Fabián Pennella, un empleado argentino de 36 años, perdió su trabajo en una empresa estatal el 17 de agosto, en momentos en que su país se hundía cada vez más en la crisis económica. El mismo día, el presidente Mauricio Macri reconoció en una conferencia de prensa que más argentinos vivían en la pobreza.
Hasta entonces un miembro de la clase media, Pennella quedó en riesgo de engrosar la franja de los “nuevos pobres” que tanto creció en Argentina en 2018.
Las tasas de interés alcanzaron niveles máximos mundiales, la inflación cerrará el año cerca del 50% y el peso se depreció casi 50% frente al dólar, lo que pulverizó el poder adquisitivo de los argentinos.
Los consumidores también enfrentaron aumentos de dos dígitos en las facturas de electricidad y gas y en el transporte público, debido al recorte de subsidios estatales que implicaba el programa de austeridad de Macri para equilibrar el presupuesto.
La mala cosecha de granos -clave para el país-, las preocupaciones de inversores sobre la capacidad de Macri para tapar los enormes déficits fiscales y comerciales, y las más altas tasas de interés de Estados Unidos -que absorbieron el dinero de los mercados emergentes-, bombardearon a la tercera economía de América Latina en 2018.
En Buenos Aires, los comercios con carteles de liquidaciones o cortinas metálicas abajo son parte del paisaje.
En el apogeo de la crisis, los argentinos más pobres recurrieron a los clubes de trueque para intercambiar comida y ropa. Más personas participan en la economía informal, alquilan habitaciones en sus casas en Airbnb o trabajan para la firma Uber para obtener ingresos adicionales.
Pennella es una de las que ahora buscan trabajo con Uber.
Hace cuatro meses, era secretario en una empresa estatal de energía en la que había trabajado durante 10 años. Alquilaba una casa en los suburbios, tenía un plan de salud para su familia y salía de vacaciones todos los años.
Cuando perdió su trabajo, su esposa también perdió sus ingresos. Ella vendía comida casera en la oficina de su marido.
Como parte del plan oficial para eliminar el déficit fiscal en 2019, la cantidad de trabajadores del sector público -incluyendo a firmas estatales- cayó 4.4% interanual en septiembre de este año a poco más de 3.1 millones de empleados, según datos de la Secretaría de Trabajo.
Al no poder afrontar el alquiler de una vivienda, Pennella, su esposa y sus dos hijos pequeños se mudaron temporalmente a una propiedad en la planta baja de la casa de sus padres.
El único ingreso de la familia proviene de trabajos ocasionales, como la pintura de casas, que Pennella ha encontrado mientras espera que Uber apruebe su solicitud.
“Mi vida cambió después de 10 años, literalmente”, señaló Pennella sentado a la mesa de la cocina en su nuevo hogar temporal. “Tratamos de prohibirnos algo nosotros, pero dárselo a los nenes. Trato de que a ellos no les falte nada”.
Promesas de campaña
Macri, un exalcalde de Buenos Aires proveniente de una familia rica, ganó las elecciones presidenciales en 2015 con su alianza “Cambiemos”, un mensaje atractivo para los votantes agotados por escándalos de corrupción y por el estilo confrontativo de la expresidenta peronista Cristina Fernández.
La clase media argentina está habituada a la alta inflación y a crisis que se repiten por un recurrente y elevado déficit público y por una escasa industrialización, que vuelve al país excesivamente dependiente de sus exportaciones agropecuarias.
Al asumir el cargo, Macri cumplió sus promesas de eliminar los controles de capital, reducir los impuestos a la exportación y hacer flotar el peso, lo que agradó a los inversores extranjeros.
También prometió reducir la inflación alta a un solo dígito, pero eso no ha sucedido. Los economistas pronostican que el país terminará 2018 con una inflación de casi el 50 por ciento.
Hubo “esta sucesión de tormentas interminables (en 2018) que empezaron con la sequía y con el abandono de los mercados centrales a los emergentes, a donde Argentina pertenece”, dijo Macri en una reunión de funcionarios del Gobierno a inicios de diciembre.
Una de las primeras tormentas en azotar la economía ocurrió en abril, cuando los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años de referencia de Estados Unidos alcanzaron su nivel más alto en cuatro años, golpeando a los mercados emergentes y Argentina fue uno de los más afectados.
Durante un periodo de tres días, el banco central de Argentina vendió frenéticamente más de 2,000 millones de dólares en valiosas reservas extranjeras, en un vano esfuerzo por detener una fuerte devaluación del peso.
A medida que el peso seguía cayendo, el banco central aumentó las tasas de interés en mayo al 40% y Macri inició conversaciones de emergencia con el Fondo Monetario Internacional. En junio, el FMI anunció un salvavidas crucial de 50,000 millones de dólares para Argentina.
A lo largo de la crisis, Macri ha sido muy visible en la televisión nacional, en un intento por explicar a los argentinos los pasos que está tomando su Gobierno. Sin embargo, sus índices de aprobación cayeron abruptamente a medida que los argentinos experimentaban más problemas financieros.
Así como el ajuste de la economía se hizo sentir entre los empleados del Estado, las empresas privadas que destinan su producción o sus servicios al alicaído mercado doméstico atraviesan un momento crítico por el derrumbe del consumo.
Emiliano Di Ilio, de 38 años, propietario de una farmacia en el distrito de Quilmes, al sur de la capital argentina, votó por Macri en 2015 con la esperanza de que pudiera lograr estabilidad económica.
“No esperaba que bajara tanto el consumo, se prometió una cosa que no se cumplió. Fueron todas mentiras y me siento decepcionado”, afirmó Di Ilio, cuya farmacia ha experimentado una caída del 25% en las ventas de medicamentos durante el año, que lo llevó a evaluar la venta de su negocio.
Macri ha reconocido que su programa de austeridad es doloroso, pero lo considera necesario para reducir la alta inflación y lograr las inversiones necesarias para desarrollar la economía.
Lira turca estornudó y peso argentino se resfrió
A medida que la economía se tambaleaba durante el invierno y los argentinos luchaban por adaptarse a su nueva realidad, la economía fue golpeada por otra tormenta en agosto.
Una devaluación de la lira turca el 10 de agosto reavivó las preocupaciones sobre la vulnerabilidad de los mercados emergentes. El peso estaba en la línea de fuego. En tres días se había desplomado a un mínimo histórico frente al dólar.
Fue un nuevo golpe para los argentinos que ya luchaban por llegar a fin de mes, en medio de una inflación desenfrenada impulsada en parte por los recortes de subsidios de Macri, que llevaron a un salto del 70%en las tarifas del gas, del 24 por ciento en las de electricidad y del 116 por ciento en las del transporte público durante el año. Si bien la crisis económica no está en la misma escala que la de 2001-2002, su impacto es claramente visible al pasear por la calle Florida, una de las principales arterias comerciales de la capital. Un 20% de sus casi 1,300 tiendas están desocupadas, según un informe de diciembre de la firma de bienes raíces Adrián Mercado.
A lo largo de un tramo de 200 metros de la avenida Forest, en el barrio Chacarita -en Buenos Aires-, conocido por sus tiendas de ropa, hay comercios cerrados y carteles de “liquidación total hasta agotar stock”. Al menos cuatro tiendas y una fábrica de ropa han cerrado en los últimos meses, dijeron a Reuters vendedores de las tiendas vecinas.
“La gente viene al negocio y dice que una chomba (camiseta) de 160 pesos (4 dólares) es cara. Pero eso no es caro, lo que pasa es que la gente no tiene plata”, dijo Néstor Recchini, un vendedor de un comercio de la zona, que también atraviesa dificultades.
La caída en las ventas se produce en un contexto de aumento del desempleo, que subió a 9% en el tercer trimestre del año desde 8.3% previo, según los últimos datos oficiales.
Crece la pobreza
La pobreza medida por el Gobierno llegará al 33% para fines de año desde el 27% del primer semestre de 2018, estima Agustín Salvia, investigador especializado en pobreza de la Universidad Católica de Argentina (UCA). Se considera que una persona vive en la pobreza en Argentina si gana menos de 213 dólares por mes.
Argentina cambió recientemente la forma en que mide la pobreza, por lo que el ente oficial de estadística (Indec) considera que no puede realizarse una comparación con cifras anteriores a 2016. Pero el 33% sería la cifra más alta desde ese año y algunos investigadores creen que la mayor en al menos una década.
El 3 de septiembre, unas dos semanas después de que Pennella, el exsecretario, perdiera su trabajo, Macri apareció en la televisión nacional para anunciar medidas de emergencia para detener un colapso del peso y restaurar la confianza de los inversores.
El banco central ya había elevado las tasas de interés al 60%. Ahora el Gobierno de Macri anunció un impuesto a las exportaciones, una reducción a la mitad de los ministerios y otras medidas para recortar el gasto público. El mes siguiente, Argentina obtuvo 7,000 millones de dólares en fondos adicionales del FMI.
Esas medidas, combinadas con una política monetaria más estricta para detener la corrida del peso y el austero presupuesto aprobado por el oficialismo y sus aliados en octubre en el Congreso han ayudado a estabilizar la moneda.
Los economistas esperan que la economía empiece a repuntar en el segundo trimestre de 2019, impulsada por la mejora de las exportaciones.
Mientras tanto, Pennella trata de sobrevivir con el dinero de su indemnización por despido y trabajos informales.
“Estamos haciendo lo que se pueda para traer plata a casa. Todo aumenta increíblemente y la plata no alcanza. Estoy repartiendo currículums. Me han llamado, he ido a entrevistas, pero no te vuelven a llamar”, relató.