Cuando era niño creía que los problemas tecnológicos del futuro serían androides asesinos, una guerra nuclear organizada por computadoras que adquirieron conciencia o una invasión extraterrestre exitosa gracias a avances científicos fuera de nuestro alcance terrestre. 

Eso pensaba gracias a la influencia de las películas de sci-fi que veía. En pantalla, estas eran las tramas más cotidianas y siempre pintaban un escenario negativo para el progreso de la humanidad. 

Y de las cientos de filmes que vi en la década de los 80 y 90, ninguna, absolutamente ninguna de las producciones atinaron a predecir que los mayores retos tecnológicos que enfrentaríamos serían la protección de nuestros datos, los problemas mentales ocasionados por las redes sociales, la hiper vigilancia de los comportamientos de los individuos o el aislamiento social que vivimos. 

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Los filmes ochenteros sobre tecnología nunca prometieron un mundo feliz, unido y próspero. En su mayoría eran historias que presentaron un futuro incierto y negro. Solo que se equivocaron de villanos.  

No es Terminator, son las redes sociales

Si revisamos la historia de la fundación de varias de las empresas tecnológicas líderes que tenemos en esta década encontramos que tenían una visión muy diferente a lo que se han convertido.

Facebook quería conectar al mundo. Pero cualquier usuario de la plataforma sabe que hay mucho discurso de polarización en el contenido posteado. Están los buenos contra los malos. Los de izquierda contra la oposición maldita y miserable. Los que tienen una causa y los que piensan que es una payasada.

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Google quería organizar la información del mundo y hacerla accesible para cualquiera. Hoy, tiene más información de ti que cualquiera de tus familiares o amigos. Sabe dónde has estado, cuáles son tus intereses, tu número de teléfono y tus hábitos de consumo. 

Amazon, en su declaración de misión original, ofrecía presentar los mejores precios a sus clientes. Y hoy, probablemente lo haga, pero a costa de la aniquilación de pequeños negocios tanto físicos como digitales que no pueden competir con su servicio de entrega o la comodidad de comprar algo con un solo clic.

Pregúntenle a un dueño de una tienda, e-commerce o librería. Apuesto a que jamás pensó de niño que su peor pesadilla iba a ser una corporación tecnológica que por su tamaño, alcance y control del espacio digital, acapararía a todos sus clientes y el mercado. 

“Peleo por los usuarios”

Tal vez lo único en lo que acertaron las películas de mi niñez era que los dueños de la tecnología dominante siempre eran caracterizados como avariciosos, peculiares y siempre dispuestos a ganar más control de las masas y sus bolsillos a través de sus creaciones. 

Algunos de  los CEOs de nuestras empresas tech más relevantes tienen espacio en su agenda para viajar al espacio, pero no tienen tiempo para dar mejores condiciones de trabajo a sus equipos o para garantizar que la información que les damos va a ser resguardada a favor de nuestros intereses. 

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Mientras los reportes de ganancias sean favorables, los usuarios y sus necesidades reales pueden esperar. 

En 1982 Steven Lisberger dirigió una película que se volvió de culto por su visión sobre los sistemas de computación: Tron. El lema del personaje central era “peleo por los usuarios”. Siempre lo entendí como una misión de ayudar a las personas a no ser absorbidas / manipuladas / sacrificadas por y para los sistemas informáticos. 

Y en 2022, ante la dependencia que tenemos como sociedad a las grandes corporaciones tech, me pregunto, ¿dónde estás Tron?

 

*Omar Flores es fundador de Black Cherry Contenidos y experto en marketing digital y tecnología. Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor.