La firma de capital de riesgo Benchmark Capital saltó al centro del escenario esta semana por sus llamados a que el CEO de WeWork, Adam Neumann, dejara el puesto de cara a su oferta pública inicial, lo que finalmente ocurrió.

No es la primera vez que esta firma se encuentra en esta situación. A mediados de 2017, el CEO de Uber, Travis Kalanick, fue forzado a renunciar antes de su debut bursátil luego que su estilo de liderazgo creó un ambiente tóxico dentro de la compañía de transporte compartido que preocupaba a los inversionistas.

Estas empresas, que son algunas de las más lucrativas en el portafolio de Benchmark Capital, representan un reto similar para el fondo: cómo apoyar a los fundadores de startups tecnológicas de alto crecimiento sin dejar de lado la importancia de un balance de poder en el gobierno corporativo.

Su inversión más exitosa hasta el momento es eBay: le prestó 1.5 millones de dólares a su fundador Pierre Omidyar y la empresa dejó 6.9 millones de acciones como colateral. En ese momento, cada título valía 11 centavos. Cuando Benchmark ejerció una cláusula del contrato y tomó el colateral como pago, cada acción valía 171.75 dólares, para un total de 1,185 millones de dólares, un monto 1,500 veces superior al préstamo original.

Aunque puede parecer un mal negocio para eBay, lo cierto es que sin esos recursos no hubieran podido seguir operando como empresa independiente y se habrían vendido por unos 50 millones de dólares, estima el Washington Post. 

Actualmente, eBay tiene un valor de capitalización superior a los 32,000 millones de dólares. La fortuna de Omidyar es de 9,980 millones de dólares, según Bloomberg.

El negocio de venture capital

Benchmark Capital, fundado en 1995, se especializa en inversiones tempranas en startups tecnológicas, una etapa en la que la relación con los fundadores es vital.

Administra un fondo de 550 millones de dólares que ha devuelto a sus inversionistas casi 25 veces ese monto -antes de descontar sus comisiones- desde 2011, según The Wall Street Journal.

Los ingresos del fondo provienen de la comisión de 30% que cobra sobre las ganancias de las inversiones que realiza.

Pero para lograr financiar a startups prometedoras, los fondos de inversión enfrentan una competencia brutal, que los puede orillar a apoyar ciegamente a los fundadores de las empresas para lograr un asiento en la junta de consejo.

“El mercado de capital de riesgo de Silicon Valley se ha vuelto tan competitivo que el nivel de disciplina que exige una junta de consejo ya no existe”, dijo Bill Gurley, socio de Benchmark Capital, a CNBC.

“Creo que mucha gente se tiene que preocupar sobre de dónde vendrá su próximo trato, lo que puede ser influenciado por el establecer una relación muy cercana con el fundador”.

Pero si hay un fondo con la capacidad de ponerse al tú por tú con los fundadores es Benchmark Capital, uno de los más exitosos en Silicon Valley, con inversiones en casos de éxito como Twitter, Instagram o Dropbox.

Parte del secreto es la estrategia de Benchmark Capital para lidiar con los fundadores rebeldes: presentar sus preocupaciones en privado, pero respaldarlos totalmente dentro de la junta, con la vista puesta en el debut bursátil para recuperar su inversión.

En WeWork, algunas de las decisiones más cuestionadas de su entonces CEO, como rentar edificios que pertenecían a Neumann o pagarle millones de dólares por el uso de la palabra “We”, fueron aprobados por la junta, de la que era parte uno de los socios de Benchmark Capital, Bruce Dunlevie.

Pero eso no impidió que otros cinco socios de la firma enfrentaran al CEO en 2017 para cuestionarlo sobre su falta de estrategia para alcanzar la rentabilidad y su decisión de vender 700 millones de dólares de sus acciones, mientras otros inversionistas estaban forzados a esperar una oferta pública inicial.

Y también se sumaron a los llamados de Softbank, principal inversionista de WeWork, para retrasar la oferta pública inicial y nombrar a otro CEO, lo que finalmente ocurrió.

En el caso de Uber, Gurley votó a favor de la estructura accionaria que le daba más poder a Travis Kalanick en 2013 y de expandir el número de consejeros en 2016, que serían ocupados por gente seleccionada por el CEO.

En 2017, cuando se dio a conocer una larga lista de problemas al interior de la empresa, que incluía acoso sexual a trabajadoras, el mal manejo de casos de violación sufridos por usuarias del servicio y una demanda de la unidad de vehículos autónomos de la matriz de Google por robo de secretos industriales, Gurley demandó a Kalanick, afirmando que los había engañado al esconder la seria situación de la empresa y que, de haberla conocido, nunca hubiera votado para expandir su poder.

Dara Khosrowshahi fue elegido como sucesor de Kalanick. Cuando Uber debutó en la Bolsa de Nueva York en mayo de este año, no estuvo en el balcón para tocar la campana de apertura.

Snap y un fundador renuente

El caso de Snap difiere de WeWork y Uber. Evan Spiegel, el fundador, era renuente a debutar en bolsa y perder el control de la empresa, lo que impedía a Benchmark obtener las ganancias esperadas de su inversión, así que tuvieron que darle incentivos para realizar una oferta pública inicial.

Snap se convirtió en una empresa pública en 2017 con una de las estructuras accionarias más favorables a los fundadores que se han diseñado jamás, destaca el Wall Street Journal.

En la OPI, los inversionistas recibieron acciones sin derecho a voto, con lo que Spiegel reafirmó su control sobre la empresa, además de un bono de 625 millones de dólares en acciones, siempre que se realizara el debut.

La inversión de 13.5 millones de dólares que Benchmark realizó en Snap en 2013 le dio 120 millones de acciones, que valían 2,900 millones de dólares en la apertura el día de la OPI, una ganancia en papel de 220 veces el monto inicial.