“No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. ¡Ya bastante tiene cada día con su propio mal!”

Mateo 6:34

 

La sola idea de envejecer resulta atemorizante porque implica la consciencia de que la vida se nos escapa a cada instante.

Volverse viejo es esa sensación de que ya no nos queda tanto tiempo como creíamos. De que el cuerpo empieza a fallar y de que llegará un día en el que, aunque lo intentemos, ya no estaremos en condiciones de trabajar.

¿Y entonces de qué vamos a vivir?

Es indignante escuchar de forma recurrente historias de pequeños ahorradores que con mucho esfuerzo aportaron 8,000 pesos de forma voluntaria a su Afore, solo para que el siguiente estado de cuenta le informara que se habían perdido 16,000.

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Es cierto que las inversiones financieras son un mundo intrínsecamente riesgoso en el que siempre existe la posibilidad, así sea mínima, de perder dinero. Pero no es menos cierto que un mayor riesgo debería implicar también un mayor rendimiento; y ese está lejos de ser el caso de nuestros fondos de pensiones.

¿Cómo van los rendimientos?

Un ejemplo de lo anterior es que Profuturo, la institución con mejor desempeño en el segmento de  edad más rentable, registró una ganancia neta equivalente a 7.44% anualizado en lo que va de 2022. 

El segundo lugar fue para SURA con una ganancia equivalente a 6.87% y de ahí para abajo.

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Las personas que tienen entre 38 y 42 años, por ejemplo, obtuvieron un retorno promedio de 5.89%; mientras que los adultos mayores de más de 65 años apenas arañaron un 4.39%.

En todos los casos con tasas significativamente menores al 8.87% que ofrece el CETE a un año, la inversión “sin riesgo” por excelencia.

Las excusas que las propias Afores y hasta la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar) esgrimen para justificar esta incompetencia son variopintas y en buena medida también son ciertas. 

Que la invasión a Ucrania trajo inestabilidad. Que el mercado está nervioso por el alza de tasas de interés de la FED. Que es una inversión de largo plazo y por mientras hay que aguantar el golpe.

Y es verdad.

Dinero congelado

Dentro de cinco años es probable que todo esto haya pasado y dentro de 10 será evidente que estas caídas eran la oportunidad perfecta para comprar aún más acciones. Pero mientras tanto el dinero está ahí, congelado y sin poder usarse ni siquiera para una emergencia. 

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Perdiendo valor gracias a unas minusvalías “que no son pérdidas” según los promotores de las administradoras y las autoridades que supuestamente los regulan, pero que de todas maneras le restan dinero a la cuenta. 

Porque el mal desempeño de las Afores no solo le quita dinero a la pensión final de los trabajadores, sino que los despoja de algo infinitamente más valioso, que es el tiempo de espera.

Años y años en los que el sueldo no llega completo porque el gobierno considera que el trabajador no puede administrar su propio dinero. No vaya a ser que cometa la insensatez de gastarlo hoy, que es cuando lo necesita.

Décadas enteras en las que, por ley, se hacen retenciones al salario que son entregadas directamente a un puñado de Afores para que las “administren” y de ese modo cobren generosas comisiones a cambio de un desempeño objetivamente mediocre.

Todo un sistema mediante el cual el Estado hace enormes negocios con unos pocos bancos y grupos financieros escogidos a dedo y muchas veces a modo. Pero ante todo, un ahorro con el gobierno busca protegerse, una vez más, de nuestras propias decisiones con respecto a la vejez.