Murray Energy Corp., la empresa privada de carbón más grande de Estados Unidos, se declaró en bancarrota esta semana.
Se trata de la octava empresa del sector que ha cerrado sus puertas en los últimos 12 meses, lo que podría afectar la disponibilidad del insumo para las plantas generadoras de la Comisión Federal de Electricidad.
“El gobierno encontró en las carboneras la forma de que los mineros votaran por este proyecto de nación, entonces tiene que ver incluso con una cuestión de pagarle al gremio carbonero de forma política, a pesar de que el carbón mexicano es de muy baja calidad”, dice Paul Sánchez, director de Ombudsman Energía México.
Agregó que pareciera que “vamos a comprar el carbón para tirarlo y más bien lo que pasa es que la gente al mando sigue enfocada en el pasado, cuando estas eran las mejores tecnologías disponibles”.
La lista de compañías quebradas incluye a importantes jugadores del sector como Westmoreland Coal, Cloud Peak Energy, Blackhawk Mining y Blackjewel.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prometió durante su campaña ayudar a la industria del carbón, pero incluso la relajación de requisitos ambientales ha sido insuficiente para revertir la inercia de adopción de tecnologías renovables, lo que ha reducido la cartera de clientes de la industria del carbón.
El otro elemento que la ha presionado es la disminución paulatina en los precios del gas natural estadounidense, lo que ha provocado una tendencia que ha presionado al sistema eléctrico de aquél país a adoptar la tecnología.
En 2008, el carbón representaba el 48% de la producción eléctrica en Estados Unidos, para 2020 se espera que este número caiga a 22%.
En México, la capacidad instalada en carboeléctricas prácticamente se ha duplicado en el mismo periodo. En 2017, la generación de las plantas carboeléctricas en México representó 5,378 MW, es decir, el 12.6% de la capacidad total nacional.
En un documento realizado por la Secretaría de Economía en 2014, la coordinación de minería reveló que el consumo nacional aparente de carbón ascendía a 37.8 millones de toneladas anuales.
El carbón importado representaba 7.5 millones de toneladas, de las cuales el 69% era de procedencia estadounidense.
La política ambiental de la actual administración ha sido criticada, sobre todo en materia de energía. Rocío Nahle, Secretaria de Energía, explicó en un evento público que la CFE no construiría más plantas de generación a base de carbón, pero que tampoco dejaría de utilizar las instalaciones con las que ya cuenta actualmente.
Las carboeléctricas tendrían que ir saliendo de operación poco a poco. La adopción [de tecnologías renovables] no ha sido tan rápida como debiera. No sé si se trate de un tema de costos e inversiones, pero es un hecho que hay un espíritu de confiar en la energía firme y desconfiar de las renovables intermitentes. Aún así, los gobiernos tampoco se han decidido por adoptar más plantas de generación con gas natural, que podría ser la mejor opción si esta es la preocupación
Víctor Ramírez, analista del sector energético