En el marco de su 70 aniversario, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se encuentra en el ojo del huracán a nivel mundial por las críticas de múltiples líderes de estado sobre la efectividad de su accionar, así como su incapacidad para elevarse como un símbolo de unidad, en un momento en que muchos países comienzan a mirar hacia adentro.
Los dedos señalan como uno de los problemas de la Organización a la falta de liderazgo por parte de su mandamás: el noruego Jens Stoltenberg.
Es un político socialdemócrata, miembro del partido laborista de Noruega, al cual representó como Primer Ministro del país entre 2000 y 2001, y más tarde entre 2005 y 2013, antes de tomar posesión como el décimo tercer secretario general de la OTAN en 2014.
De opositor a líder
Durante su juventud, Stoltenberg se unió a diversas causas políticas que han provocado que sus adversarios cuestionen la objetividad de su liderazgo.
Entre estas destacan reuniones del grupo Marxista-Leninista Juventud Roja y protestas en contra de la incursión de Estados Unidos en Vietnam. En estas protestas, el político admitió haber participado en cánticos que pedían la salida de Noruega de la OTAN.
Previo al inicio de su carrera política, Stoltenberg trabajó como periodista para el diario Arbeiderbladet, más tarde se unió a la Liga de Juventud Obrera y finalmente, en 1990 al partido laborista. Durante este periodo mantuvo contacto con un diplomático soviético, pero terminó con esta relación cuando el servicio de seguridad noruego le informó que se trataba de un agente de la KGB.
En el gobierno noruego, Stoltenberg ocupó los cargos de Ministro de Medio Ambiente, Ministro de Energía y Ministro de Finanzas, además de sus dos periodos como Primer Ministro. Durante su primer periodo lideró un intento por reformar la seguridad social noruega, el cual se basó en la privatización parcial y le costó las elecciones de 2001.
Tras su primer descalabro, el político volvió a ser electo en 2005 y se convirtió en el primer incumbente en ganar unas elecciones noruegas desde 1993. Los medios noruegos lo describieron en 2009 como “las manos más seguras para manejar al país”, y alabaron el enfoque gubernamental en lograr un impulso al empleo, que se encontraba alrededor de 97%.
El puesto asegurado
En la OTAN, el noruego ha estado a cargo de la estrategia política y militar por más de cinco años. A pesar de su bajo perfil, sobre todo comparado con su contraparte en las Naciones Unidas, Stoltenberg ha salido relativamente bien parado de uno de los periodos más tumultuosos de la Organización y los países miembros parecen estar contentos con él: este año se anunció que ocupará el puesto al menos hasta septiembre de 2022, lo que lo convertiría en el segundo secretario general más longevo en la historia.
Este nombramiento podría estar impulsado por la inestabilidad global: de acuerdo con dos oficiales británicos que hablaron desde el anonimato para The Atlantic, la Organización temía que Trump tuviera demasiada injerencia en el nombramiento del nuevo secretario general, y prefirieron comprar algo de tiempo con la esperanza de que alguien más ocupe la oficina oval para 2022.
“Profundamente honrado de marcar el 70 aniversario de #OTAN en el Palacio de Buckingham con Su Majestad la Reina Isabel II y todos los 29 Aliados. Nuestra Alianza es fuerte y mira al futuro”.
Deeply honoured to mark #NATO’s 70th anniversary at Buckingham Palace with Her Majesty Queen Elizabeth II and all 29 Allies. Our Alliance is strong and looking to the future. pic.twitter.com/Z2Ji1jPnfx
— Jens Stoltenberg (@jensstoltenberg) December 3, 2019
La extensión cimenta a Stoltenberg como una figura importante de la diplomacia internacional, pero también exacerba las fracturas al interior de su Organización, dijeron analistas británicos que prefirieron no ser mencionados.
El propio líder ha mencionado que la fragilidad de la OTAN proviene de su condición como asociación política y militar, y que las controversias son de esperarse. Sin embargo, parece que su permanencia no se debe a su habilidad política y diplomática, sino a la propia volatilidad de las relaciones internacionales; volatilidad que Stoltenberg y la OTAN, en su papel de guardianes de la cooperación internacional, han sido incapaces de soslayar.