La deuda verde sigue desarrollándose y atrae cada vez más a países emergentes, como recientemente a Chile, primer país del continente en dar este paso.

Chile ha expresado en efecto su convicción “verde”: seis meses antes de albergar la próxima conferencia anual de la ONU sobre el clima en diciembre, este país sudamericano ha captado primero 850 millones de dólares y luego 861 millones de euros para financiar infraestructuras de transportes ecológicos, así como proyectos de energías renovables y de gestión del agua.

Las obligaciones verdes, creadas hace unos diez años, están destinadas a financiar inversiones en favor de la transición energética y ecológica y son cada vez más populares.

“Chile no es solamente uno de los primeros países del continente en lanzarse en este tipo de mercado, también es uno de los más avanzados en la lucha contra el cambio climático”, opinó Tanguy Claquin, responsable mundial de la finanza social y medioambiental del Crédit Agricole CIB.

“Esta operación de Chile va a servir de ejemplo y generar otras. La tendencia ya está ahí”, señaló.

El CBI, que se ha felicitado por la voluntad política de Chile en satisfacer las exigencias del Acuerdo de París de 2015, opinó que este país, que alberga la COP25, “ha colocado muy alto el listón verde en todo el continente”.

En México, el gobierno ha trabajado en la emisión de bonos verdes soberanos desde principios de 2019, aunque la falta de políticas medioambientales, la escasez de proyectos verdes y el lanzamiento de otros bonos soberanos en Latinoamérica, como el chileno y otro anunciado por Colombia, podrían reducir el atractivo de la inversión en el país. 

Siguiendo el ejemplo

El año también ha estado marcado por la llegada triunfal de Holanda, que ha captado cerca de 6,000 millones de euros con sus bonos verdes, siguiendo los pasos de Francia, que es una referencia en este ámbito con una primera emisión de 7,000 millones de euros en enero de 2017 y que ahora suman en total unos 19,000 millones de euros.

Y en cada operación el interés de los inversionistas es claro, pues se ofrecen condiciones tan atractivas como en un préstamo clásico.

Según Climate Bonds Initiative (CBI), organismo de referencia en materia de deuda responsable, Nigeria “se prepara para una segunda emisión” y Egipto y Perú posiblemente lo harán en el curso del año 2020.

Las obligaciones verdes se han extendido este año a Indonesia en febrero, a Corea del sur en junio y Hong Kong en mayo. Esta ‘ola verde’ ya había seducido en 2018 a países como Nigeria o Islas Fiyi.

Mundo emergente y verde 

“El mundo emergente, igual que las economías desarrolladas, está implicado en estos desafíos medioambientales y sociales. Realizar una emisión verde es un vector excepcional para afirmarse en ello”, dice Frédéric Gabizon, responsable del mercado de capital en HSBC, que forma parte de los bancos que dirigen la gran mayoría de las operaciones verdes.

Sin embargo, algunas naciones emergentes “han atravesado crisis que han alejado a la deuda verde de sus prioridades”, indica el responsable mundial de la finanza social y medioambiental del Crédit Agricole CIB.

En América Latina, Brasil renunció a albergar la COP25 un mes después de la elección del presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro, un escéptico sobre el cambio climático.

Turquía y Arabia Saudita estuvieron a punto estuvieron de hacer fracasar el consenso sobre el clima durante la cumbre del G20 a fines de junio, aunque finalmente suscribieron un texto de compromiso.

No obstante, para Gabizon, “la tendencia al desarrollo económico sostenible y duradero es cada vez mayor y desde este punto de vista los países emergentes participan también en este movimiento planetario”.

El importe de estas emisiones mundiales de obligaciones verdes, del 1 de enero a fines de junio, alcanzó los 147,000 millones de dólares, según datos de HSBC.