El plan de inversión de infraestructura, la más reciente apuesta del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, tensará aún más la relación bilateral con México.

La propuesta haría que las empresas estadounidenses paguen la cuenta de proyectos que pondrían a millones de estadounidenses a trabajar en la construcción de infraestructuras como carreteras, otros servicios y la lucha contra el cambio climático. Es en esta última donde el país, en el mediano plazo, sentirá la presión.

“Este año podría ser de negociaciones entre los bloques de países comprometidos con el Acuerdo de París, pero después de la cumbre climática del próximo noviembre, el enfoque pasará a la presión a otros países con posturas menos fijas”, dijo la internacionalista, Andrea Arias.

Arias dice que la relación diplomática hasta ahora ha sido tropezada, con el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, al frente de las maniobras a nivel interno y externo. “Pero la realidad va a alcanzarnos”, agregó.

“Nosotros tenemos la legislación apuntando a las metas del Acuerdo de París, pero en la práctica se está yendo hacia el otro lado con las modificaciones a las leyes derivadas de la reforma energética. La relación se puede ver afectada porque, si en Estados Unidos hay ciertas inversiones para la movilidad eléctrica, también tienen que existir acá”.

Roberto Hernández, otro internacionalista consultado por EL CEO, destacó que México es un actor crucial en el frente de la migración, tema al cual la administración de Biden está poniendo especial atención.

Este conflicto será uno de los temas que podría desgastar la buena percepción de la administración, tanto del lado demócrata como del lado republicano, lo que también tendrá una afectación en la relación bilateral, advirtió.

El plan aún no tiene su aprobación garantizada, y atrajo críticas sobre la forma en la que los empleos actuales en energías fósiles podrían ser adaptados a las industrias de generación limpia. Además, analistas estadounidenses dudaron de la habilidad del Gobierno Federal de balancear el presupuesto necesario para el proyecto (1.9 billones de dólares) sin necesidad de aumentar la deuda del país ni aumentar los impuestos más allá de lo prometido.

El Plan de Trabajos Americanos creará millones de empleos bien pagados, crecerá la economía, nos hará más competitivos, promoverá los intereses de nuestra seguridad nacional y nos pondrá en una posición para ganar la competencia global con China.

Es poco probable que el plan gane el apoyo de representantes republicanos, e incluso algunos demócratas, provenientes de regiones con tradiciones fósiles, podrían verse en la necesidad de oponerse a su aprobación.

“Estados Unidos es un país enfocado completamente a la cuestión comercial y es un gobierno que podría percibirse como ‘de empresas’, por lo que el interés económico estará por encima de todas las cosas”, explicó Arias.

“Será una cuestión de que los demócratas logren transmitir a la oposición qué pasaría si este cambio no ocurre y cómo podría afectar la economía estadounidense”.

El principal obstáculo para Biden podría ser la elección intermedia en la que su partido pondrá en juego su mínima mayoría en ambas cámaras de representantes, lo que complicará la aprobación de políticas tan ambiciosas como el plan de infraestructura.

“La correlación de fuerzas apenas favorece a Biden, y el Senado es un dique que es complicado de pasar porque hay corrientes muy fuertes y reticentes. Sin embargo Kerry (enviado climático de Presidencia) y Biden son viejos lobos que conocen muy bien el Senado, su vida legislativa y sus periodos. Los primeros dos años son importantes porque la administración tiene un impulso mayor, y se acostumbra pensar que lo que no se apruebe en esos años difícilmente lo hará más adelante”, señaló Hernandez.

Sobre este riesgo, Arias dijo que el partido demócrata está haciendo un buen trabajo al colocar “los candados necesarios” para que una política como esta no sea erradicada por administraciones subsecuentes.