La representación de la pasión y la muerte de Jesucristo de la alcaldía Iztapalapa es una tradición de la Semana Santa en la Ciudad de México que cada vez atrae a más turistas al oriente de la capital.
Lo que nació como una expresión de fe entre los barrios locales hace 176 años actualmente reúne a casi dos millones de turistas.
En esta edición de la Pasión de Cristo, la alcaldía espera romper ese techo y tener una derrama económica de 300 millones de pesos entre el Jueves Santo y el Domingo de Resurrección, informó la alcaldesa Clara Brugada.
Iztapalapa ocupa el segundo lugar en turismo de tradiciones y costumbres debido a su celebración de Semana Santa, que reúne alrededor de 2 millones de visitantes cada año y acapara el 24% de ese sector, muestran datos de la Secretaría de Turismo capitalina.
El primer lugar en el segmento lo ocupa la delegación Álvaro Obregón, que recibe a 6 millones de peregrinos en la Basílica de Guadalupe cada diciembre y capta 73% de la demanda.
Turismo de tradiciones
La celebración de la Pasión de Cristo de Iztapalapa tiene sus orígenes en la época virreinal, como parte del llamado “teatro evangelizador” con el que la orden franciscana pretendía catequizar a los indígenas de la Nueva España.
En ese periodo ‘apareció’ el Señor de la Cuevita, a quien se le erigió un santuario y se convirtió en el ícono religioso de la zona. Décadas después, en 1833, una epidemia de cólera se dispersó en la zona de Iztapalapa y causó la muerte de decenas de personas. Los habitantes se encomendaron al santo para detener las muertes.
“El gran milagro se produjo, el pueblo no se extinguió y en agradecimiento, la comunidad de Iztapalapa en 1843 volvió a realizar la representación de la Semana Santa que continúa hasta la actualidad”, escribe María París Gómez Villegas en el texto Semana Santa en Iztapalapa: un patrimonio preservado desde la comunidad.
Actualmente, la Pasión de Cristo reúne a los ocho barrios tradicionales de la delegación, quienes financian, actúan y planean la representación durante los meses previos.
La alcaldía Iztapalapa ahora busca convertir esta conmemoración religiosa en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, título que da la Organización de las Naciones Unidas a través de la UNESCO. México tiene actualmente 35 bienes culturales y naturales inscritos en esta categoría.
La semana pasada, la alcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada, acudió a Palacio Nacional para entregar una petición que permita declarar la conmemoración como patrimonio cultural de la humanidad. Esta todavía debe ser procesada y enviada por el gobierno mexicano para iniciar el trámite de registro ante la UNESCO.
Recibimos a representantes del Comité Organizador de la Semana Santa en @Alc_Iztapalapa para solicitar a @UNESCO_es considere que la representación sea declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Gracias al @INAHmx @ClaraBrugadaM y @cultura_mx por acompañarnos. pic.twitter.com/IntcEU46Ep
— Jesús Ramírez Cuevas (@JesusRCuevas) April 11, 2019
Ser catalogado como patrimonio cultural es, además de un reconocimiento a una tradición de casi dos siglos, una forma de atraer a más turistas de todo el mundo a la representación.
Los países miembros de la UNESCO catalogan en 4.81, en una escala de seis puntos, la importancia del patrimonio material para la atracción de turistas; el patrimonio inmaterial quedó en segundo lugar, con 4.61 puntos, informa el documento Sinergias de turismo y cultura, publicado por la organización.
El mismo reporte considera que 16% de los turistas en el mundo viajan motivados por la cultura, mientras que 47% lo hacen pensando en actividades culturales locales.
La Organización Mundial de Turismo asegura que es posible elevar el número de turistas a eventos tradicionales y representaciones culturales, siempre y cuando se identifique adecuadamente a los turistas culturales y exista una oferta que atienda sus necesidades.
Para desarrollar este tipo de turismo, la organización recomienda combinar las atracciones, formar turas y circuitos relacionados y generar estrategias de mercadotecnia que entienda los productos a ofertarse. Además, es necesario privilegiar los beneficios a largo plazo sobre otros más inmediatos, para preservar las tradiciones.