“El capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos”.  Karl Marx.

Uno de los desengaños más crueles que ofrece el mundo financiero es la certeza de que, al momento de contar los centavos, la ética es la última de las preocupaciones. Todos quieren hacer dinero y ya, sin que les importe un comino el medio ambiente, ni la vida humana, ni nada que no sea proteger y aumentar las ganancias

Al interior de la Bolsa de Valores todo es un frenesí por enriquecerse rápido y a cualquier costo, por lo que inevitablemente surgen las prisas, las chicanadas y eventualmente, la búsqueda de justificaciones sobre porqué tal o cual fondo de inversión, carísimo y con oficinas en Nueva York, acumula una pérdida horrible en medio de uno de los ciclos más alcistas de toda la historia del mercado bursátil. 

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Ahí es cuando surge la necesidad de venderle al inversionista “algo más que ganancias”. Algo cool, algo de onda, que se vea bien y esté de moda. 

Pues el cambio climático y la inclusión y reconocimiento de la comunidad LGBTTTIQ +.

Por eso, existe en EE.UU. el LGBTQ100 ESG INDEX, que permite a los inversionistas conscientes y a sus avispados asesores colocar capital en empresas que “promuevan la igualdad en un sentido amplio, así como el respeto a la orientación sexual y de género al interior del lugar del trabajo”.

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Empresas como la telefónica AT&T, el banco JP Morgan Chase, la refresquera Coca Cola o el machísimo almacén de herramientas cargadas de testorena que es Home Depot; junto con otras 96 compañías que lo máximo que han hecho en toda su historia a favor de las personas con orientaciones sexuales distintas a la heterosexual, ha sido colgar un cartelito con un arcoiris en alguna oscura oficina. 

Pero donde ni la burla perdonan es en México, donde el iShares ESG MSCI Mexico ETF, propiedad de Blackrock, “optimiza su exposición a empresas con características ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) sólidas”, según su propia hoja informativa.

Y entre las joyitas que este instrumento tiene en la panza destacan la minera Grupo México, con una ponderación de 7.42% sobre el total, y la cadena de supermercados Walmart de México y Centroamérica, que representa el 12% de todas las tenencias. 

Grupo México que en 2020 derramó 3,000 litros de ácido sulfúrico en el Mar de Cortés, con el correspondiente daño a una zona de vital importancia para la vida marina, documentado mediante videos de tortugas agonizando en la playa. 

En 2014, la minera contaminó con 40,000 metros cúbicos de desechos tóxicos los ríos Bacanuchi y Sonora, lo que dejó sin agua a 22,000 personas de 24 comunidades y trastocó para siempre un delicado ecosistema, único en el mundo. 

El mismo Grupo México se negó a recuperar los cuerpos de 65 mineros que murieron aplastados en 2006, tras la explosión y posterior derrumbe de la Mina 8, en la Unidad Pasta de Conchos, en Coahuila. 

O el caso de Walmart de México y Centroamérica que, según un notable reporte del Proyecto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, tiene la política de “emplear” a menores de edad y personas de la tercera edad, pero sin contratarlos formalmente y sin asignarles siquiera un sueldo determinado. 

Obreros de las “propinas”, que sin embargo, deben llegar puntuales, cubrir múltiples jornadas extra, también sin paga, y en el colmo del descaro, pagar por el uniforme de la empresa y por la mercancía dañada que tuvieron la mala suerte de manipular. 

Y ahí están las dos empresas, muy juntitas, posando para la foto del iShares ESG MSCI Mexico ETF, by Blackrock, que los consagra como campeones del cuidado al medio ambiente y defensores férreos de los derechos laborales. 

Afortunadamente, y al igual que ocurre con sus amiguitos de la 4T, su maldad ni siquiera alcanza para compensar su propia incompetencia; y la etiqueta de “Criterios ESG” no ha sido suficiente para elevar de forma significativa el raquítico volumen de operación que, de manera crónica, ha mantenido estancado al mercado mexicano de valores en los últimos años.

Al menos así no engañan a demasiados inversionistas con su pésimo teatro de responsabilidad social. 

*Amin Vera es director de análisis económico en Black WallStreet Capital.

Esta columna no representa necesariamente la opinión del EL CEO.