necesidad del banco nipón de incrementar los ya de por sí altos niveles de adquisición de bonos soberanos para cumplir con su política establecida desde 2016, la cual busca controlar la curva de rendimiento.

Además, Japón arrastra otros temas que generan preocupación como su elevada deuda, que lleva  más de 12 años rebasando 200% de su PIB y la fuerte depreciación del yen, el cual ha llegado a mínimos desde 1998, con una caída cercana al 25% en un año. 

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Frente a este panorama, la inflación ha superado la meta oficial del banco central, establecida en 2.0% y por eso se empiezan a escuchar voces crecientes del riesgo que implicaría un viraje en la política monetaria de Japón y el tsunami financiero que eso provocaría. 

El legado de Abenomics

En 2013, el entonces primer ministro de Japón, Shinzo Abe, lanzó un importante paquete económico para ayudar a la recuperación del país asiático, y debido a su éxito inicial en términos de crecimiento económico, fue bautizado como Abenomics. 

Básicamente el Abenomics consistía en una expansión agresiva de la oferta monetaria y un incremento robusto del déficit fiscal. El programa se basó en tres ejes:

  • una relajación monetaria masiva
  • gastos presupuestarios 
  •  reformas estructurales

Aunque todos sabemos y el gobierno japonés también, que imprimir dinero provoca inflación, eso no era un problema. La economía japonesa ha experimentado múltiples periodos de deflación (caídas de precios), con sus consecuentes efectos negativos, tener algo de inflación, no era una preocupación.

Shinzo Abe renunció en 2020 y con ello al Abenomics, pero la pandemia por COVID-19 vino a dar la oportunidad de mantener apoyos monetarios excepcionales. Podríamos decir que es un Abenomics 2.0 en la parte monetaria porque donde no hubo cambio fue en el Banco Central, manteniéndose Haruhiko Kuroda como gobernador.

La persistencia de Kuroda

En su momento, Kuroda fue considerado un rockstar de la política monetaria y el funcionario con la audacia necesaria para acabar con el prolongado y debilitante ataque de deflación en Japón. 

Sin embargo, la estrategia de Kuroda ha fallado a lo largo de estos años ya que la inflación no ha logrado consolidarse por arriba de la meta, por lo que su liderazgo se ha visto mermado y su permanencia ha sido cuestionada. 

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Con ello, el alza reciente en precios por arriba del 2.0% anual observada en los dos últimos meses le está permitiendo a Kuroda justificar su chamba y su estrategia. Eso implica que difícilmente ahora, cuando considera que está obteniendo resultados, haría cambios a sus acciones de política. 

Así, en el corto plazo, parece complicado que observemos ajustes drásticos a la actual estrategia monetaria del gobierno nipón. No hay que olvidar que Japón es un caso suigéneris. 

Lleva décadas intentando salir de la trampa de liquidez y de sus episodios de deflación, por lo que difícilmente dejará pasar su oportunidad de tener algo de inflación. Para ellos, por más irónico que suene, la inflación es una buena noticia. 

 

*James Salazar Salinas es subdirector de análisis económico de CI Banco. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor.