En la víspera de su toma de posesión, el presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, prometió a través de Twitter mejorar la calidad de educación en Brasil a través de la extirpación de “la basura marxista” de las aulas.
“Una de las metas para sacar a Brasil de las peores posiciones en los rankings de educación del mundo es combatir la basura marxista que se instaló en nuestras instituciones de enseñanza (…) Junto con el Ministro de Educación y otros [responsables] concernidos, vamos a evolucionar para formar ciudadanos y ya no más militantes políticos” escribió el dirigente de ultraderecha.
Uma das metas para tirarmos o Brasil das piores posições nos rankings de educação do mundo é combater o lixo marxista que se instalou nas instituições de ensino. Junto com o Ministro de Educação e outros envolvidos vamos evoluir em formar cidadãos e não mais militantes políticos.
— Jair M. Bolsonaro (@jairbolsonaro) 31 de diciembre de 2018
Bolsonaro designó recientemente como ministro de educación al filósofo colombiano, Ricardo Vélez Rodríguez, quien compartió también un pensamiento de fin de año a través de Twitter.
“Que 2019 sea recordado como el primer año de una nueva era en la cual la educación, la familia y los valores que cimienten la nación brasileña puedan regar nuestras esperanzas y hacer florecer el futuro grandioso que merecemos”.
Que 2019 seja lembrado como o primeiro ano de uma nova era na qual a educação, a família e os valores que alicerçam a nação brasileira possam regar nossas esperanças e fazer florescer o futuro grandioso que merecemos. FELIZ ANO NOVO, BRASIL! pic.twitter.com/k29xAW0UAv
— Ricardo Vélez (@ricardovelez) 31 de diciembre de 2018
Momento histórico
Bolsonaro es un conservador que fue electo con el apoyo de iglesias neopentecostales y con un discurso de ruptura con los gobiernos del Partido del Trabajo.
Desde el domingo, decenas de brasileños -en su mayoría blancos y de clase acomodada- se aglomeraron alrededor de la Explanada de los Ministerios -lugar donde se desarrollará la investidura este martes- esperando el magno evento.
La ceremonia estará cercada por un riguroso plan de seguridad, sin precedentes para una investidura en Brasil. Incluye un sistema antimisiles, la prohibición de llevar paraguas -aunque en Brasilia sea la época de lluvias-, mochilas o coches de bebé.
El domingo, durante el ensayo general, helicópteros sobrevolaban la zona mientras soldados inspeccionaron los alrededores del Palacio de Planalto y la Explanada de los ministerios con detectores de metales.
María do Carmo, una maestra de 62 años, viajó desde una pequeña localidad del interior de Sao Paulo para ver de cerca a su héroe. “No quiero perderme nada, nunca he sido fanática de nadie, ni de cantantes, ni de políticos, pero lo soy de Bolsonaro”, confiesa.
Compró su boleto incluso antes del triunfo electoral, porque estaba convencida de que ganaría. “Quiere un país limpio y es ese el país que quiero para mis nietos”.
María perdona los comentarios de tinte machista, racista u homofóbico que Bolsonaro ha pronunciado a lo largo de su carrera como diputado.
“No creo que esté en contra de los gays, pero no quiere -y yo tampoco- ver dos hombres o dos mujeres besándose en la calle. Cada cosa tiene su lugar apropiado, esto también vale para las parejas heterosexuales”, afirma.
Luiz Fernando Barth, un abogado de 48 años que viajó con su esposa y sus dos hijos adolescentes desde la ciudad Jaragua do Sul, en Santa Catarina, espera que el nuevo mandatario “libere al país del cáncer de corrupción”.
Con información de AFP y Reuters