Las refinerías de Pemex tienen una edad de entre 31 y 74 años, y la falta de obras de mantenimiento menor y mayor en la última década han ido aumentado paulatinamente el riesgo de una falla en las instalaciones, lo que podría provocar accidentes graves, como se ha visto en las últimas semanas.
“La inversión en mantenimiento, no en este sexenio, sino en varios más, ha sido insuficiente. El mantenimiento de refinerías no deja, y de hecho gasolinas no deja (utilidades)”, explicó Adrián Calcaneo, director de Midstream y Líquidos de IHS Markit.
Si tú fueras el director general de Pemex difícilmente le vas a invertir a mantenimiento si puedes hacerlo en un rubro más rentable.
Esto es un síntoma de un problema que Pemex ha arrastrado durante muchos años: donde “el dinero bueno” se iba a Hacienda o a Exploración y producción, destacó Calcaneo. El problema es que ahora se le está pidiendo a Pemex que produzca al tope en extracción y refinación con instalaciones deficientes.
“Son instalaciones muy viejas, y eso no ayuda. Tú diseñas una caldera para que dure cierto tiempo, y en ese tiempo de operación tienes que hacer mantenimiento estándar”, explicó Bernardo del Castillo, Health, Safety and Environment, Business Continuity de una empresa global.
“Los componentes tienen la capacidad de seguir funcionando cierto tiempo, pero llega un momento en que, por muy bien que trates al equipo, va a dejar de funcionar”.
Del Castillo destacó que el estándar de calidad de los equipos es muy alto, pero que es necesario realizar mantenimiento correctivo, preventivo y predictivo, pues todos ellos influyen en el funcionamiento de las instalaciones.
“Una refinería de 100 años puede seguir funcionando al 100% si le metes todo el dinero que necesita. En ese periodo todos los equipos mayores tendrían que ser nuevos y eso requiere detener la operación para hacer las adecuaciones necesarias”, señaló.
Pemex no ha tenido suficientes detenciones programadas en sus refinerías durante la última década como para pensar que se han realizado todas las actividades necesarias de mantenimiento correctivo. Esto disminuye las tolerancias de los equipos y requiere de la habilidad de los operadores para seguir funcionando, dijo Del Castillo, lo que aumenta la probabilidad de un incidente.
La semana pasada la refinería “Ing. Hector R. Lara Sosa”, ubicada en Cadereyta, realizó un desfogue a través de la chimenea de gases de combustión debido a “ajustes operativos. La propia empresa admitió que se trató de un volumen mayor al acostumbrado, pero descartó que esto haya representado un peligro para la población.
El 20 de este mes, un desfogue en un ducto propiedad de Pemex provocó una explosión que alcanzó viviendas en el predio de La Barita, en Poza Rica, Veracruz, lo que dejó un saldo de siete lesionados. Además, la refinería “Ing. Antonio M. Amor” en Salamanca, Guanajuato, está siendo investigada por la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) debido a la emisión de una nube amarilla que presuntamente está formada de azufre.
“Lo grave no es que hayan omitido el mantenimiento menor, sino que hablen de rehabilitación de refinerías cuando no se están haciendo las adecuaciones necesarias”, explicó.
El presupuesto asignado a la construcción de Dos Bocas podría haber sido suficiente para realizar una rehabilitación de fondo en al menos dos refinerías del sistema nacional, consideró Del Castillo.
Esto está en línea con los poco más de 4,000 millones de dólares que la administración pasada asignó a los trabajos de modernización en Tula, los que fueron suspendidos y serán retomados este año.
“Si se hubieran gastado los 8,000 millones de dólares para acondicionar las refinerías podríamos haber ganado el doble de la capacidad que va a traer Dos Bocas. El problema es que toda la atención se está yendo a la posibilidad de una nueva refinería”, lamentó Calcaneo.