Migrantes centroamericanos atrapados en la frontera entre México y Estados Unidos quebrantaron hoy por la madrugada la valla fronteriza, arriesgándose a una detención casi segura por autoridades estadounidenses, pero con la esperanza de que la entrada ilegal les permita solicitar asilo.
Desde mediados de octubre, miles de centroamericanos, en su mayoría de Honduras, han viajado en caravana hacia Estados Unidos a través de México, algunos de ellos caminando largas distancias.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prometió detener la entrada de migrantes enviando tropas para reforzar la frontera e amenazó con un cambio legal, hasta ahora negado por los tribunales, para exigir a los solicitantes de asilo que permanezcan en México mientras se resuelven sus casos.
Frustrados y exhaustos después de semanas de incertidumbre, muchos migrantes están desesperados tras quedar atrapados en campamentos que describen como sucios y con muchas carencias en Tijuana.
Así, algunos optaron por evadir los procedimientos legales e intentaron cruzar de manera ilegal. Aproximadamente dos docenas de personas treparon en menos de una hora la cerca de unos tres metros de altura. Los migrantes eligieron un lugar en una gran zanja cubierta de vegetación donde la barrera es ligeramente más baja.
Justo antes del anochecer, tres personas atravesaron la valla en la playa y fueron rápidamente detenidas por la patrulla fronteriza de Estados Unidos, dijeron testigos.
Pero a lo largo de la frontera, a medida que la oscuridad descendía, más y más migrantes los seguían, muchos de los cuales llevaban niños.
Algunos usaron una manta como cuerda para ayudar a sus seres queridos a trepar. Una madre y sus hijos pasaron la primera valla y desaparecieron en la oscuridad de la noche.
El hecho de ver a algunos migrantes trepar la valla alentó a otros, incluso mientras un helicóptero patrullaba del lado estadounidense de la frontera.
Poco antes, Karen Mayeni, una hondureña de 29 años de edad, midió el tamaño de la valla mientras se aferraba a sus tres hijos, de seis, 11 y 12 años de edad.
“Sólo estamos observando nada más a ver qué pasa”, dijo Mayeni. “Nos definimos en un par de días”, añadió. Una hora y media después, ella y su familia estaban sobre la valla.
Varios de los migrantes corrieron para evitar ser capturados, pero la mayoría se entregó caminando lentamente hacia donde esperaban, bajo reflectores, los oficiales de la patrulla fronteriza.
Es probable que algunos de los migrantes que no tienen un caso sólido para una solicitud de asilo se conviertan en refugiados económicos. Sin embargo, otros cuentan historias sobre amenazas de muerte por motivos políticos en una región asolada por décadas de inestabilidad y violencia.
Procesar las solicitudes de asilo en la frontera de Estados Unidos puede llevar meses, por lo que si los migrantes entran ilegalmente y se presentan ante las autoridades, sus casos pueden ser revisados más rápidamente.
Las autoridades estadounidenses han restringido las solicitudes a través de los puertos de entrada de El Chaparral, en Tijuana, a entre 40 y 100 por día.
Algunos podrían esperar desafiar las probabilidades y penetrar en una de las secciones más fortificadas de la frontera sur de Estados Unidos.
Los que lograron cruzar la valla en Tijuana todavía tenían que subir una colina y luchar con otro muro más difícil de vencer para llegar a California, mientras agentes de la patrulla fronteriza tenían fuertemente vigilado el territorio entre las dos barreras.
“Súbete, tú puedes. Párate en mí”, dijo un migrante incitando a un compañero.
Un niño y su madre saltaron la valla y subieron corriendo la colina. Ambos se dieron la vuelta y saludaron a los que aún estaban del lado mexicano.
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