El 62.8% de la población mexicana se concentra en zonas metropolitanas, es decir, en regiones ubicadas en los alrededores de una ciudad a la que las personas viajan para llevar a cabo actividades diarias como el trabajo, escuela o compras.
El intercambio poblacional y la correlación que se establece entre diversos municipios con las ciudades, si bien facilita temas como el acceso al mercado laboral, complica temas cotidianos como el transporte.
También propicia la expansión desordenada de las manchas urbanas, lo cual provoca encarecimiento y dificultad para llevar servicios básicos a todas las comunidades, así como asentamientos poco densos que tienen como consecuencia economías menos dinámicas y mayor percepción de la inseguridad.
Ya se han identificado las 74 zonas metropolitanas del país e incluso se les asigna una partida presupuestal anual desde 2006. La correspondiente a 2019 es de las más bajas de los últimos 13 años, de acuerdo con información del Presupuesto de Egresos de la Federación.
Sin embargo son pocos los organismos políticos y administrativos que vigilan el desarrollo de estas zonas.
“Los ejemplos que considero más exitosos son el Instituto Metropolitano de Planeación de Guadalajara y el Consejo de Desarrollo Metropolitano de Ciudad Juárez” destacó Javier Delgado, director del Programa Universitario de Estudios Sobre las Ciudades (PUEC-UNAM).
Lo considera así porque son órganos que buscan participar no solo con coordinación y cooperación, sino que han conformado asociaciones “donde se reparten responsabilidades, se identifican recursos y planes de acción”.
Sin embargo se quedan cortos en su actuar, ya que carecen de poder político.
“Esto tiene en parte una explicación histórica ya que la figura municipal -clave para entender el funcionamiento de las zonas metropolitanas- tuvo reconocimiento jurídico y autonomía muy tarde, cuando la delimitación ya era insuficiente. El gobierno de una ciudad no basta para resolver los problemas de los municipios de la periferia porque la escala de las ciudades ya nos desbordó”.
Señala que el fenómeno metropolitano y los problemas que acarrea no exclusivo mexicano ni de Latinoamérica, sino que se replica en todas partes del mundo.
Por ejemplo los Chile, Perú y Brasil cuentan con sistemas de planeación regional “aunque por las características políticas de esos países no han sido muy exitosas las figuras regionales”.
Considera que la Unión Europea es un ejemplo de organización regional. “Son países enteros que ya están colaborando y teniendo discusiones de cómo se debe organizar un gobierno regional de escala continental”.