Los bancos centrales más poderosos del mundo han inyectado billones de dólares a sus economías en busca de paliar los efectos de la pandemia de COVID-19, sin embargo, si sus programas de estímulo están mal ejecutados, la abultada liquidez incluso podría resultar contraproducente.

Las medidas de estímulo actuales se ejecutaron con una prisa comprensible pero, dado que la epidemia durará más de lo estimado, se requiere de una implementación y evaluación más cuidadosa de todos los programas de apoyo que se han instrumentado, dicen Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía y Hamid Rashid, jefe de Monitoreo Económico Global en el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU.

En el caso de Estados Unidos, la Reserva Federal (Fed) ha inyectado por lo menos tres billones de dólares desde que la epidemia del nuevo coronavirus se convirtió en un problema mundial.

No obstante, los datos de la Fed muestran que los excedentes de reservas en las instituciones de depósito estadounidenses se han casi duplicado, desde 1.52 billones de dólares hasta 3.04 billones.

“Es evidente que el crédito bancario por sí solo no nos sacará de este atasco económico. Para colmo de males, el exceso actual de liquidez puede conllevar un alto costo social. Además de las inquietudes habituales relacionadas con la deuda y la inflación, hay también buenos motivos para temer que el exceso de efectivo en los bancos se canalice a la especulación financiera”, escribieron Stiglitz y Rashid en Project Syndicate.

El subgobernador de Banco de México, Gerardo Esquivel, comentó que, en el caso de los países avanzados, en donde ha habido una inyección de liquidez muy significativa -dado el tamaño de sus economías-, que además se dio de una forma muy rápida, en algunos casos puede ser que la implantación en esas economías no sea la mejor.

Ha habido indicios sobre todo en el caso de Estados Unidos en donde los recursos van a sectores que no los necesitaban, a personas que no lo necesitaban y eso genera algunas inconformidades

dijo Gerardo Esquivel en una entrevista con EL CEO.

Ante la gravedad de la pandemia y la falta de una vacuna, la incertidumbre sobre sus consecuencias económicas y sociales han ido en aumento.

En el caso de América Latina ha resultado particularmente complicado, debido no solo a los endebles sistemas de salud, sino a la alta población que labora en la informalidad, y para quien el confinamiento. resulta un lujo.

En este contexto, alrededor del mundo, varios gobiernos ya han comenzado a levantar paulatinamente las medidas de confinamiento para reanimar a sus economías.

Pero el ritmo y la fuerza de la recuperación de la crisis no solo dependen de la eficacia de las medidas de salud pública para frenar la propagación del virus, sino también de la capacidad de los países para proteger los empleos y los ingresos, en particular de los miembros más vulnerables de nuestras sociedades, de acuerdo con Elliott Harris, economista jefe de la ONU y subsecretario general para el desarrollo económico

Esquivel también indica que, la otra  discusión es que si lo que se está haciendo ha logrado paliar los efectos de la crisis y si esto dará o no lugar al surgimiento de inestabilidades político-sociales, algo que considera inevitable en un contexto de crisis.

“Siempre es posible que surjan estas demandas sociales de sectores que pueden no estarse viendo beneficiados por los programas que tratan de mitigar los efectos indeseables de la crisis, o bien sectores que consideran que están siendo tratados injustamente respecto a otros”, dice Esquivel.

Pero el subgobernador señala que siempre se exacerban estas tensiones, haya o no haya programas, y en el caso de México existe un riesgo, como en todos los países “pero no creo que sea mayor que en otras circunstancias, me parece que, a pesar de todo, de la magnitud del impacto del cierre de las actividades, hasta ahora no se ha visto una mayor inestabilidad político-social”.

Mientras tanto, en el caso de las economías más desarrolladas, Stiglitz indica que, los programas de estímulo mal diseñados no sólo son ineficaces, sino que pueden ser peligrosos, ya que pueden aumentar la desigualdad, sembrar la inestabilidad y debilitar el apoyo político a los gobiernos justo cuando se lo necesita para evitar que la economía caiga en una recesión prolongada.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dicho las principales epidemias del siglo han hecho aumentar la desigualdad y han perjudicado las perspectivas de empleo de quienes cuentan solo con una educación básica, mientras que casi no han tenido repercusiones sobre quienes tienen una instrucción superior.

En sus estimaciones, los resultados muestran que la desigualdad aumenta a pesar de los esfuerzos de los gobiernos por redistribuir las rentas de los ricos a los pobres y mitigar así los efectos de las pandemias. Al cabo de cinco años, el coeficiente de Gini neto ha aumentado casi 1.5%, lo cual refleja que las repercusiones son importantes, puesto que la evolución del indicador en el tiempo es lenta.