La divergencia entre las dos economías más grandes de América Latina, Brasil y México, se está ampliando a medida que los presidentes de izquierda y derecha más prominentes de la región adoptan respuestas fiscales diferentes a la pandemia de COVID-19.
El gobierno de derecha del presidente Jair Bolsonaro, que asumió el cargo el año pasado prometiendo bajar el gasto público y reducir la deuda de Brasil, se vio obligado a gastar miles de millones en beneficios por desempleo.
En México, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, que prometió abordar la pobreza con programas de gasto estatal, ha mantenido un férreo control sobre el gasto público.
Los economistas de Credit Suisse estiman que el gasto de Brasil en respuesta a la contingencia sanitaria no solo fue tres veces mayor que la mediana de las economías de mercados emergentes, sino que incluso superó el promedio de los países ricos.
Citando datos del Fondo Monetario Internacional, el banco fijó el esfuerzo fiscal de Brasil en un 6.5% del PIB, mientras que el gasto de México equivale a solo el 0.7% del PIB.
El impacto económico a corto plazo de esta divergencia fiscal se reflejó en los datos. Mientras que la economía de Brasil se contrajo en un récord de 9.7% en el segundo trimestre, la de México se hundió 18.7% en términos reales anuales.
“La economía brasileña en 2020 y 2021 (se verá) menos afectada que la de la mediana de los países emergentes”, escribieron los economistas de Credit Suisse, refiriéndose a lo que sucede en Brasil.
En México, el panorama económico ciertamente parece sombrío. Banco de México (Banxico) advirtió la semana pasada que el PIB del país se contraerá hasta 12.8% este año, la que sería su caída más profunda desde la Gran Depresión.
Por el contrario, los economistas han estado revisando al alza sus pronósticos más bajistas para Brasil, en medio de señales de que la economía se está recuperando en el tercer trimestre, luego de los pedidos de Bolsonaro de que se eliminen los confinamientos.
Una encuesta del banco central de Brasil a economistas ahora proyecta una contracción de 5.3% en promedio este año. El gobierno dice que incluso eso es demasiado pesimista y pronostica una disminución de 4.7%, que aún sería la mayor desde que comenzaron los registros en 1900.
Sin embargo, para los inversores, mirando más allá del impacto económico a corto plazo, la austeridad de López Obrador puede hacer que los bonos del gobierno y los mercados crediticios de México sean más atractivos a largo plazo, dicen los analistas, mientras que la presión al alza puede aumentar las tasas de interés a largo plazo de Brasil.
“Los bonos mexicanos podrían tener un rendimiento superior siempre que no se especule sobre una posible rebaja de la calificación crediticia de México”, dijo Gabriela Siller, economista de Banco Base.
En Brasil, señaló, la turbulencia política está pesando sobre el desempeño de la deuda soberana.
México, ¿un ejemplo?
López Obrador dice que México cosechará recompensas a largo plazo al evitar los errores del pasado, cuando los anteriores gobiernos, a los que califica de “neoliberales”, desperdiciaron el dinero de los contribuyentes rescatando a las corporaciones, transfiriendo dinero de los mexicanos comunes a la élite adinerada.
Yo espero que el caso de México al final va a ser un ejemplo
Andrés Manuel López Obrador
Desde que asumió el cargo en diciembre de 2018, López Obrador ha sido cauto con el gasto, cuidadoso de evitar cualquier riesgo de dejar a su gobierno como rehén de los mercados de deuda.
Ha recortado drásticamente el salario del sector público para destinar fondos a proyectos de infraestructura y bienestar. Las modestas medidas de ayuda que ha tomado su gobierno durante la pandemia se han dirigido principalmente a electores clave como los pobres y los ancianos.
México prometió dos millones de préstamos para pequeñas empresas. Pero a 25,000 pesos cada uno, el desembolso total llega a menos de 2,500 millones de dólares.
Algunos economistas dicen que López Obrador calculó mal los efectos a largo plazo de una recesión tan dolorosa.
Mariana Campos, experta en gasto público del grupo México Evalúa, dijo que el presidente ha pasado por alto que la gran mayoría de los empleadores mexicanos eran empresas pequeñas o medianas que no pueden sobrevivir a una crisis importante sin más apoyo del gobierno.
“Está totalmente sobreestimando la capitalización que ellas tienen y que no pueden existir por mucho tiempo sin ingresos recurrentes”, apuntó.
Bolsonaro gana aprobación pese a irrupción de la pandemia
Si bien el gobierno de Bolsonaro se ha visto afectado por los escándalos de corrupción y los conflictos con el Congreso, su alto gasto ha traído fortunas políticas alentadoras.
Aunque Brasil es el segundo foco de COVID-19 más grande del mundo, con más de 124,000 muertes, según cifras de la Universidad Johns Hopkins, los índices de aprobación de Bolsonaro se han recuperado.
Los analistas políticos dicen que en gran parte se debe a una ayuda mensual de 600 reales transferido directamente a los bolsillos de hasta 85 millones de las personas más pobres de Brasil.
Una encuesta de Datafolha el mes pasado encontró que 37% de los encuestados ve a su gobierno como muy bueno o bueno, en comparación con 32% en junio, mientras que su tasa de rechazo bajó en 10 puntos, a 34%, que ve a su gobierno como malo o terrible.
De manera crucial, gran parte del aumento de la popularidad se produjo en el noreste de Brasil, una región pobre y un bastión del Partido de los Trabajadores de izquierda, que podría ser decisivo en la reelección de Bolsonaro en 2022.
Si bien el mandatario también planea renovar el programa de bienestar “Bolsa Familia” lanzado por el Partido de los Trabajadores, muchos en el gobierno cuestionan cuán sostenibles son sus iniciativas contra la pobreza.
Bolsonaro anunció el martes que las ayudas se extenderán hasta fin de año, aunque a una tasa reducida de 300 reales mensuales.
Sin embargo, el programa, que le costará al Tesoro cerca de 350,000 millones de reales, alrededor del 5% del PIB, ha abierto un agujero en el presupuesto cuidadosamente elaborado del ministro de Economía Paulo Guedes este año. Y lo que es preocupante para los inversores, puede tener un costo político.
La relación de Bolsonaro con Guedes, un respetado exgraduado de la escuela de Chicago y defensor de la disciplina fiscal, se ha visto dañada y persiste la especulación de que el “superministro”, un favorito de los mercados, puede renunciar.
“Una mala posición fiscal es mala para los bonos, aunque creo que Brasil ya tiene un gran deterioro”, dijo Luciano Sobral, economista jefe de NEO Investimentos.