Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México, se encuentra ante el gran reto de hacer que su figura como máximo mandatario no se vincule en las decisiones políticas que se llevarán a cabo al interior del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
El político tabasqueño que tomará posesión el 1 de diciembre ha recibido sus primeras críticas en el presente periodo de transición, bajo el argumento de que no hay movimiento interno alguno sin su aval en el partido que él creó.
Según experiencias de los últimos mandatarios, López Obrador deberá cuidar que su administración no se vea afectada por esas decisiones que quedan fuera de su quehacer como presidente, o peor aún, que podrían desgastar su figura.
Para el politólogo Ricardo Espinoza se debe ser cauteloso en ese punto y distinguir que son dinámicas distintas en un gobierno y en un partido. “El ejercicio de gobierno es distinto al interés de un partido político”, indica.
Basándose en lo que ha ocurrido en el país en los últimos sexenios, el también catedrático de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) recuerda que en el caso del priismo se detecta que el hecho de que un presidente en funciones controle a su partido es parte de su ADN político, es algo normalizado.
Mientras que destaca que en el panismo, en los casos de las dos únicas figuras con las que han ostentado el poder, Vicente Fox y Felipe Calderón, se trató de reproducir ese actuar pero fue fallido, ya que la estructura del partido no permitió su intromisión total y acabó en desgastes para ambos.
Espinoza, doctor en Ciencia Política por la Universidad de París, ve muy claro que el nexo del presidente con su partido debe ser complementario, pero ninguno de los dos puede estar a la sombra del otro.
El presidente electo cuando asuma el cargo tiene que construir una relación distinta a la que hemos tenido hasta ahora. Pareciera que López Obrador tiene todos los elementos para controlar a Morena, pero es una fuerza política muy grande
Ricardo Espinoza, politólogo
El grito de “es un honor estar con Obrador” lanzado a coro por la bancada morenista el pasado 29 de agosto en San Lázaro al inicio de la 64 Legislatura, fue leído por sus críticos como una entrega total de esa fracción a la figura del presidente electo, lo que recordó a lo que en alguna ocasión fue denominado como el viejo presidencialismo priista.
Aunque la administración de López Obrador aún no ha arrancado, ya que toma posesión el 1 de diciembre, deberá actuar con habilidad política para poder llevar este tema, ya que en plena transición sus detractores ya lo tienen en la mira.
Para el experto en temas políticos, Maximiliano García, el próximo presidente actuará en lo que denomina un juego doble, porque por una parte en el discurso el tabasqueño tratará de marcar una distancia de Morena porque de sobra sabe que tradicionalmente uno de los brazos de ese presidencialismo al que critica con su discurso democrático era la intromisión en su partido, por lo que se deslindará.
Mientras que en los hechos el distanciamiento no será tan evidente, ya que necesita del respaldo de Morena para llevar a cabo temas en específico, sobre todo esos donde el alcance del Poder Ejecutivo no llega y necesita de otros como el Legislativo o gobiernos locales para tratar de implementarlos.
¿Dirigente absoluto o nuevos tiempos?
Fernando Belaunzarán, político perredista y uno de los críticos más acérrimos del próximo presidente, es claro en su idea de cómo va a ser esa relación: “Morena va a hacer todo lo que Andrés Manuel quiera en todo momento, es su dirigente absoluto”.
El ex diputado federal respalda sus dichos bajo los argumentos de que Morena carece en su interior de decisiones colegiadas y democracia, y agrega que será algo como lo que ocurría con el PRI, pero con la diferencia de que los presidentes del Revolucionario Institucional eran dueños de su partido en su sexenio y luego pasaban la batuta, pero en este caso López Obrador será siempre el mandamás.
Por su parte la senadora de Morena, Citlalli Hernández, indica que lo que va a ocurrir a partir del 1 de diciembre, una vez que el próximo presidente asuma el poder, es que iniciará una nueva etapa en la forma de hacer política en el país.
Ahora que somos una mayoría en el Legislativo y ahora que vamos a estar al frente del Ejecutivo no podemos replicar los mismo vicios de la política tradicional que incluso nosotros desde la oposición hemos señalado y criticado
Citlalli Hernández, senadora de Morena
La legisladora explica que son conscientes que uno de los grandes errores en las administraciones pasadas fue anteponer el interés partidista o de un grupo al común, social y colectivo, además garantizó que habrá un respeto por parte de López Obrador a los distintos poderes. “Vamos a escuchar a las voces que no coinciden con nosotros, gobernar para todos, seremos plurales y diversos”, concluye.
El próximo presidente de México deberá decidir entre las dos frases que marcaron las administraciones de los dos últimos mandatarios priistas, la sana distancia del partido de Ernesto Zedillo y la sana cercanía del PRI con la administración de Enrique Peña Nieto.