Andrés Manuel López Obrador expresó por mucho tiempo su rechazo al amiguismo empresarial que -según acusó- existía entre los gobiernos y el sector privado.
Sin embargo, el presidente de México ya hizo un primer movimiento para favorecer a dos empresarios que no han figurado en la lista de favoritos de otros gobiernos: Ricardo Salinas Pliego, presidente de Grupo Salinas y Carlos Hank González, presidente de Grupo Financiero Banorte.
Ambos integrantes del recién creado Consejo Asesor fueron elegidos por López Obrador para participar en proyectos del nuevo gobierno y se perfilan para ser los primeros beneficiados, lo que ha llamado la atención de expertos anticorrupción, dada la cercanía de los directivos con el mandatario.
Banco Azteca y Banorte ayudarán a entregar apoyos sociales a través de tarjetas bancarias, bajo el argumento de que la banca de desarrollo no tiene la infraestructura para hacerlo.
Los programas que anunció el presidente consisten en la entrega de una pensión a los adultos mayores de 68 años, dar becas a jóvenes de escasos recursos para estudiar en la universidad, becar a todos los estudiantes de escuelas públicas de nivel medio superior y pensionar a un millón de personas con discapacidad.
El hecho de que López Obrador escuche al sector empresarial no representa una mala práctica en sí misma, lo que preocupa a los expertos es que la asignación directa de ciertas tareas, sin que medien concursos o se conozcan los criterios de selección, pueda abrir la puerta a ese amiguismo empresarial que antes criticó y que incluso se volvió una de sus banderas políticas más importantes que lo llevaron a la presidencia.
Tendrían que explicarnos por qué escogen estas empresas y no otras y en qué condiciones o qué tipo de ventajas comparativas le ofrecen estas empresas al estado mexicano
Fernando Nieto, profesor investigador del Colmex.
Hasta hoy, el gobierno no ha hecho público algún contrato formal con las instituciones financieras, pero Banco Azteca ya está realizando los cambios internos necesarios para hacer frente a la oportunidad que se le presenta
El 5 de diciembre, apenas cinco días después de la toma de posesión de López Obrador, Banco Azteca, de Salinas Pliego, creó una nueva división de negocio denominada ‘Banca de gobierno’, a cargo de Luis Armando Melgar Bravo.
“La institución busca expandirse hacia nuevas áreas de negocio en el sector público”, escribieron directivos de la institución en un comunicado.
Al cierre de septiembre, Banco Azteca contaba con 1,268 sucursales y 2,300 tiendas de servicios financieros. Pero además cuenta con 1,070 tiendas Elektra en todo el país, que también podrían funcionar como puntos de contacto.
Esta decisión de negocio cobra relevancia porque semanas atrás, Salinas Pliego se acercó a López Obrador para proponerle la creación de un consejo asesor conformado por él mismo y otros seis empresarios, entre los que también se encuentra Carlos Hank González, según relató el mismo AMLO en un video publicado en sus redes sociales.
Banorte tiene alrededor de 1,140 sucursales, mientras que Bansefi tiene solamente 430.
¿Una ventana a beneficios injustificados?
“Creo que el riesgo existe y habrá que medirlo con base en cada decisión que tome. Si toma una decisión en favor de alguna de estas empresas, habrá elementos para cuestionar, debido a la cercanía anunciada”, consideró Ricardo Alvarado, investigador de la organización civil Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI).
Para Banorte podría significar un respiro. La empresa fue una de las instituciones financieras más castigadas en la Bolsa Mexicana de Valores tras el anuncio de la potencial cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en octubre.
El banco junto a Pensionissste, Profuturo e Inbursa, metió dinero a través de su administradora de fondos de ahorro para el retiro (Afore) para la construcción del proyecto de Texcoco, que hoy está en vías de cancelarse.
Para lograr la cancelación, el gobierno deberá primero concluir sus negociaciones con otros inversionistas extranjeros y después será el turno de las Afore. La negociación con Banorte podría ser menos complicada que con otros inversionistas, considerando la cercanía de AMLO con Carlos Hank. Aunque eso todavía está por verse.