Como muchos argentinos, Alicia Schwartzman consumía varias veces a la semana carne vacuna, tan barata y popular en el país como los espaguetis en Italia.
Pero la aceleración de la inflación en los últimos meses -por el derrumbe del peso argentino- la obligó a cambiar bruscamente su dieta para adaptarse a su ajustada pensión, en medio de una crisis que castiga sobre todo a la clase media.
“Casi no comemos carne, y pescado ahora tampoco porque se fue a las nubes”, dijo Schwartzman, una jubilada de 70 años, en un mercado municipal de Buenos Aires en donde suele comprar alimentos a bajo precio.
Hace semanas, su hijo de 30 años debió volver a vivir con ella para poder afrontar los crecientes gastos en servicios, impuestos y comida.
Los argentinos -junto con sus vecinos uruguayos- siguen siendo los mayores comedores de carne bovina del mundo, pero el consumo por habitante en septiembre fue uno de los tres más bajos en al menos 60 años, según datos de la cámara de la industria frigorífica Ciccra comparados con estadísticas del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA).
Una fuente de una de las mayores cadenas de supermercados del país, que pidió el anonimato, dijo que mientras las ventas de carne vacuna y otros alimentos se desplomaron en los últimos meses, las de fideos fueron las únicas que se mantuvieron a flote comparado con 2017. Las ventas de marcas más baratas de pastas crecieron.
Tan sólo en septiembre, el precio de la carne subió casi 9% frente al mes anterior, y 39% comparado con el mismo mes de 2017, según un informe del IPCVA.
La inflación general fue de 6.5% en septiembre y los expertos vaticinan que podría totalizar 50% en 2018, pero los salarios de los argentinos se mueven a más lento, con actualizaciones cercanas al 30% anual o menores.
“Antes hacía quizá una vez por semana milanesas (de carne) y una vez por semana carne al horno. Ahora quizá la carne al horno no la hago y elijo hacer un pollo, que está un poco más barato. Más fideos, más arroz”, dijo Sabrina Pozo, una empleada de 36 años que vive con su hija en un departamento de Buenos Aires.
Hoy encontrar obreros de la construcción preparando el tradicional “asado” que hacían durante su descanso los viernes es casi imposible.
En las carnicerías los problemas crecen por las menguantes ventas.
“La gente venía y me compraba un kilo o un kilo y algo, que era la compra de antes. Ahora disminuyó un 30 o 40%”, aseguró Alcides Benítez, de 41 años, que se mostró preocupado por la posibilidad de tener que cerrar su carnicería del barrio histórico de San Telmo, en Buenos Aires.
Pese a la fuerte alza de precios, la carne bovina sigue siendo relativamente barata en Argentina -una potencia agropecuaria mundial-, lo que explica su popularidad.
En Chile, el kilogramo de lomo -un corte caro y magro- supera los 13 dólares en tiendas minoristas, mientras que en México ronda los 20 dólares. En Buenos Aires se consigue a unos 10 dólares por kilo, pero para los argentinos significa juntar muchos más pesos que antes por la depreciación de la moneda.
Aunque las pastas secas subieron este año más que la carne vacuna, un paquete de fideos de medio kilo se puede comprar a poco más de un dólar.
Industria dividida
En medio del estancamiento económico, el mes pasado el promedio anualizado del consumo de carne de los argentinos fue de “apenas” 49 kilos per cápita, según Ciccra, que dijo que la merma frente al mes previo fue casi del 17%.
La caída del consumo es un severo golpe para la industria cárnica porque el mercado doméstico representa cerca del 86 por ciento de las ventas de los frigoríficos locales.
Si bien la producción de carne ha mostrado un alza en 2018 y alcanzaría los 3 millones de toneladas -levemente por encima de los 2.8 millones de 2017, según datos de la industria-, en septiembre cayó 12.5% respecto del mes anterior.
La fuerte alza de las exportaciones a China y a Rusia solo ha servido hasta ahora para menguar las pérdidas domésticas.
“El aumento de las exportaciones termina favoreciendo solo a una parte de la industria. Vienen trabajando a pérdida muchos frigoríficos para consumo (interno), aunque todavía no se han generado cierres”, señaló el director de Ciccra, Miguel Schiariti.
Aunque la demanda de China y Rusia impulsó las exportaciones argentinas, su efecto sobre el mercado local tiene claroscuros: los animales más demandados por esos países son hembras, que son clave para aumentar un hato que desde hace años se mantiene estable en poco más de 50 millones de cabezas. Y si el hato no aumenta, los precios difícilmente bajen.
Según Schiariti, la “preocupante” perspectiva de ventas futuras podría llevar a muchos productores a deshacerse de sus vacas.
“No veo una caída del stock, sí un amesetamiento. La recesión pega de lleno en el mercado de la carne”, afirmó el productor ganadero Ulises Forte, también directivo del IPCVA.
El consumo, otro trabajo
Aunque este año sería la más alta desde 1991, la elevada inflación no es una novedad para los argentinos, que se han habituado a segmentar sus compras y aprovechar ofertas para no ser víctimas de los precios muchas veces arbitrarios que fijan los comercios en medio de la inestabilidad económica.
“Hacer un consumo consciente termina siendo un trabajo que lleva mucho más tiempo. Lo que antes hacía quizá en una hora, ahora me lleva tres horas”, confesó Giselle Bordoy, una empleada de 32 años.
“Voy a (el supermercado) ‘Coto’ a comprar carne barata los sábados, después voy a comprar papel higiénico y servilletas a (el supermercado) ‘Día’ y termino yendo a la fiambrería a comprar los quesos. Y después ir a la verdulería”, agregó.
Además de fideos y arroz, Bordoy recurre a la carne porcina y de pollo para reemplazar a la vacuna, así como a las verduras de estación.
La crisis ha generado en la población un malhumor que se traduce en las encuestas: 65.7% de los argentinos desaprueba la gestión del presidente liberal Mauricio Macri, frente al 40.1% de octubre del año pasado, de acuerdo con un sondeo de la consultora Management & Fit.
El golpe podría ser aún mayor sobre Macri si se tiene en cuenta que en 2015 llegó a la presidencia con un amplio respaldo de la clase media, que al ser la más azotada por la crisis podría darle la espalda cuando busque su reelección en 2019.